El sector del vino gallego rechaza las ayudas para arrancar vides
Descarta la propuesta de la Unión Europea y no se suma a las grandes regiones vitivinícolas que sí piden eliminar plantaciones

Un trabajador, durante la última vendimia. | Iñaki Osorio
Jorge Garnelo
El zarpazo arancelario del 20% con el que Estados Unidos ha amenazado a la Unión Europea y la imposibilidad de redirigir buena parte de las botellas del sector vitivinícola comunitario a otros destinos a corto plazo amenaza a los Veintisiete con ahogarse en su propio vino, ya de por sí lastrado estos últimos años por la caída mundial del consumo. Por ello, Bruselas anunció a finales del pasado mes de marzo un paquete de acciones para equilibrar la producción de las bodegas al previsible descenso de la demanda, abriendo la puerta a la «prevención de excedentes» o, en otras palabras, a que los Estados miembros puedan adoptar medidas como la eliminación de vides no deseadas o sobrantes (arranque) o de las uvas inmaduras antes de su recolección (cosecha en verde). «Se consideran una de las herramientas para abordar el exceso de oferta en regiones y segmentos de mercado específicos», señalaba solo unos días antes el comisario de Agricultura, Christophe Hansen, en una respuesta europarlamentaria. Son opciones que, no obstante, no convencen a Galicia, donde el gremio rechaza perder ni una sola secuencia de su ADN.
«Nosotros no nos lo hemos planteado», asegura tajantemente Ramón Huidobro, secretario general del Consello Regulador de la Denominación de Orixe (D.O.) Rías Baixas, la demarcación gallega que más exporta en volumen y valor al mercado americano. De igual manera se pronuncia el CEO de Terras Gauda, Antón Fonseca, que asegura que «no tendría ningún sentido» por la propia idiosincrasia de la zona, que «ya sufre limitaciones en cuanto a las plantaciones, sus dimensiones y a la hora de crecer». «Tenemos un problema de minifundio muy grande que nos limita mucho», recalca para esgrimir a continuación que la expansión siempre ha sido «muy ordenada». Es por ello por lo que dar cualquier paso atrás no es una opción, más aún cuando «se está a tiempo de desplegar otra clase de ayudas».
En el prólogo de la guerra comercial desatada por la nueva Administración de Donald Trump, que viene a agravar el descenso internacional del consumo de vino, el sector vitivinícola de Galicia renuncia a deshacerse de una parte y apuesta por apoyos dirigidos a «convertir una amenaza en una oportunidad». «Que nos dejen trabajar», pide el gremio, así como el acceso a crédito para aquellas empresas que necesiten asegurar su liquidez (en parte tensionada por el encarecimiento de las materias primas), un refuerzo del respaldo a las compañías cuya facturación depende en gran medida de las ventas del extranjero y reducir las trabas burocráticas de las subvenciones: «Hay muchas que no están pensadas para las pequeñas bodegas tal y como se plantean».
Préstamos, un mejor soporte que contribuya a seguir catapultando y diversificando las exportaciones, más facilidades…. Pero no suprimir cultivo. Esa opción tampoco está sobre la mesa de la D.O. Ribeira Sacra. «Nuestro objetivo es todo lo contrario, el mantenimiento de la viticultura heroica, no de su arranque», destaca su presidente, Antonio Lombardía, que explica que recibirán con los brazos abiertos «cualquier medida encaminada a la preservación». «Queremos crecer», insiste. También se pronuncia así Miguel López, director técnico de la D.O. Monterrei: «De momento, tocamos madera, no lo necesitamos. La demanda de nuestra producción ha sido buena estos años».
El ministro de Agricultura, Luis Planas, descartó a finales del pasado octubre que España fuese a sufragar la eliminación de viñas, pese a reclamarlo distintas organizaciones sectoriales para otras comunidades autónomas. El Gobierno no compartió una respuesta por la que sí optó Francia, en su caso incentivada entonces por el descenso del consumo mundial de vino y que obtuvo el visto bueno de la Comisión Europea para entregar ayudas por 120 millones de euros para arrancar 30.000 hectáreas. Bruselas también amortiguó el impacto del excedente en Portugal con una línea de 15 millones de euros para la destilación de crisis.
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