Salvo una hecatombe como la sufrida el domingo por Ciudadanos o por el PP en abril, los resultados electorales siempre contentan a todos los partidos, que interpretan los datos desde un punto de vista conveniente para iluminar los aspectos positivos y relegar a la sombra los negativos. La autocrítica es tan poco habitual como las dimisiones en política.

El 10-N parece mantener esa costumbre. PP, PSdeG, Unidas Podemos y BNG se felicitaron ayer por el resultado y lo extrapolaron, pese a sus diferencias, a los comicios autonómicos del año próximo.

La izquierda presume de adelantar en tres escaños a la derecha (13 diputados en el Congreso frente a 10) y de la imprevisible llegada a O Hórreo de un posible socio para el PP que le permitiese gobernar sin mayoría absoluta, pese al historial de crisis internas que compromete la solidez de su alianza. Los populares se reivindican tras recuperar la condición de lista más votada, pese al empate técnico con el PSdeG.