En Marea afrontará antes de fin de año la asamblea de la que saldrá su cúpula y la hoja de ruta de su implantación municipal, proceso en que tiene por delante el desafío de unir las diferentes patas que integran la nueva formación y evitar una dirección dominada por cuotas de los partidos que la impulsaron, aspecto que en el interior de la formación perciben en la confección del grupo parlamentario tras las primarias de verano.

Luís Villares, el rostro de la fuerza alentada por Anova, Esquerda Unida y las mareas locales a la que se sumó Podemos, declaró ayer que su principal objetivo pasa por "asentar" este instrumento político para dar a conocer su oferta. De hecho, la "falta de tiempo" para colocar su mensaje fue alegada como motivo no solo de lograr 14 escaños, por debajo de sus expectativas aunque cumpliendo la meta de superar al PSdeG en votos, sino también de la mayoría absoluta del PP. "Teniendo más tiempo para explicarnos esa mayoría no sería la que resultó", dijo.

La coordinadora de En Marea se reunió ayer para analizar los resultados y comenzar a planificar la asamblea en la que Villares será refrendado como líder orgánico y contará con un órgano directivo. El candidato evitó ayer la autocrítica que sí realizó el alcalde de A Coruña, Xulio Ferreiro, sobre posibles "errores de campaña", que vinculó al tiempo récord entre el nacimiento de la nueva organización y la cita electoral: menos de dos meses. "La convocatoria [electoral] apresurada del PP fue algo que condicionó mucho la capacidad de hacer llegar nuestro mensaje a la sociedad", declaró. Ahí, dejó una crítica al tratamiento mediático. "Tuvimos mucha menor relevancia de la que nos correspondía porque no se nos dio la cobertura de AGE, de la que somos herederos", lamentó. En los medios públicos cada partido recibe un espacio proporcional a su representación en la Cámara.

Sí admitió Villares la "insatisfacción" de no haber alcanzado "responsabilidades de gobierno" tras reiterar, de nuevo, que agotará la legislatura como portavoz de En Marea en el Parlamento. "Vengo para quedarme", insistió antes de dejar claro que "una de las mejores cosas [de la campaña] fue cohesionar la organización". Además, indicó que no era posible calibrar el impacto de En Marea, a pesar de que internamente se esperaban más de 14 actas.

Sin embargo, de puertas para dentro, algunas voces ya comienzan a temer que el proceso interno inminente genere un pulso en clave de cuotas de partidos, como sucedió en las primarias, diseñadas para que los aparatos de cada formación colocasen a los suyos, normalmente de las ciudades, en detrimento de lugares más pequeños.

Además, la gestión de la convivencia entre la estructura futura de En Marea y la de Podemos, cuya dirección se resistió hasta el final a diluir sus siglas, determinará el liderazgo de Villares y el éxito del nuevo partido como continente del rupturismo.

Ruido interno

El ruido interno es uno de los enemigos de la confluencia. El alcalde de Ferrol, Jorge Suárez, reconoció ayer que desmovilizó a sus electores. Villares, por su parte, descartó cualquier efecto sobre el pulso entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón que estalló en la única visita del primero en campaña. "Es un debate que no es de En Marea", sostuvo.

No solo la conformación de una estructura cohesionada centrará el debate interno. También está sobre la mesa el peso del discurso nacionalista. Antes de iniciarse la campaña, Beiras advirtió de la necesidad de acentuar ese perfil. Durante esa carrera electoral, un miembro de En Marea se vanaglorió de "tener todo el voto nacionalista ya", algo que puso en entredicho la resistencia del BNG, que solo cedió un escaño. ¿Es necesaria más presencia de ese discurso? "No, necesitamos más tiempo para explicar nuestro proyecto", respondió a la prensa ayer Villares, que se inició en la política en el BNG cuando era joven. Podemos, sin embargo, cree que el rumbo debe ser más transversal y prefiere no afilar ese aspecto.