“Disfruta mientras puedas, ¡que después llega la adolescencia y se acaba lo bueno!”. ¿Cuántas veces habremos escuchado esta frase y muchas más que van en la misma línea? Y es que es una realidad innegable: que nuestros hijos lleguen a la adolescencia nos aterra.

Ángel Peralbo, psicólogo y escritor de libros como “Tu hijo no es tu enemigo”, cree que uno de los principales errores que cometemos madres y padres es “anticiparnos a la adolescencia de manera negativa”. Para que arrojarnos un poco de luz para sobrellevar esta etapa vital de la mejor manera posible, el psicólogo nos ofrece 6 claves que debemos tener muy en cuenta. ¡Preparad papel y boli!

El problema no es la adolescencia, sino anticiparnos a ella negativamente

Ángel Peralbo explica que, por supuesto, “la realidad de la adolescencia es mucho más compleja, es más difícil y, obviamente, va asociada a más preocupaciones que casi cualquier otra etapa de la vida. Por lo tanto, es una etapa de cambios, es una etapa que va en contraposición a lo que hasta ese momento ocurre”.

Sin embargo, si bien esta es la parte objetiva asociada a la adolescencia, “el auténtico problema no es tanto la adolescencia, sino el proceso de anticipación, porque los padres llevan ya mucho tiempo anticipando de manera negativa lo que va a ocurrir con sus hijos adolescentes”, apunta el psicólogo. Y añade: “Esto es un problema porque el cerebro está preparado para gestionar mejor las situaciones difíciles cuando llegan que cuando aún no han llegado”.

Es decir, cuando anticipamos lo que creemos que va a ocurrir, “surgen emociones como el miedo, que se convierte en un miedo constante, lo que nos va a debilitar y predisponer. Además, también tenemos que tener en cuenta que las experiencias de los demás no tienen por qué ser las nuestras. No podemos recargarnos y dejarnos condicionar por las experiencias de otras personas”.

¿Cómo comunicarnos con ellos si se niegan a hablar?

Otro aspecto clave que surge en la adolescencia es la comunicación (o, mejor dicho, la falta de ella). Es complicado comunicarse con alguien cuando se cierra en banda o nos oculta cosas. Por eso, Ángel Peralbo nos aconseja que “lo primero es hacernos la pregunta a nosotros mismos como padres y madres sobre qué canales de comunicación estamos utilizando. Quizá nos demos cuenta de que estamos utilizando interrogatorios, preguntando una y otra vez de manera machacona sobre los mismos asuntos”.

"Si no cambiamos el repertorio de estrategias, vamos a conseguir muy poco de los adolescentes"

Ángel Peralbo - Psicólogo

También es importante que revisemos nuestro lenguaje no verbal, pues puede que el que usamos cuando hacemos preguntas esté “ligado a emociones negativas. Si no cambiamos el repertorio de estrategias, vamos a conseguir muy poco de los adolescentes”.

Es posible relacionarse con adolescentes sin gritar

Es difícil, sí. A veces perdemos los nervios y acabamos discutiendo con ellos y alzando la voz. Tampoco tenemos que fustigarnos por ello. Pero también es cierto que siendo conscientes de ello, podemos emplear otras estrategias comunicativas que no acaben en gritos y agotamiento, tanto para ellos, como para nosotros.

Para conseguirlo, Peralbo hace referencia a dos pasos clave: “El primero, el convencimiento. Lo primero que tendríamos que hacer es convencernos de que es buena idea lo de no gritar, es decir, aceptar que cuando gritamos estamos utilizando una respuesta automatizada que está ligada a emociones básicas como la ira”.

Y, en segundo lugar, “debemos trabajarlo, porque el convencimiento no es suficiente. Tenemos que entrenar el manejo de un tipo de comunicación alternativa, desde la que podamos hablar mucho más despacio y edulcorar el lenguaje que utilizamos con ellos. Esto es muy importante”.

Por lo tanto, “si estamos convencidos, si somos conscientes y si entrenamos un poquito esa respuesta, vamos a ganar muchísimo”.

La adolescencia es más compleja, difícil y va asociada a más preocupaciones que casi cualquier otra etapa de la vida Pexels

Tu hijo no es tu enemigo, pero… ¿puede ser tu amigo?

“A los padres y madres que pretenden ser amigos de sus hijos, yo les diría, lo primero, que no lo van a conseguir nunca. Y segundo: ¡menos mal!”, señala Ángel Peralbo.

"Ser padre o madre es algo mucho más global que ser amigo, aborda cuestiones que son incompatibles con un rol de amistad”

Ángel Peralbo - Psicólogo

Porque realmente, al final, “nuestros hijos no necesitan más amigos, y aunque los necesiten, ni siquiera en ese caso se debería actuar así. Entre otras cosas, porque ser padre o madre es algo mucho más global que ser amigo, aborda cuestiones que son incompatibles con un rol de amistad”.

Además, el psicólogo añade que “hay que aprender a mantener el equilibrio entre estar cerca afectivamente siempre -más que los amigos- y, por otro lado, ser los encargados de enseñarles límites que necesitan aprender, porque luego la vida se los va a poner sí o sí”.

Los límites son necesarios

“Los valores solo se pueden trabajar si se establecen ciertos marcos a partir de los cuales ellos puedan ir desarrollando esos valores y haciéndolos propios”, apunta Ángel Peralbo. Por lo tanto, a pesar de que a veces pensemos que “ya son mayorcitos”, aun así nos necesitan a nosotros y necesitan que les pongamos ciertos límites.

Sin embargo, “hay que tener en cuenta que ellos están en edad de resistirse y que es muy probable que lo hagan ante los límites que les intentemos poner. Así pues, la posibilidad de conflicto no tiene que pararnos. Sí que es cierto que, si hay altos niveles de conflictividad, habrá que trabajar para minimizarlos”, concluye el psicólogo.

Cambiemos la perspectiva y reflexionemos

Es importante que tengamos en cuenta que lo que nos dicen nuestros hijos no tiene tanto que ver con lo que piensan sino con lo que sienten en ese momento.

Por eso, cuando nos dicen “te odio”, tenemos que pararnos a reflexionar y poner el foco en que esa frase proviene del estado emocional en el que se encuentra nuestro hijo en ese momento y, por lo tanto, lo que en realidad está transmitiendo no es odio hacia nosotros, sino frustración, ira, decepción…

Porque, parémonos a pensar un momento, ¿de verdad creemos que nuestros hijos nos odian o piensan que somos lo peor? Ángel Peralbo asegura que, por su experiencia con adolescentes, “están muy lejos de pensar eso”.