El BNG no aprovechó su segunda oportunidad, o los ciudadanos no se la dieron. A pesar de que los nacionalistas gallegos insistieron durante la reciente campaña electoral en que el apoyo a la formación frentista constituiría el voto útil y que incluso con un solo diputado la voz de los gallegos podría ser determinante para la formación de un gobierno en Madrid dependiente de coaliciones, los gallegos desoyeron el mensaje, como ya había ocurrido en la primera edición de estos comicios generales, el pasado 20 de diciembre.

Con un porcentaje de voto inferior al 3%, los nacionalistas, que esta vez concurrieron al Congreso con un cambio, el relevo de Luis Bará, que sustituyó a Carme Adán como número uno a las listas por Pontevedra, y que incluso recuperaron sus siglas para la ocasión después de concurrir con NÓS-Candidatura Galega, no consiguieron el mínimo suficiente ni para hacerse con un escaño. De hecho, las cifras son inferiores a las registradas hace seis meses, cuando alcanzaban el 4,3% de votos, un porcentaje que, desde una lectura autonómica, incluso les impediría acceder a un hueco en el Parlamento gallego en los próximos comicios de octubre. En números absolutos perdieron el 60% de los apoyos que recibieron entonces y apenas sobrepasaron los 43.000 sufragios.

Al igual que ocurría hace medio año, poco antes de Navidad, cuando los candidatos valoraron como un desastre y "malo, sin paliativos" el resultado, también esta vez lo hicieron. La portavoz nacional de la formación y candidata a la Xunta, Ana Pontón, reconoció que los resultados son "malos", aunque justificó que el escenario era "muy difícil". "Desde el BNG hicimos un intento por galleguizar la campaña", alegó, "pero éramos David contra Goliat". Con todo, aseguró que la formación considera que "la única batalla perdida es la que no se da y el BNG va a por todas". "No nos arrugamos ante las dificultades", destacó. Tras asegurar que la campaña para las gallegas ya ha empezado, llamó a la militancia, a los nacionalistas y a los que sienten el país a trabajar por el avance del nacionalismo. La "cohesión" y "la unidad del proyecto del BNG" son, proclamó, "la mejor fortaleza para derrotar al PP".

De poco sirvió que la nueva portavoz nacional de la formación, Ana Pontón, que asumió un papel protagonista en la campaña, repitiera día tras día que sin el Bloque no sería escuchada, que era el único partido libre de obligaciones y peajes y que expusiera un programa de nueva política industria para Galicia, una tarifa eléctrica gallega o una hacienda propia. Al final no hubo segunda oportunidad, como reclamó, y los gallegos ratificaron el exilio del BNG del Congreso por primera vez desde hace dos décadas, sumiendo los números conseguidos en época de mayor auge, en 2000, cuando reunieron más de 306.000 apoyos, en un recuerdo lejano.

Las cifras del Bloque ratifican que la caída del 60% de los votos registrada en diciembre con respecto a los comicios anteriores al Congreso, celebrados en 2011, no fue casual, y que la marea ha arrastrado a los nacionalistas -que prefirieron mantenerse al margen de esas candidatura-, incluso tras superar otra asamblea y un cambio de portavoz. En todo caso, los augurios ya no eran favorables. La encuesta del CIS publicada antes de la nueva campaña preveía que los resultados iban a ser tan negativos como el año pasado. Los sondeos a pie de urna tampoco mejoraron las expectativas en una jornada en la que el BNG lamentó la baja participación, que ve reflejo del "cansancio" y "decepción" de la población por la incapacidad de sus representantes para llegar a acuerdos.