Partido Popular. La noche de ayer fue aciaga para el PP gallego, pero no solo por haber perdido la posición de liderazgo, tres diputados y casi 203.000 votos, que también. El dato que enciende las alarmas y desata la preocupación es que el PP con las otras fuerzas de derecha que han irrumpido en la comunidad no son mayoría. PP, Ciudadanos y Vox sumaron ayer más de 716.000 papeletas, pero el bloque de la izquierda, con PSOE, Unidas Podemos, En Marea y BNG le superan en casi 157.000 votos, al lograr el apoyo de más de 870.000 ciudadanos. Los datos no son extrapolables a otras citas electorales, y más éstos, al tratarse de una cita extraordinaria con una movilización histórica (del 59% al 74% de participación), pero deben inquietar al PP, que ostenta la única mayoría absoluta en una comunidad autónoma, a un mes de las elecciones municipales y a un año de los comicios gallegos.

El PP perdió 203.000 votos en Galicia, pero no todos se fueron a Ciudadanos y Vox, pues el partido de Albert Rivera ganó más de 47.000 en comparación con 2016 y la formación de Santiago Abascal irrumpió con 86.000 papeletas. Faltan unos 76.000 votantes del PP que o se fueron a casa o al PSdeG. El PP insistió ayer en explicar que dividir el voto de la derecha dio la victoria a los socialistas, pero su caída no se explica solo por la aparición de nuevas fuerzas en el caladero de la derecha.

Ciudadanos y Vox le meten un buen mordisco al PP en Galicia, pero la formación liderada por Alberto Núñez Feijóo puede presumir de ser la que mejor resiste en todo el país. Pierde el 25% de sus escaños, tres de doce, pero nada que ver con el descalabro Cataluña, donde pasa de seis a uno, o de Madrid, donde pasa de 15 a siete. Además, el partido de Santiago Abascal no traduce sus papeletas en escaños en Galicia. La comunidad gallega es una de las seis autonomías que frenan el auge del partido de extremaderecha. El resultado gallego es mejorable, admitió ayer por la noche Feijóo, pero a la vista de que Pablo Casado ha cosechado el peor resultado de la formación conservadora en su historia, ayer en las tertulias de la televisión el nombre del presidente de la Xunta volvía sonar como posible relevo del líder del PP.

PSdeG. Cuando en octubre de 2017, Gonzalo Caballero ganó las primarias a la secretaría xeral del PSdeG y se hizo con las riendas del socialismo gallego, nada hacía presagiar que viviría una noche como la de ayer. Entonces gobernaba el PP en Madrid y en Galicia Feijóo disfrutaba de su tercera mayoría absoluta. El PSdeG además era tercera fuerza en la Cámara gallega, sobrepasado por En Marea e internamente estaba muy debilitada tras la dimisión de José Ramón Gómez Besteiro. Así que superar ayer el medio millón de votos, lograr diez escaños y colocarse por encima del PP tanto en diputados como en papeletas es toda una inyección de ánimo para los socialistas gallegos. El entusiasmo es mayor, pues a un mes de las elecciones municipales son la fuerza más votada en las siete ciudades, cuando hace cuatro años eran los populares. En Ourense, donde gobierna el PP, recogen 7.000 votos más que los populares, y también superan en votos a las fuerzas del espacio de confluencia que en 2015 se hicieron con las alcaldías de A Coruña, Santiago y Ferrol. A los socialistas gallegos se les abre la oportunidad de disputar al PP la Xunta. Por lo pronto, ayer se afianzaron como fuerza líder de la oposición, en detrimento de En Marea y Unidas Podemos.

Unidos Podemos. La coalición de Podemos y Esquerda Unida retiene dos de los cinco escaños de En Marea. Un mal resultado por su pérdida de influencia, pero da igual, están de celebración. ¿Por qué? Porque a sus rivales internos, En Marea, les ha ido peor que a ellos. Los electores los han mandado para casa. Unidas Podemos se queda con los restos del naufragio de En Marea.

