Consecuencias. Pase lo que pase hoy, mañana los partidos pondrán el contador a cero y empezarán a pensar y trabajar con la vista puesta en las elecciones europeas y municipales de mayo, que se celebran dentro de 28 días. Será la segunda vuelta a unos resultados, hasta el cierre de las urnas inciertos por el elevado porcentaje de indecisos (el 46% en Galicia y el 42% en España, según el CIS). Será la oportunidad para intentar dar la vuelta al marcador o para consolidar el resultado, eso sí para sufrimiento de muchos alcaldes y candidatos, que verán su campaña contaminada por los resultados de hoy y las negociaciones de los acuerdos de gobernabilidad. En la comunidad gallega, el resultado también se leerá en clave autonómica en las sedes de los partidos: ¿hay riesgo de erosión en la mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo? ¿Tiene opciones serias el PSdeG de disputarle al PPdeG la Xunta en los comicios del año que viene?

La decisión está en manos de los electores. Acudimos a las urnas con pocas certezas y muchas incertidumbres. Los sondeos coinciden en que el PSOE ganará las elecciones, pero las encuestas no han logrado despejar la incógnita de quién gobernará o quién tendrá opciones de intentar formar gobierno a partir de mañana. ¿Se mantendrá Pedro Sánchez en el Gobierno con el respaldo de Pablo Iglesias o necesitará el apoyo de los independistas catalanes y vascos? ¿Pablo Casado tocará poder en el primer intento y cuán determinante será C's y Vox en su acción de gobierno? ¿O la opción será la preferida por Financial Times, un gobierno de coalición PSOE y Ciudadanos y será a costa de remover a Albert Rivera de la presidencia del partido naranja? No se descarta incluso que haya que repetir elecciones, tal es la fragmentación del tablero político, tras el derrumbe del bipartidismo. Ya sucedió en 2016, primero en junio y después en diciembre. Estos son los terceros comicios en cuatro años.

Las empresas de demoscópica no se han atrevido a vaticinar quién será el inquilino de La Moncloa. Han aprendido de errores pasados. La indecisión y el voto oculto son tan altos que se desaconsejan las apuestas. También despista la campaña tan atípica que hemos vivido. En la recta final, se han celebrado dos debates, donde PP y C's, supuestos socios de un potencial gobierno de coalición, se han enseñado las garras, y Pablo Iglesias pasó de querer asaltar los cielos a ser un segundo fiel de Pedro Sánchez.

Además a pocos días de la cita con las urnas, Albert Rivera le robó a Casado el número cuatro de la lista de las europeas. Y los mítines de Santiago Abascal estaban a reventar de público, lo que ha alimentado las especulaciones en torno a la fuerza real de esta organización extraparlamentaria. ¿Estará Vox en condiciones de disputar el tercer puesto a Ciudadanos?, se escuchaba el viernes en alguna tertulia radiofónica. Con 30 o 60 escaños, resultado que algún analista política no descarta, por primera vez en las Cortes habrá una fuerza de extrema derecha. España ya es Europa, pero no copia sus avances en política social y económica. Y tampoco los cordones sanitarios a la extrema derecha que imperan en otros países. Casado, en el cierre de la campaña, se mostraba dispuesto a un gobierno con Vox.

La gran incógnita hoy es saber qué voto al miedo se impondrá: el de los electores de derecha que temen un Ejecutivo socialista dependiente de los independentistas catalanes. O triunfará la estrategia socialista y de Podemos, y la máxima movilización vendrá de las filas progresistas ante el temor de un gobierno conservador con ascendencia de la extrema derecha y donde logros como el derecho al aborto o la lucha contra la violencia machista estén en peligro.

La España que amanezca mañana será muy diferente, según el resultado que marquen las urnas. Y sea quien sea a quien le toque la responsabilidad de gobernar, las tareas pendientes serán más que abundantes: la crisis catalana y una batería de reformas estructurales que llevan demasiado tiempo en el cajón a la espera de una estabilidad política que no acaba de llegar (mercado laboral, fiscal, mercado energético, educativa...).

Galicia. Los políticos gallegos se juegan mucho con el resultado de hoy. El PPdeG aspira a mantener su posición de liderazgo y repetir como la fuerza más votada y con más diputados. Ahora tiene 12 de los 23 escaños que corresponden a la comunidad en el Congreso y doce de los 16 senadores gallegos. Las encuestas advierten de que el primer puesto en el podio está en peligro. ¿Por qué? Porque por primera vez Ciudadanos y Vox estarían haciéndose un hueco en el nicho electoral del PPdeG. Si el partido de Rivera o de Abascal le roba diputados, saltarán las alarmas en el PP gallego. También preocupará que los votos fugados a C's o Vox, aunque no se traduzcan en escaños, minen su posición predominante. El PPdeG siempre ha sido la fuerza más votada en la comunidad y con más escaños en las elecciones generales. Si hoy hay un vuelco, o simplemente PP y PSdeG empatan, el miedo haría acto de presencia de la organización conservadora. El bastión gallego, el gran caladero de la derecha, quedaría tocado. Y con él la fortaleza y hegemonía de los populares, a menos de un mes de las elecciones municipales y a un año de las elecciones autonómicas.

El PSdeG puede ser el gran beneficiado de que el PPdeG tenga competidor en su campo electoral. El CIS, en el arranque de campaña, le situó como primera fuerza. ¿Por qué? Porque crece, aupado por la tendencia al alza del PSOE en todo el Estado, porque el PPdeG cae por los bocados que le mete el partido naranja y el de Abascal y porque sus rivales en la izquierda, Podemos y En Marea, se desploman. Sería una inyección de ánimo para Gonzalo Caballero y su equipo de cara a alzarse como la alternativa a Feijóo en Galicia. En las últimas autonómicas fue En Marea la que se erigió en la fuerza líder de la oposición.

La crisis interna de la fuerza rupturista brinda una oportunidad a los socialistas gallegos, pero el reto es harto complicado. La mayoría absoluta del PPdeG es holgada, y si hasta ahora los populares no tenían ayuda para mantenerse en el poder, a partir del lunes podrían contar con aliados en el campo de la derecha. La aparición de C's, e incluso de Vox, es un arma de doble filo. Puede suponer el inicio del fin de la mayoría absoluta del PPdeG pero también puede ser la bisagra, el comodín que le ayude a mantenerse en la Xunta, si falla la mayoría absoluta.

Hoy por la noche, si se cumplen los designios del CIS, la sede de En Marea podría ser un velatorio y la de Unidas Podemos, un festín, aunque salven por los pelos su representación. El entierro, en todo caso, se demorará. La inminencia de las elecciones municipales obliga a mantener la tregua entre Podemos y En Marea.

El BNG intenta dar el vuelco a las encuestas y regresar al Congreso. Si no lo logra, y En Marea también se apea, por primera vez en veinte años no habrá un nacionalista gallego en la Cámara Baja.