Cuando la carrera política de Alberto Núñez Feijóo empezaba a despuntar, lo primero que hizo fue tratar de sacudirse esa imagen de burócrata urbanita y engominado con la que llegó de Madrid proclamando: "soy un niño de Os Peares". Y ahora que la oposición lo describe como un gestor frío y calculador, el candidato popular vuelve a la aldea, a abrazarse con Aníbal, que le cosía los pantalones cortos, con la señora Rosa, que traía el pescado fresco, con su hija con la que salía a repartir la leche por las noches, o con Rosarito, la peluquera del pueblo. Porque el PP siempre fue un partido que conectó con el rural, donde sigue teniendo su principal granero de votos, y además llevó boina mucho tiempo.

En Os Peares, un pueblo situado entre cuatro concellos, tres ríos y dos provincias, Feijóo guarda su legión más fiel de seguidores. A su encuentro ayer fueron prácticamente todos los vecinos, que no son muchos, unos doscientos, de los cuales buena parte se proclaman parientes directos o lejanos de Feijóo. Rosa, con sus 82 años, se arregló y se pintó los labios para recibir al hijo de Sira, de la familia "dos das augas". La otra Rosa, que hace diez caños compró la casa en la que vivió Feijóo, preparó empanada y un vasito de vino de su cosecha para el que fue el anterior inquilino de su vivienda. Lo recibieron con todos los honores: a la entrada del pueblo un cartel que rezaba Alberto, o noso presidente y en la que fue su casa, otra pancarta con la leyenda Os Peares, orgullosos de ti, siempre contigo.

De niño lo vieron rodar con su bicicleta por el pueblo, correr por el río y colgarse de los vagones del tren cuando pasaba, pero ahora es presidente de la Xunta y "está a otro nivel" y eso impone. Lo recibieron en total silencio, esperando un gesto de reconocimiento, una señal de que el "hijo de Sira" sigue siendo el "niño sincero, llano y humilde". "Esto parece una boda o un funeral", rompió el hielo Feijóo y empezaron los abrazos. Se perdió la timidez. "No me invitas a un vaso de vino estando en tu casa", le instó un vecino. "Yo aquí no tengo nada", le respondió Feijóo, que explicó que siempre vivieron de alquiler, "igual que ahora".

"Aquí no me llaman presidente, aquí soy el nieto de la señora Eladia o el hijo de la Sira y el Saturnino". Su abuela tenía un estanco que era también ultramarinos. "Era El Corte Inglés de Os Peares", bromea Feijóo. Le hacía la competencia, solo unas casas más allá, "el alpargateiro". "Tenía un perro tan malo que era difícil acercarse a él y mi abuela no quería perros, así que no tenía quién me defendiera", rememora el candidato popular.

Su abuelo además era panadero. "Y en casa comíamos siempre pan duro porque el pan fresco había que venderlo", comenta. Relató todas estas anécdotas con una sonrisa, que solo mudó en un semblante serio y ojos vidriosos cuando vio emocionarse a algún vecino con sus palabras. "Y eso que venía predeterminado a no dejarme llevar por la emoción", confesó.

Para Feijóo Os Peares, es "un sitio especial" a donde vuelve en los momentos importantes. "Yo lo aprendí todo aquí, no como otros que lo hicieron en universidades extranjeras", señaló. Y de esta forma reivindicó el rural como "motor emocional e identitario" y se comprometió a suprimir impuestos para la compra de casas a familias numerosas, jóvenes y personas con discapacidad en municipios de menos de 20.000 habitantes.

Feijóo demostró hasta qué punto es un niño de aldea y sin mucho esfuerzo sacó de la memoria el nombre y la dedicación de la mayoría de los vecinos, recitó relaciones y parentescos, como quien recita los reyes godos, e incluso se puso a enumerar las carnicerías y las panaderías que había en el pueblo.

Sus vecinos lo recuerdan con su pantalón corto -"lo llevé puesto hasta que dejaron de obligarme", cuenta Feijóo- y montado en bicicleta. "No era traste, muy majo", comenta la ahora propietaria de la casa en la que vivió. Manuel, que ahora es director del conservatorio en Monforte, jugaba con él cuando era niño. "Ya de pequeño era prudente. Si alguien proponía vamos a romper el cristal de esa casa, el siempre ponía freno", asegura. "Y nunca se peleaba con otros niños", añade.