Termino mis rutas por A Coruña en la plaza de María Pita, símbolo del distrito 1 y, de alguna manera, de todos los demás porque de los votos de cada distrito, de cada ciudadano, saldrá elegido el alcalde o la alcaldesa que ocupará el Palacio Municipal los próximos cuatro años. O Ventorrillo, Vioño, Novo Mesorio, Eirís, Monelos, Os Castros, el mercado de As Conchiñas, el campus de Riazor, Sagrada Familia, Cuatro Caminos, el Ensanche y Monte Alto, todos mis viajes, terminan aquí. El edificio modernista sirve de telón de fondo de mis últimas conversaciones, escucha las últimas peticiones. Empieza la cuenta atrás para llegar a las cien coruñas que forman ¿Qué Coruña quieres?

Si se mira al frente desde la entrada de la tienda de souvenirs Breogán se ve sin dificultad una de las tres puertas del Palacio Municipal, la más concurrida y que atiende las visitas diarias. En medio hay más de cien metros pero el número 16 y el 1 de la plaza de María Pita comparten línea de visión entre los arcos de los soportales. Por eso, Daniel Pousada puede fumar un pitillo apoyado en una de las columnas de piedra de su lado sin perder ojo a lo que pasa en la plaza y en su negocio. "Quiero una ciudad que pueda producir algo para vender -dice- y que no dependa tanto de los servicios. Hace falta más industria o invertir en sectores como el textil para ganar fuerza económica". También le gustaría que se ampliara la extensión de la ciudad incluyendo los municipios del área metropolitana para "no repetir servicios y eliminar fronteras que llevan a situaciones surrealistas como que un bus pase por Meicende y no pueda parar porque es como el extranjero". Esta petición fue realizada antes de que la línea 6 ampliara su recorrido hasta Meicende. Pousada duda en quién confiar su voto, siente que sus peticiones no figuran en la lista de prioridades de los partidos políticos porque "lo único que les interesa es llegar al Ayuntamiento para ganar dinero rápida y lícitamente".

La sombra de los soportales le permiten a Eduardo Añón ver con claridad la pantalla de su móvil y hacer una anotación entre los papeles que le ocupan esta mañana. Para el futuro quiere que "A Coruña conserve lo que es, una urbe cosmopolita, liberal, con los brazos abiertos a todo el mundo, en pocas palabras: que se cumpla el lema que dice que es la ciudad en la que nadie es forastero". Por suerte, defiende que esto no depende de quién ostente el bastón de mando de María Pita porque está "en los genes de los coruñeses" y que lo único que posibilitan las municipales del 24 de mayo es que "no entren más ladrones, porque el que roba es un ladrón y no un corrupto como algunos quieren definirse", matiza. Añón acudirá a votar como ha hecho siempre y sabe en qué formación política confiar porque "creer -puntualiza- solo creo en Dios".

Las gestiones de Carmen Vázquez le llevan a pasar por la plaza de María Pita. Va con prisas, atiende mensajes y enumera una larga lista de peticiones para alcanzar la ciudad que desea. En su opinión, se necesita aumentar la frecuencia de las líneas de autobús, reducir los centros comerciales, regular mejor el tráfico en el centro, garantizar parques con árboles que den sombra y reforzar el mantenimiento del mobiliario urbano, todo con el objetivo de "conservar lo que se tiene y dar más calidad de vida a la gente". Ningún político le merece demasiada confianza porque "se han profesionalizado, antes se dedicaban a la labor pública por ideología pero ahora parece que únicamente buscan un sueldo fijo y los privilegios que acarrea el cargo". Vázquez reconoce cierto cansancio con la política y los políticos, apuesta por un cambio de mentalidad para exigir que "si te cobran impuestos, se note en los servicios" y para que los concejales den la cara y atiendan a los ciudadanos.

Los peldaños de la estatua de María Pita sirven de banco para Mónica Ortiz y una amiga. Comparten una bolsa llena de golosinas y, sin prisa, las saborean entre confidencias. El 24 de mayo será la primera vez que vote y vive la nueva experiencia "con ganas de que cambie algo, pero tampoco con una especial ilusión por el hecho de ir a votar", admite. La joven cursa primero de Sociología y quiere "más becas para el estudio porque las matrículas cada vez son más altas y mucha gente no puede permitírselas". Desde el escalón, ve que "hay demasiados coches para tan poca ciudad", que "los parques ya no son como antes" y está "harta de dar mil vueltas" para ir desde su casa en Someso a Elviña. Todavía no ha decidido las siglas de su papeleta, pero tratará de que casen con sus ideales y los principios que le han transmitido en su familia.

