Carbónicas Landeira, cuatro generaciones embotellando burbujas en Santa Comba
La histórica firma coruñesa, fundada en 1945, mantiene viva la tradición de los refrescos artesanales con marcas como Zar, Coral o la icónica La Pitusa, una gaseosa nacida en 1956

Fachada de la sede de Carbónicas Landeira en Santa Comba. | Cedida

A medio camino entre la nostalgia y la innovación, la firma coruñesa Carbónicas Landeira sigue escribiendo su historia desde Santa Comba. Con más de 80 años de vida ha embotellado algo más que refrescos y burbujas: ha sintetizado generaciones de trabajo, adaptación y resistencia en un sector cada vez más dominado por gigantes.

Uno de los camiones de Carbónicas Landeira rotulada con La Pitusa. | Cedida
Fundada en 1945 por Antonio Landeira Landeira como una pequeña planta de embotellado artesanal, esta empresa familiar es hoy un ejemplo de resistencia y adaptación en uno de los sectores industriales más discretos, pero arraigados de Galicia: el de las bebidas refrescantes.
Ochenta años después de sus primeros sifones, la cuarta generación de la familia ha asumido el timón del negocio con la ambición de actualizar procesos sin traicionar la esencia. Antonio Landeira, director de operaciones e ingeniero de formación, dejó su puesto en Finsa —una de las grandes del sector maderero gallego— para incorporarse a principios del pasado año al negocio familiar y liderar su transformación interna.
«La empresa estaba adquiriendo una dimensión que a mi padre ya se le escapaban algunas cosas. Me picó el gusanillo y decidí dar el paso», explica. Desde su llegada, ha centrado los esfuerzos en profesionalizar la gestión, digitalizar procesos y redefinir la propuesta de valor. «Lo más importante es saber cómo te quieres posicionar en el mercado, a qué clientes te diriges, con qué plazos y en qué franja de precio», resume. «Queremos juntar lo viejo con lo nuevo. Tenemos historia, imagen y arraigo, pero hay que adaptarse», sostiene el director de operaciones.
Carbónicas Landeira produce en la actualidad varias marcas de refrescos, entre ellas Zar, Coral o Maruxa, una enseña recuperada tras el cierre de una planta en Carballo. Pero su buque insignia sigue siendo La Pitusa, una marca histórica, que ha sobrevivido al desmantelamiento de muchas pequeñas fábricas regionales: «Fue fundada en 1956 por varios productores de gaseosas, entre ellos mi bisabuelo. Hoy solo quedamos dos fábricas activas en España, y ambas están en Galicia. La nuestra es la más grande», recuerda Landeira.
«Vas por A Coruña y ves botellas antiguas de La Pitusa decorando locales. Hay una imagen muy potente que aún no hemos capitalizado del todo», reflexiona. «Queremos aprovechar el valor visual y simbólico de nuestras botellas. No podemos quedarnos en el escaparate, hay que volver al lineal», reconoce.
Con una plantilla de diez personas y una facturación que ronda los tres millones de euros, la empresa opera al 100% de su capacidad productiva. Dispone de dos líneas de embotellado, una para vidrio y otra para PET (plástico), que pueden sacar hasta 10.000 botellas por hora. La mayoría de su volumen se distribuye en el noroeste coruñés, tanto en tiendas como en el canal horeca (hoteles, restaurantes y cafeterías), aunque también ha afianzado presencia en otras zonas del país como León, Zamora o Navarra.
En un mercado cada vez más dominado por multinacionales, Carbónicas Landeira ha apostado por diferenciarse en el arraigo local, la calidad del producto y la capacidad de adaptación. «No podemos vivir siempre de las rentas. Está muy bien hablar del pasado, pero hay que construir futuro», afirma Landeira, convencido de que aún hay espacio para las pequeñas fábricas «románticas» que sepan leer el mercado y capitalizar su historia. Un ejemplo claro es su línea Bágoas do Mar, una tónica premium elaborada con agua de mar, pensada para el canal gourmet y la coctelería.
El camino hacia la modernización no ha sido fácil. «Cuando llegas con ideas nuevas, cuesta. Hay procesos muy arraigados, formas de hacer las cosas desde hace 20 años. La clave ha sido ir paso a paso, priorizar y convencer al equipo», admite.
Uno de los focos ha sido la gestión de inventarios y el control de stock, clave para una empresa que combina fabricación propia con distribución de terceros. En este último apartado, Carbónicas Landeira actúa como distribuidora para firmas como Coca-Cola o Estrella Galicia, lo que complementa su oferta y fortalece su red comercial.
La pandemia supuso un duro golpe para la empresa, cuyo principal mercado —la hostelería— quedó paralizado durante meses. «A los bares se les ayudó, pero a los proveedores como nosotros no. Tuvimos que seguir pagando nóminas y hoy seguimos arrastrando esa carga. Es lo que nos impide invertir como quisiéramos», lamenta el director de operaciones.
Entre las asignaturas pendientes figura una renovación de maquinaria que permita aumentar capacidad y eficiencia. «Vendemos todo lo que fabricamos. No es por falta de mercado, ni de ideas, sino por no poder acometer esa inversión ahora mismo», afirma.
Aun así, Landeira se muestra optimista. Cree que la combinación de historia, identidad local y capacidad de adaptación puede seguir abriendo camino. «Nuestra botella de cristal de La Pitusa con tapón de alambre, que se vende como decoración por cinco euros, aún tiene mucho que decir. Solo necesitamos que se vea como lo que es: un producto con alma».
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