50 años de Zara

Las primeras trabajadoras idearon el nombre de Zara para aprovechar un rótulo ya fabricado

El encargado de la tienda de Juan Flórez de A Coruña, la primera que se abrió hace 50 años, les pidió que pensaran una nueva denominación con las letras que ya estaba en el almacén: «Zara lo elegimos entre todas», reivindican las dependientas

Entrada a la tienda de Zara en Torreiro, la segunda que abrió en 1975. |  Inditex

Entrada a la tienda de Zara en Torreiro, la segunda que abrió en 1975. | Inditex

Manolo Rodríguez

Manolo Rodríguez

A Coruña

Durante décadas, se ha repetido la historia de que Amancio Ortega decidió cambiar el nombre de su primera tienda de ropa en A Coruña, que inicialmente se iba a llamar Zorba, por el de Zara. Sin embargo, medio siglo después, las primeras empleadas del local de Juan Flórez revelan una versión hasta ahora inédita: fueron ellas quienes idearon entre risas y bromas (tenían en aquel momento 15 años) el nombre que acabaría definiendo a una de las firmas más influyentes de la moda mundial.

«La tienda se iba a llamar Zorba, pero ya había un comercio de calzado con ese nombre en la calle Álvaro Cebreiro, a poco más de un kilómetro. Antes de abrir empezaron a llegarnos cajas que eran para ellos y a ellos, las nuestras», recuerda Menchu Penas, una de las dependientas fundadoras. Las letras de Zorba ya las tenían y esperaban en el almacén para ser colocadas. El día de la inauguración se acercaba. «Entonces, el encargado nos dijo: ‘Chicas, hay que cambiar el nombre, pero aprovechando las letras al máximo’», rememora la trabajadora.

Así, entre risas y urgencias, nació Zara. «Empezamos a jugar con la palabra: Zor, Zar... Zara. Y así se quedó. Nunca se ha dicho, pero fue una decisión práctica, casi improvisada, y nuestra. No fue cosa de Amancio», reivindica Menchu.

Mariví Martínez, otra de las primeras trabajadoras del establecimiento, evoca el momento con detalle: «Éramos cuatro o cinco y estábamos en el almacén apurando para la apertura. Nos vino el encargado y nos dijo que había que cambiar el nombre de la tienda porque ya existía otro con el mismo nombre muy cerca, pero que usásemos el mayor número de letras porque el letrero ya estaba allí. Y una dijo: Zara. Y Zara se quedó. Nunca se llegó a poner Zorba». «Fuimos nosotras las que decidimos el nombre. No fue Amancio como siempre se ha contado», reitera Mariví.

Elizabeth González, también presente en los primeros días del negocio, confirma la historia. «Las letras ya estaban allí y había que ahorrar. Se intentó aprovechar las máximas posibles y las que sobraron —la B y la O— estuvieron años y años guardadas en el almacén de la tienda de Juan Flórez». Recuerda incluso el color: «Era un granate, tirando a rojo oscuro».

Elizabeth, Menchuy y Mariví, tres de las primeras dependientas del primer Zara de Juan Flórez.

Elizabeth, Menchu y Mariví, tres de las primeras dependientas del primer Zara de Juan Flórez. / Casteleiro/Roller Agencia

La tienda de Juan Flórez fue la primera, después llegó la de la calle Torreiro y luego la de As Conchiñas. Hasta ahora, la narrativa semioficial atribuía la elección del nombre de Zara a una decisión empresarial de Amancio Ortega, pero las trabajadoras fundadoras aseguran que fueron ellas.

De lo que no hay duda es que ninguna de las protagonistas imaginó que, en aquel modesto almacén coruñés, se acababa de fraguar el nombre de un futuro imperio textil. «Siempre se llamó Zara, pero no porque lo decidiera Ortega. Fue cosa nuestra. Y eso poca gente lo sabe», insiste Menchu.

Gallinas en el escaparate y el niño que salió corriendo con un conejo

En los primeros años de la tienda de Zara de la calle Juan Flórez, los escaparates se convirtieron en un espectáculo visual, no solo por la ropa que se exponía, sino también por la originalidad de las composiciones que se presentaban al público.

Fue Jordi, un catalán responsable de los escaparates en aquellos primeros tiempos, quien ideó algunas de las ideas más sorprendentes, según los testimonios de las primeras trabajadoras. «Ponía cosas en los escaparates que la gente se daba la vuelta y era de llamar la atención», recuerda Menchu Pernas, una de las primeras dependientas de la tienda.

Lo más llamativo, aseguran, era el uso de elementos inusuales para atraer la atención de los transeúntes que pasaban por la calle. Los escaparates no seguían las tendencias minimalistas que hoy se observan, sino que estaban llenos de objetos insólitos. «Te podías encontrar bicicletas, hasta animales», reconoce Menchu, quien describe que un día se colocaron gallinas y conejos vivos en el escaparate. Las dependientas, cuentan, se encargaban de darles de comer.

Mariví Martínez, otra de las trabajadoras que inauguraron la tienda, recuerda con una sonrisa que, en una ocasión, un niño entró en el escaparate porque no tenía puertas de acceso y salió corriendo por la calle con el conejo en brazos. «Corrí detrás del chaval como nunca en mi vida, intentando recuperar el conejo que se había escapado», narra entre risas.

El uso de animales vivos en el escaparate no solo causaba sensación, sino que además ayudaba a atraer a más gente a la tienda, lo que contribuyó a que este primer Zara se estableciera en el imaginario colectivo de la ciudad como un lugar único y original.

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