Quedan pocos días para que llegue septiembre, el mes de la vuelta a la rutina. Atrás quedarán los meses de verano, sin horarios fijos, sin actividades planificadas al dedillo, sin deberes… Unos meses en los que hemos sido más flexibles y nos hemos dejado “fluir” más, también hemos permitido que lo hagan los peques.

Bien, pues, aunque volver a la rutina pueda parecer un martirio, todos los expertos inciden en la importancia de la rutina para educar a nuestros hijos. ¿El motivo? La rutina da seguridad al permitirnos conocer qué pasará después.

En uno de nuestros eventos, la mentora de familias Amaya de Miguel nos decía que en su casa hay una norma: solo se comen chuches los viernes. A parte de los beneficios para la salud física que trae consigo comer dulces solo un día a la semana, Amaya se centraba en los beneficios mentales para toda la familia que trae implícita esta norma: “mis hijos saben, cuando vamos por la calle un lunes, o por un supermercado un martes, que no pueden pedir chuches, porque el día de las chuches es el viernes. Y, esto que puede parecer una tontería, nos ahorra muchos disgustos y rabietas”.

Los hijos vienen sin manual de instrucciones.

 En este sentido insisten Jane Nelsen, Lynn Lott y Stephen Glenn en el libro Disciplina positiva de la A a la Z. “Establecer buenas rutinas ayuda a los padres a desarrollar beneficios a largo plazo en la familia: seguridad, un ambiente más relajado, confianza y habilidades para la vida”, señalan “Los niños y niñas tienen una oportunidad de centrarse en las necesidades de la situación: hacer lo que hay que hacer en cada momento. Los niños aprenden a ser responsables de su propio comportamiento, a sentirse capaces y a cooperar en la familia”. Los autores aseguran que los niños “disfrutan de las rutinas y responden de manera favorable a ellas. Cuanto menor es el niño más reconfortante resulta la rutina”. Y, además, si establecemos bien la rutina el beneficio para los padres es claro: “Una vez se establece una rutina, esta es la que manda y los padres y madres no necesitan demandar continuamente ayuda”.

Esto último es fundamental. Si nuestros hijos interiorizan que los sábados es el día que limpiamos la casa, que todos los días después de cenar nos lavamos los dientes y que la ropa sucia se echa al cesto de la ropa, acabarán convirtiendo las normas de casa en rutinas, y las harán sin esfuerzo, sin quejas.

La importancia de las listas, y de hacer equipo

Estos expertos nos recomiendan crear con los hijos, incluso con niños y niñas de dos años, listas de actividades necesarias para completar una rutina determinada, por ejemplo, prepararse para ir al colegio. Y creen que es buena idea dejar que los hijos elijan el orden de cada una de las actividades que han de completar (desayunar, vestirse, preparar la mochila, asearse…). Esta lista de tareas se puede convertir en un planning diario que coloquemos en la pared del cuarto de nuestros hijos o hijas para recordar las tareas diarias e indicar cuáles se han hecho y cuáles quedan pendientes. Nelsen, Lott y Glenn proponen crear un mural de rutinas con fotos de nuestros hijos realizando las tareas indicadas. Una vez hecho el mural, los niños se mostrarán más cooperativos que si les decimos todo el rato lo que tienen que hacer.

Pero ¿quién hace estas listas? Todos. Sí, todos, nuestros hijos deben tener voz y voto, de lo contrario, no se sentirán implicados y, por tanto, no serán efectivas. En disciplina positiva es muy importante llegar a acuerdos, tener en cuenta al hijo e hija y la amabilidad, pero también es importante la firmeza y el seguimiento de lo acordado. De modo que si nuestro hijo o hija no sigue lo acordado en la lista de tareas que hemos elaborado y ordenado con ellos y que aparece en el mural que hemos creado juntos, simplemente habrá que decirles, sin sermones: “¿Qué pone en el mural que hicimos juntos?”. Precisamente la idea de hacer equipo y de colaborar hace que la rutina se afiance mejor.

¿Aceptas el reto?

Septiembre es un buen momento para plantearnos el reto de volver a la rutina con ilusión, orden, colaboración de toda la familia y con amabilidad. Y de hacer esta vuelta a la rutina un momento de negociación, de trabajo en equipo para diseñar el orden de las actividades y los murales que queramos poner en casa.

Además de favorecer un buen clima familiar, conseguiremos que nuestros hijos sean más autónomos, aprendan a gestionar su tiempo y no tengamos que recordarles sin descanso lo que hay que hacer.

Así que la rutina, a pesar de su mala prensa, tiene muchos beneficios: da seguridad y orden, disminuye la ansiedad, favorece la cooperación y la autonomía, puede ayudar a reducir las discusiones… Nelsen, Lott y Glenn, de todos modos, nos advierten: puede que las rutinas no funcionen bien a la primera porque “está en la naturaleza humana resistir el cambio”.  

Ánimo, septiembre es un mes maravilloso, nos permite empezar cero, elegir ser lo que queramos ser. Otra cosa es que lo consigamos 😉