Hace cuatro años, En Marea, la unión de Podemos, Esquerda Unida, Anova y otras fuerzas de izquierda y nacionalistas, era el partido llamado a llevar al PP a la oposición. No lo logró, pero se convirtió en la segunda fuerza de O Hórreo. En tres años ha dilapidado su capital político por guerras de poder. ¿Por qué sobrevive Unidas Podemos, y no En Marea? Porque las crisis internas se asocian a la segunda marca, y por el efecto Pablo Iglesias.

En Marea. Los electores castigan las crisis internas, y la historia de En Marea ratifica esta máxima de los politólogos. Y el mayor damnificado ha sido la pata nacionalista de En Marea, que ayer fue la séptima fuerza más votada, superada incluso por Vox, BNG y Ciudadanos. Los cinco escaños obtenidos en 2016 se han reducido a dos y los dos se los ha quedado la coalición de Unidas Podemos. Luís Villares se quedó con la marca En Marea, muy tocada por las guerras de poder, pero sin diputados en Madrid. Es un duro revés para sus aspiraciones de supervivencia. Villares y su gente son minoría en el Grupo de En Marea en el Parlamento gallego. ¿Cuánto puede aguantar Luís Villares como portavoz de un grupo en el que no manda y en el que no le quieren, tras el varapalo de ayer en las urnas? La proximidad de las elecciones municipales puede dilatar el final, pero éste resulta inevitable. Hay pendiente un divorcio y un reparto de los bienes. Alguien tiene que irse, pero la resolución se complica porque la sección de Villares es la dueña de la marca En Marea.

El Bloque. La portavoz nacional del BNG, Ana Pontón, aspiraba a protagonizar de nuevo la remontada de septiembre de 2016, cuando las encuestas enviaban a la formación nacionalista al Grupo Mixto, sin el número de diputados necesarios para tener grupo propio en la Cámara autonómica. Al final, lograron seis escaños. Pero esta vez la fuerza frentista no ha sido capaz de vencer a las encuestas, y el resultado es que el Bloque vuelve a quedar fuera de las Cortes por segunda vez. El efecto Ana Pontón que permitió a los nacionalistas gallegos sacar la cabeza tras la marcha de Xosé Manuel Beiras y su gente se ha demostrado insuficiente, aunque han conseguido duplicar votos desde 2016.

El BNG confiaba iniciar la senda de la recuperación en parte gracias a la crisis de En Marea. Esperaba que el voto fugado al experimento del espacio de confluencia y los nacionalistas de Beiras volviese a casa, tal cual hijo pródigo, pero no todos regresaron al hogar. Tendrán que analizar por qué. Les ha perjudicado una campaña muy polarizada en el eje izquierda-derecha. Ha primado el voto útil en la escena progresista para frenar a la extremaderecha.

Con la exclusión de En Marea y el no regreso del BNG, por primera vez en veinte años no habrá un nacionalista gallego en el Congreso de los Diputados. Una nacionalidad histórica sin partido propio en la Cámara Baja. Una anomalía.

Ciudadanos. Galicia se le resiste al partido de Albert Rivera. De los 57 diputados de su grupo, solo dos son de Galicia. Uno por A Corula y otro por Pontevedra. Es un avance, pues no tenía delegación gallega. Tampoco crece mucho. Engorda en casi 45.000 papeletas, pero lo suficiente para colocar dos diputados, que pierde el PP. Es la cuarta fuerza de la comunidad con casi 180.000 votos y su granero de votos, cerca de la mitad están en las siete ciudades.

Vox. El partido de Abascal no obtiene representación por Galicia, pero recoge más de 86.000 votos y se convierte en la sexta fuerza más votada. Si esas papeletas hubieran sido para el PP gallego, los populares no habrían cedido su posición de liderazgo. Esta es la herida que infligen al PP en Galicia.