Nos contaba Fernando Botella en una ponencia que hay muchos padres “que están con sus hijos en su casa, han vuelto del trabajo hace una hora, pero no han llegado”, es decir, no están presentes.

Hoy, con las nuevas tecnologías, que nos hacen estar hiperconectados y muchas veces hiperdisponibles para llamadas, mails y mensajes, es todo un reto y un verdadero regalo estar presentes. Y esto es, en el fondo, lo que necesitan nuestros hijos: nuestra presencia. Porque como nos decía Ángeles Jové Pons en este precioso artículo: “Los niños son presencia, están enfocados en el aquí y el ahora, centrados en lo que está ocurriendo mientras tiene lugar, con una actitud expectante, curiosa, sin juicios…

Tu hijo te hace un regalo vital y trascendente para entender la vida, la presencia, un regalo que se nos concedió cuando vinimos al mundo y perdemos por el camino cuando desconectamos de la realidad y del presente”.

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Así que, si crees que a veces estás apagado o fuera de cobertura con tus hijos, algo que ocurre con bastante frecuencia, te recomendamos estas ideas:

  1.  El primer paso es reconocer el problema, desde la empatía: Es comprensible que con tantas pantallas, tantas notificaciones, tantas tareas que realizar, muchas veces nos desconectemos de nuestros hijos: tal vez tenemos mensajes urgentes, obligaciones pendientes, trabajos que adelantar… Pero si esta situación no te gusta y quieres cambiarla, seguro que puedes encontrar un margen de mejora, desde la responsabilidad que moviliza y no desde la culpabilidad que paraliza. No hace falta que saques el látigo para fustigarte. Es muy difícil estar presente cuando tienes el trabajo, los amigos, la información y el ocio a golpe de un clic.
  2. El segundo paso es comprender su importancia: Nuestra presencia es una necesidad vital para nuestros hijos pequeños y también para nuestros hijos más mayores. Necesitan sentirse tenidos en cuenta, atendidos e importantes, del mismo modo que nosotros nos sentimos bien con personas que nos escuchan y nos miran a la cara y detectamos que estamos siendo poco atendidos por personas que no nos miran, están pendientes del móvil, etc. Como decía Catherine L’Ecuyer en una de sus ponencias, “nosotros también tenemos que recuperar esa sensibilidad que nos permite ver cuáles son los efectos del entorno que pueden afectar a nuestros hijos. No vale siempre decir: “Bueno, no es para tanto”. Esa frase refleja una actitud de tirar la toalla y de cinismo”. Además, así educaremos en el ejemplo. No vale que el día de mañana nos quejemos de que nuestros hijos no se despegan del móvil ni para cenar cuando nosotros no lo hemos dejado aparcado ningún día.
  3. El tercer paso es poner límites: Tal vez necesites por la tarde avanzar tareas de trabajo o tengas una reunión o estés pendiente de un mensaje urgente justo a la hora de la cena. Pero sería aconsejable no permitir que las redes sociales, los mensajes y las llamadas te comieran todo el tiempo que estás (físicamente) con tus hijos. Por eso, te proponemos estas ideas:
  4. Establecer horarios: podríamos proponer horas sin pantallas. Por ejemplo, no llevar los móviles a la hora de la cena, dejar para después las llamadas o mensajes que llegan justo cuando recogemos a los peques del cole, poner el móvil en silencio si vamos a jugar con ellos…
  5. Fomentar momentos de conversación distendida (a la hora de cenar, dando un paseo, merendando en el sofá, mientras vamos en el coche después del cole, etc.) Así mostramos a nuestros hijos e hijas lo importante que es para nosotros estar conectados… con ellos.
  6. Llegar a acuerdos sobre la tecnología y cumplirlos todos: Cuando ponemos normas en casa sobre las pantallas, sería necesario que los adultos también las cumpliéramos. Siempre solemos poner como norma a nuestros hijos el limitar las horas que están ante las pantallas, el no dejar de lado la comunicación familiar, el hacer alguna actividad juntos y el hablar siempre mirando a la cara, por ejemplo. Pues bien, todas esas normas también debemos cumplirlas, porque daremos ejemplo y entenderán que para nosotros también es importante el regalo de estar presentes.