Un intenso olor a pan de verdad me recibe en la panadería Buyo de la avenida de Monelos. El aroma va acompañado de una atmósfera blanca llena de harina que hace que los pies resbalen. Desde la puerta se ve el obrador, las prisas por cumplir con los pedidos y la cadena de bandejas repletas de barras que esperan su momento para entrar al horno. En el mostrador de madera Carmen Buyo Melliz atiende a los clientes sin preguntar lo que quieren porque ya conoce sus gustos y, en sus pocos ratos libres, mira hacia el interior del taller para contemplar orgullosa el trabajo de su hijo, al que llama jefe. "Me gustaría una ciudad con progreso -pide- donde la gente tenga trabajo, donde haya más ventas para que todos podamos vivir mejor y sin miedo". Buyo cuenta que es hija, nieta y biznieta de panaderos, que el negocio "va tirando porque la gente aún valora el pan artesanal" y, cuando su hijo se asoma para escuchar nuestra conversación, bromean para reconocer que la crisis a veces les hace reír y llorar. Carmen Buyo duda de que se pueda conseguir una ciudad más estable tras las elecciones y siente que es responsabilidad de "los políticos que haya más empleo y que se creen más puestos para que la gente pueda vivir dignamente, sobre todo, la juventud".

El olor a pan me acompaña mientras camino por el distrito 8 rumbo al parque de Eirís y sólo consigo olvidarlo cuando la charla con Manuel Sánchez Ciudad se alarga. Regenta con su familia la administración de loterías de la avenida de Monelos y cree que para el futuro se necesita "mejor movilidad, que los buses no paren cada diez metros, que haya más fluidez y que para llegar al centro no necesites pasar por media Coruña". Reconoce que la forma peninsular de la ciudad dificulta su deseo de un transporte público más ágil, pero cree que los técnicos podían buscar soluciones alternativas como "habilitar zonas de uso exclusivo para los autobuses en el puerto". Tenemos que parar la conversación tres veces para que Manuel pueda vender dos apuestas dobles de la Primitiva, una simple de máquina y otra de Bonoloto. "La gente juega más o menos lo mismo que siempre, sobre todo, van al euro -explica- pero hace una par de años algunos venía muy desesperados, intentando salir del pozo con los premios, y así es mejor no jugar porque hay pocas probabilidades de ganar y la vida no puede depende de la suerte".

Sánchez cree que el último mandato se ha notado en el barrio porque se han ejecutado "obras en zonas que estaban totalmente olvidadas, se han puesto aceras en los números pares de Monelos y arreglado el saneamiento del colegio Eirís, mejoras que tal vez no sean faraónicas pero ayudan mucho". El comerciante respalda que desde María Pita se apueste por "trabajos pequeños que tienen en cuenta el día a día de la gente" y admite que no le importa que Carlos Negreira salga reelegido el 24 de mayo, aunque no especifica la dirección de su voto y ve difícil otra mayoría absoluta.

Empieza a llover. El viento del norte deja vacío el parque de Eirís y congela mis ganas de caminar, así que busco resguardo en los pocos comercios que encuentro entre las calles Cabañas y Fray Pedro Payo Piñeiro. Sergio Pérez Valiño tarda unos segundos en darse cuenta de mi presencia en el taller mecánico donde trabaja porque está metido en el capó de un vehículo y la música de fondo le impide escuchar mi primer buenos días. Rompo su trabajo en solitario y, en cierta medida, su rutina. "Vivo a una calle de aquí, siempre me muevo por esta zona, mi mundo es Eirís y me cuesta pensar qué ciudad quiero para el futuro", reconoce un poco agobiado. Hablamos y sin querer me cuenta que "el barrio se está poniendo al día, ha mejorado mucho en los últimos años con las obras del parque y los nuevos equipamientos". Personalmente va tirando porque sus clientes no le fallan y vive tranquilo. Su realidad le lleva a creer que "el alcalde que salga no va a influir en la vida de la gente porque todos son más o menos iguales". Sergio irá a votar, baraja dos opciones y se decantará por una u otra en función de la campaña.

