La coruñesa Bima genera mapas del mar interactivos para usos estratégicos: «Lo que hacemos se parece a un Google Maps del mar»
Iván García lidera esta firma especializada en cartografía marina digital, un nicho tecnológico con proyección internacional que nació como autoempleo y apunta ahora al crecimiento industrial

Iván García, fundador de Bima. | Casteleiro/Roller Agencia

En pleno auge de la economía azul y del despliegue de energías renovables en el mar, la empresa coruñesa Bima se ha abierto paso en un sector tan especializado como estratégico: la cartografía digital marina. Su fundador, Iván García, comanda este proyecto desde A Coruña con clientes como Portos de Galicia, Red Eléctrica Española o el Centro Tecnológico del Mar (Cetmar). «Lo que hacemos se parece a un Google Maps del mar», explica.
Su negocio convierte datos oceanográficos, ambientales o logísticos en mapas interactivos que facilitan la toma de decisiones a administraciones y grandes empresas. Ahora, busca dar el salto con nuevos socios industriales.
Bima nació en 2019, un año antes de la pandemia y justo cuando se disparaba el interés institucional y empresarial por el aprovechamiento sostenible del mar. «La idea surge al detectar que el mar pasaba a estar en el foco de la administración pública y de las grandes compañías, no solo como fuente alimentaria, sino también como espacio para la extracción energética o nuevos usos logísticos», señala el ingeniero náutico.
Junto a su exsocio, biólogo marino, comenzó a explorar este nuevo nicho. «Era algo muy innovador dentro de un sector tan tradicional como el marítimo», recuerda. El negocio pronto comenzó a facturar y, tras la salida de la empresa de su socio, Iván García asumió en solitario el liderazgo del proyecto.
Datos convertidos en información
La propuesta de valor de Bima reside en su capacidad para transformar datos —muchas veces dispersos o complejos— en información visual clara, accesible y útil para instituciones públicas, privadas y empresas. «Nuestros clientes necesitan información del medio marino, ya sea para un estudio de impacto ambiental o para planificar una infraestructura. Nosotros les proporcionamos esos datos y los presentamos en forma de mapas interactivos a través de visores digitales», explica.
No comercializan una aplicación propia, sino que prestan un servicio a medida para cada proyecto. «El cliente llega y nos dice: ‘Necesito datos’. Y nosotros le damos lo que necesita para tomar decisiones en un entorno tan cambiante como el mar», resume.
Con una plantilla aún reducida —actualmente dos personas, con previsión de crecer a tres o cuatro a finales de año—, Bima ha conseguido posicionarse como referente en un mercado exigente.
Su cartera de clientes incluye desde instituciones científicas a organismos públicos y empresas privadas, tanto gallegas, nacionales como internacionales. «Trabajamos con Cetmar desde hace casi cinco años en el proyecto EMODnet, un portal de datos marinos promovido por la Comisión Europea. También con Portos de Galicia, con la Escola Galega de Administración Pública o con Red Eléctrica. Y hemos colaborado con consultoras internacionales, como una firma británica para proyectos europeos», detalla. Por confidencialidad, reconoce, no puede dar nombres de muchos de sus clientes.
La dimensión internacional de la empresa va más allá de su localización gallega. «Curiosamente, tenemos pocos proyectos estrictamente locales. La mayoría de nuestros trabajos son a escala nacional o europea. En A Coruña hemos hecho poco: hemos ayudado a desarrollar unas guías de especies, para el Ayuntamiento, con otra empresa», apunta García.
Entre sus proyectos destaca la asistencia técnica continuada al Cetmar, que le ha permitido consolidar un conocimiento experto en gestión de datos marinos. «El trabajo con EMODnet, de Cetmar, es muy relevante porque implica coordinar información de todos los países de la UE y transformarla en mapas accesibles al público y los profesionales», destaca.
Con recursos propios
El carácter pionero del negocio ha supuesto también desafíos importantes. «Empezamos como un proyecto de autoempleo, sin inversión externa, y seguimos funcionando con recursos propios. Eso lo hace muy sostenible, pero también más lento en cuanto a crecimiento», admite su fundador. Ahora, con un modelo validado por el mercado y clientes recurrentes, Bima busca un nuevo impulso: «Estoy abierto a incorporar un socio industrial, no tanto capitalista, sino alguien que nos ayude a escalar. Necesitamos aliados que nos acompañen en proyectos más grandes y continuados».
García no pierde de vista el momento que vive su sector, con la expansión de la eólica marina o el aumento de los estudios sobre biodiversidad y usos del espacio marítimo. «Nuestro trabajo es clave cuando alguien quiere instalar un parque eólico, por ejemplo. Hay que saber qué hay en ese entorno: desde el impacto biológico al logístico, pasando por el impacto socioeconómico. Ahí es donde entramos nosotros», subraya.
Con la mirada puesta en la internacionalización y en la consolidación de un equipo más amplio, Bima sigue operando con la agilidad de una startup, aunque sin rondas de financiación ni aceleradoras detrás. «No sé exactamente en qué momento dejas de ser una startup. Lo que sí sé es que estamos en esa fase de crecimiento rápido y de constante adaptación al mercado. Cada mes surgen nuevas necesidades y nos reinventamos», explica García. «La gran diferencia con otras startups es que la nuestra siempre ha tirado de pulmón. Y que el mercado ha validado que nuestro servicio tiene un valor real», destaca.
En un sector donde la innovación suele venir de la mano de grandes consorcios, la firma coruñesa Bima representa un ejemplo de cómo una pequeña empresa tecnológica puede ofrecer soluciones de alto valor añadido desde la especialización. Su modelo conjuga ciencia, tecnología y visión empresarial en un entorno —el mar— que se perfila como uno de los grandes motores del desarrollo económico del presente y del futuro.
Difícil emprender en un sector «tan tradicional»
Iván García tenía 26 años cuando decidió lanzarse a emprender en uno de los sectores más tradicionales y complejos de Galicia: el mar. Hoy, con 32 y al frente de Bima, reconoce que los comienzos fueron duros. Muy duros. «Complicadísimo. Tardamos un año en cerrar el primer cliente. Fue muy difícil entrar en un sector tan tradicional como el marítimo, donde la digitalización avanza muy lentamente», recuerda.
La idea inicial surgió en 2019, junto a su exsocio. La propuesta era disruptiva: ofrecer cartografía digital del medio marino como herramienta estratégica. Pero entonces faltaba todo: conocimiento empresarial, experiencia y un mercado receptivo. «Ninguno de los dos sabíamos llevar un negocio. Y encima proponíamos algo nuevo en un sector acostumbrado a trabajar igual desde hace décadas», explica.
En ese arranque, curiosamente, fue el sector público el que primero apostó por la empresa. «La administración fue quien más confió en nosotros al principio. Los contratos privados llegaron después, cuando ya habíamos ganado algo de experiencia», señala. Hoy, Bima ha dado el salto al mercado internacional. Aun así, García subraya que emprender en el ámbito marino desde Galicia sigue siendo un reto. «Hay muy pocas empresas tecnológicas relacionadas con el mar, y eso sorprende en una comunidad con tantos kilómetros de costa. Muchas veces sientes que te valoran más fuera que aquí», lamenta.
Con seis años de trayectoria y una cartera creciente de proyectos, el fundador de Bima confía en que el auge del interés por el mar como fuente de energía y de oportunidades ayude a abrir camino a nuevas empresas. «Ojalá empiecen a surgir más negocios tecnológicos ligados al mar. Este sector necesita relevo, y también nuevas miradas», concluye.
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