¿Cómo te tomarías si el primer día del curso escolar de tus hijos llegase su profesora y te dijese que este año la metodología del aula va a cambiar, que será el primer año que lo hacen y que será una aventura que debéis vivir juntos? Nos podemos imaginar el miedo que te surgiría hacia lo desconocido, las dudas sobre si ese cambio merece la pena o no y si afectará a su aprendizaje. Los cambios y la incertidumbre hacia lo desconocido es de lo más normal, pero tal y como menciona Jordi Musons en su libro: “¿Comprarías hoy un radiocasete para escuchar música o utilizarías una máquina de escribir para redactar un documento?”. La realidad es que no.

Pues precisamente de toda la revolución educativa que se está viviendo, los cambios que se deben dar y se esperan de la Educación, habla Jordi Musons en su libro 'Reinventar la Escuela. Una brújula para familias y educadores para comprender la Educación del siglo XXI'.

 

-Para un profesor/a que ha acaba de salir de la universidad, ¿por dónde le recomendarías que empezase a formarse?

-Le recomendaría que hiciera cursos de empatía, gestión emocional, oratoria y comunicación, gestión de equipos y resiliencia, elementos que serán claves en su desarrollo profesional como docente. También le recomendaría investigar sobre modelos educativos internacionales y profundizar en el conocimiento de los objetivos de desarrollo sostenible recogidos en agenda 2030 y su implementación en educación y otras instituciones y proyectos implicados en la transformación positiva de nuestra sociedad.

 

-¿Qué perfil de profesor demanda la educación actual?

-Hacen falta docentes con compromiso, constancia, resiliencia, creatividad, empatía y capacidad para motivar y emocionar a sus estudiantes. Se necesitan docentes flexibles, con capacidad para cooperar, reinventarse y transformar sus prácticas de enseñanza-aprendizaje, de acuerdo con las necesidades específicas de su alumnado.

En unas nuevas prácticas educativas que se sustentan en un aprendizaje social y cooperativo, los docentes también estamos interpelados para practicarlo y, en la medida de lo posible, convertirnos en referentes para el alumnado. Es francamente difícil educar en la cooperación, la empatía, el pensamiento crítico, la flexibilidad o la creatividad desde una perspectiva personal como docente en la que no se disponga de unas mínimas habilidades personales en estas competencias.

Por otro lado, es imprescindible que el y la docente actual se mantenga actualizado/a y sea conocedor/a de las nuevas evidencias científicas que cada vez más sustentarán las prácticas educativas que se irán implantando.

 

-La tribu, ¿cómo conseguir que las familias se involucren en la educación de sus hijos desde el respeto y la cooperación?

-Es todo un reto. La educación actual es francamente más compleja y heterogénea que en las generaciones anteriores. Los centros educativos urgen de más tiempo y herramientas para incluir la homogeneización de la educación familiar como un objetivo propio.

De todas maneras, a menudo nos olvidamos de esta dimensión comunitaria que reitera la idea de que la educación es mucho más que la escuela. Es necesario conectar el contexto escolar con el contexto educativo comunitario para crear un tejido socio-educativo que permita alianzas entre instituciones y agentes educativos que trabajen juntos desde ámbitos culturales, sociales, de la salud con el propio ámbito educativo para mejorar la educación de la comunidad desde una perspectiva amplia, como la promoción del éxito escolar, la cohesión social con el entorno, la protección de los adolescentes de conductas de riesgo, los hábitos saludables o el fomento de la lectura para citar algunos ejemplos.

 

-El cerebro no aprende ante situaciones de miedo o ansiedad, ¿cómo debería ser el ambiente en una clase para se dé el aprendizaje?

-Por supuesto, el bienestar personal debe ser una prioridad. Es más, aprender a mejorar nuestro propio bienestar y el de los demás, fomentar el autoconocimiento o la gestión emocional deben ser ejes prioritarios, no solo para aprender más y mejor, sino también para aprender a poner en valor nuestro propio bienestar y el de los demás. Somos muchos los adultos que nos quejamos de estrés, malestar o dificultades relacionales. Debemos desplegar una formación que permita a esta nueva generación ser más capaz de cuidar de su bienestar y su salud, tanto física como mental.

Y por supuesto debemos ser capaces de implementar proyectos de convivencia que reduzcan las conductas de acoso, malestar o ansiedad del alumnado.

 

-¿Podrías explicar con más profundidad qué es la codocencia o multidocencia y qué beneficios tiene?

-Estrictamente se entiende como codocencia o multidocencia aquella experiencia educativa en la que dos o más profesores gestionan una clase compartiendo el mismo espacio y objetivos de aprendizaje. Esta práctica educativa admite muchas variantes que en general garantiza numerosos beneficios. Por un lado, mejora las propuestas de enseñanza que pasan a ser diseñadas en equipo, favorece la mejora profesional, mejora la inclusión y la atención individualizada, y en muchos casos es una excelente palanca para la innovación. Y por supuesto es una excelente herramienta para que los docentes noveles rápidamente mejoren sus prácticas educativas y se impregnen del estilo del centro en el que se incorporan. Lógicamente esta práctica implica niveles muy elevados de flexibilidad, generosidad y tiempo por parte de los docentes implicados, para que verdaderamente favorezca el aprendizaje y bienestar del alumnado y el de los propios docentes.

 

-¿Qué puede hacer el conjunto de la sociedad para cambiar la perspectiva que existe sobre la educación?

-Arrastramos muchas décadas de un modelo educativo que ha sido muy uniforme. Un modelo educativo que como alumnos todos hemos vivido y puesto en valor según nuestra propia experiencia. Poco a poco necesitamos que las familias se vayan apropiando de la innovación educativa como un proceso indispensable para que sus hijos e hijas puedan ser felices y competentes en el futuro cambiante en el que van a vivir. Es imprescindible recuperar vínculos de confianza con los profesionales de la educación y complicidad con un sistema que debe de estar preparado para que todo el alumnado pueda tener oportunidades.

Los procesos de cambio suelen generar estrés. Pero este momento de cierta incertidumbre es una excelente oportunidad para trasladar el debate de qué educación queremos, para definir también qué sociedad queremos para nuestras hijas e hijos.

Si la educación, tal y como la hemos entendido y ejercido durante el siglo XX, se sigue trasladando al siglo XXI, estaremos repitiendo los mismos errores mientras tratamos de buscar una solución a los problemas que arrastramos desde hace mucho tiempo. ¿No sería mucho más efectivo probar cosas distintas para conseguir mejores resultados?