La pareja formada por Juan del Valle Rodríguez e Iria Espiñeira Sánchez está de paseo y disfruta de una granizada sentada en uno de los bancos de la plaza. Si a algo están acostumbrados es a los pactos porque no coinciden en sus preferencia políticas. "Pero hablando siempre conseguimos llevarnos bien", dice Iria. Ambos creen que el diálogo y la búsqueda de puntos de encuentro también deberían llegar a María Pita para reducir "el tráfico, ampliar las zonas verdes, hacer que obras como las de A Grela no se eternicen y ofrecer lugares públicos para organizar actividades o dar cursos de formación", propone Juan. Su compañera asiente y añade que también se deberían "ampliar las zonas de aparcamiento en superficie gratis porque en cualquier lugar del centro tienes que pagar". Los caminos para conseguir la ciudad que ambos quieren les dividen. Ella apuesta por formaciones como Ciudadanos para que "no estén los mismos que ahora". "Aunque no me gustan los de Podemos, hasta los prefiero a lo de siempre". Más cauto, él advierte del peligro de que los nuevos partidos también decepcionen y que lo que realmente se necesita es "erradicar el enchufismo, los chanchullos y que todos se aprovechen de su posición pública para enriquecerse". Y sus visiones se vuelven a unir cuando Iria apostilla que también se precisa "un cambio de mentalidad para acabar con la picaresca de la sociedad que a veces nos hace tener lo que nos merecemos".

A la hora de la merienda las ganas de juego de los hijos de Sara Palacios, María Teresa Pita y Ernesto Vázquez Gutiérrez les unen alrededor de un banco de la plaza, que pronto se convierten en una especie de casa donde los niños dejan las chaquetas, apoyan los patines y cogen el bocata de Nocilla para enseguida echar a correr. En el ambiente familiar se cuelan contenidos de peso cuando los padres piensan A Coruña que quieren para el futuro de sus pequeños. "Se necesita una ciudad más solidaria para cubrir las actuales carencias de la administración y más accesible para todo el mundo", dice Sara. A María Teresa le preocupan las coberturas sociales porque resulta "imposible conseguir plaza en una guardería pública, por ejemplo, y existen muchas carencias en los servicios básicos. Además falta movimiento asociativo porque no hay apoyo de las administraciones y tampoco implicación de la sociedad". A la terna de debate Ernesto añade que son necesarios "más recursos para la gente que está empezando, para que consigan trabajo y no se marche de aquí porque hay jóvenes con muchas ganas y muy formados que se tienen que ir fuera para encontrar su futuro".

Los niños reclaman la atención de Sara y Ernesto, y me quedo un rato hablando con María Teresa en el banco, donde me cuenta que su experiencia laboral en distintos ayuntamientos le ha permitido ver que "la política se ha convertido en una profesión y los políticos cambian de chip cuando gobiernan, se olvidan de los ideales y su prioridad es asegurarse su futuro laboral, volver a salir para seguir viviendo de la administración pública con un sueldo y unas prebendas que no consiguen en otra profesión". Escéptica, no cree que en las municipales se produzca un vuelco electoral porque "la gente tiene tantos problemas en su vida cotidiana que al final impera eso de más vale malo conocido que bueno por conocer y creo que es un error porque no es lo mismo derecha que izquierda". Defiende que "el verdadero cambio se producirá cuando desaparezcan las mayorías absolutas que lo tumban todo, cuando estén obligados a pactar y a debatir para llegar a puntos de encuentro". Vuelve Sara y se suma al discurso de su amiga para añadir que se conforma "con que los partidos nuevos consigan representación para que se tenga en cuenta su punto de vista y entren nuevos planteamientos en el salón de plenos". "Es el momento -apunta Ernesto, que también se acerca- de que se regenere el bipartidismo porque como no pase ahora, será una decepción. La gente nueva, llámese Podemos o Ciudadanos, merece tantas oportunidades como les hemos dado a los de siempre. Vivimos en una sociedad en la que exigimos controles de calidad para todo, para un yogur o un coche, pero no para nuestros políticos. Parece que da igual que roben y engañen, hay ciudadanos que les siguen votando y esto no puede ser". Los tres irán a votar para que a la plaza que les hace de patio de regreso llegue una corporación municipal más plural.

Sentada a los pies de la estatua de María Pita encuentro a la Coruña número 100, Marta Cancela, que por sus palabras y su tono se convierte en mi heroína. "Tras cuatro años en Madrid y Niza, he vuelto porque quiero estudiar aquí, vivir aquí y tener hijos aquí. Quiero potenciar mi ciudad y tener planes de futuro en ella. Tal vez no sea fácil, pero no imposible", dice. Y continúa: "Hay que cuidar lo que tenemos porque es precioso. Todos los coruñeses amamos nuestra ciudad y nos sentimos muy orgullosos de ella, y cuando estamos fuera enseguida queremos volver". Marta propone que se limpien más las calles, que se iluminen mejor y que se rehabilite la Ciudad Vieja porque es "maravillosa y ahora da pena". Es consciente de las actuales dificultades laborales, pero se resiste a conformarse porque "tenemos de todo y parece que no somos nada, hay que impulsar nuestra industria, el sector terciario y el turismo", defiende convencida. Irá a votar el 24 de mayo porque es "hora de que esto cambie, no digo que se borre todo lo que hay ahora, pero sí que se apueste por nuevas alternativas para luchar todos juntos y conseguir un futuro mejor". Marta es a partir de ahora mi María Pita, ni buscándolo encuentro un final mejor.