En la pescadería Eirís, María Luisa García Cousa corta un par de rodajas de salmón a una cliente mientas admite que han bajado mucho las ventas y pide para el futuro "más empleo y estabilidad con los que la gente pueda vivir mejor y consumir más". "Los pequeños negocios -continúa con su radiografía- casi no ganamos para cubrir gastos, yo me mantengo como puedo para cobrar el día de mañana una jubilación, pero seguir es muy difícil porque nos queman a impuestos y a nadie le importa". Desde su punto de vista "esto no lo arreglan ni los de un partido, ni los del otro, ni los que vienen nuevos porque ninguno motiva la creación de empresas", tal vez por eso duda de a quién votar en mayo.

Se acerca la hora de comer y en la tienda de alimentación Grela donde trabaja Manuela Sánchez se juntan los vecinos que van a por el pan y con los que buscan una alternativa rápida para la comida. En un breve momento sin clientes, la vendedora defiende que se necesitan "más negocios pequeños para revitalizar el barrio, casi no se ve a nadie de paseo por las calles porque la mayoría de las tiendas están cerradas y no apetece andar viendo locales sin vida y feos". Manuela vive en Eirís desde 1978 y reconoce que en los últimos años el barrio ha ganado en equipamientos y zonas verdes, mejoras que, sin embargo, no han motivado la apertura de nuevos establecimientos porque tiene la sensación de que hay "más ayudas para los grandes que para los pequeños, a los que sin duda les cuesta mucho más permanecer abiertos". Con gracia esquiva la pregunta de si cree que las urnas pueden cambiar este panorama: "no sé de política y no sé si lo arreglarán, pero votaré a los míos. Te digo el pecado, pero no el pecador".

Cruzo la acera y en la ferretería Vecino Beni Mato deja su reunión con un comercial para atenderme y soñar con "una ciudad en la que los negocios de toda la vida no estén cerrados". La vendedora hace memoria para recordar que "aquí antes teníamos una tintorería, dos zapaterías, cuatro mercerías, bodegas y ahora quedamos cuatro". Mato liga el empleo con la felicidad al considerar que "la gente se siente muy infeliz porque no tiene estabilidad, no sabe cómo se va a ganar la vida porque no hay porvenir, pero sí mucha pobreza". En su entorno, todos sus amigos tienen hijos, familiares o conocidos en paro y cree que esta situación no va a cambiar después de las elecciones municipales porque "todos se van llenando sus bolsillos y a nadie le preocupa el pobre". El tono de voz de Beni se vuelve enérgico al admitir que irá a votar "por ninguno". "No voy a votar a nadie -razona-, pero iré a votar y cumpliré con mi obligación como ciudadana, cosa que ellos no hacen porque prometen, prometen y prometen pero luego no hacen nada que realmente mejore la vida de la gente. Lo peor es que son todos iguales".

Al final de la calle Cabañas, José Luis Sanz Santar soporta las obras de su estanco con estoicismo. Explica que sólo se trata de la reparación de una cañería, nada de una reforma porque "todo está muy triste y cuesta salir para delante". Sanz quiere para el futuro "más trabajo y menos mangantes", en referencia a "los políticos que piensan más en llevarse la pasta que en hacer cosas". El comercial sabe que en mayo no irá a votar porque "ninguno ilusiona, cuando llegan las elecciones asfaltan cuatro calles y hacen cuatro chorradas, pero después desaparecen. Me parece una pérdida de tiempo porque, salga quien salga, todo va a seguir igual".

Dejo atrás la visión de los pequeños comerciantes de Eirís y no puedo evitar sentir cierto desánimo. Dejo caminar sin rumbo a mis pies y subo por la calle Terranova de Eirís para encontrarme con el moderno centro cívico, un brillante edificio metálico que contrasta con la oscuridad que he sentido dos calles abajo. Y recuerdo mi ridícula experiencia en la instalación hermana de Os Mallos, en el distrito 10, y entro para comprobar si entonces no me dejaron hablar con la gente porque me atendió una funcionaria que tenía un mal día o porque son las normas. De cara, le planteo a la chica de recepción si me deja entrar para coger testimonios y, discreta, coge el teléfono, llama a la directora y me la pasa. Le cuento mi intención de pasar y hablar con los usuarios de las instalaciones públicas para un reportaje sobre la ciudad y me responde, con todo educado, que "no va a ser posible porque todos estos asuntos hay que tratarlos primero con el gabinete de prensa el Ayuntamiento". Le respondo, también muy educada, que no le encuentro sentido a pedir permiso para hablar con la gente, que es la gente la que debe decidir si quiere atenderme o no. Y me contesta que como se trata de una instalación municipal todo lo que pase dentro debe contar con el seguimiento del gobierno local. Nos despedimos con mucha educación, cuelgo el teléfono y me voy. No entiendo a qué se debe este ridículo control a lo Gran Hermano. Creo que me lo voy a tomar como algo personal y centro cívico que vea en mis futuras rutas por la ciudad, centro cívico al que voy a entrar para hacer la misma prueba. A ver qué pasa.

Fuera, en la rampa de acceso, hablo sin dificultad con Marcelino Candal Liste que esta mañana se ha acercado al centro cívico para ojear la prensa. Usa las instalaciones cuando le apetece, no todos los días, sólo cuando quiere ojear un par de periódicos. Marcelino está jubilado, trabajó más de veinte años como taxista y cree que lo que más se necesita "en estos tiempos es empleo para que los jóvenes puedan hacer su vida". Encoge los hombros para demostrar que no sabe si las próximas elecciones facilitarán la creación de más puestos de trabajo, pero sabe que irá a votar y por quién.

El viento mezclado con lluvia continúa y los pocos viandantes que nos atrevemos a caminar por la avenida de Lamadosa nos resguardamos en el soportal de uno de los edificios que se han levantado en los últimos años en el parque de Eirís. En los bajos de la torre coincido con Azucena Martín Martín que pide para el futuro una ciudad "sin paro, con mucho trabajo y con más servicios para las personas mayores porque se necesitan más residencias públicas con plazas suficientes para atenderlos a todos". Martín duda de que los programas incluyan estas cuestiones porque "los partidos políticos están muy alejados de la gente, viven en una nube y no están en el día a día". "No sé qué asesores tienen -continúa- o en qué reflejo ven las cosas pero están alejadísimos de la realidad y, lo peor, es que nos quieren hacer tontos y tratan de manipularnos". Admite que "el gobierno actual se ha esforzado en mejorar algunos barrios", pero para ella no es suficiente porque "fallan las políticas sociales". Con cierto pudor y media sonrisa, Azucena reconoce que irá a votar y que confiará en su partido de siempre porque ella siempre vota con el corazón.

Al doblar la esquina, los padres que se acercan a la escuela infantil A Galiña Azul corren para recoger a sus hijos sin mojarse. Iván Martís Santiago tiene el detalle de hacerme pasar al centro para hablar bajo techo, aquí nadie vigila la conversación. El joven cree que se necesitan "más oportunidades laborales para conciliar la vida familiar y profesional". Cuenta que trabaja en Noia, que ha conseguido una reducción de jornada para poder compaginar con su pareja el cuidado de su pequeño Manuel y que encontrar un empleo en A Coruña es casi misión imposible. Vive en Eirís desde hace dos años, tantos como tiene su hijo, y se muestra satisfecho con "los servicios que hay en el barrio porque parece que el actual alcalde se mueve bastante por mejorar los problemas de las calles". El próximo 24 de mayo trabaja y no sabe si podrá desplazarse desde Noia para votar, "igual hasta voto por correo, pero no lo tengo claro", señala. Lo que sí intentará es buscar la manera de acudir a las urnas de las próximos generales porque "ahí será otra cosa". Manuel quiere marcharse, lleva horas en la guardería, ha hecho un bizcocho en clase que enseña orgulloso y ya está cansado. Dejamos la charla y el niño levanta la mano para decirme adiós. Repito su gesto y le respondo: ¡Adiós Manuel! Y pienso: ¡adiós Eirís, adiós distrito 8!

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