Fui candidata por primera vez a las elecciones municipales en 1987 por el PSOE. Fue un orgullo, una ilusión inmensa y también una gran responsabilidad, pasar de la militancia de base a la política institucional. Es una sensación de salto al vacío.

En aquel momento mi vida laboral estaba en la Administración de Justicia, gran escuela de aprendizaje en los distintos ámbitos que me tocó asumir y vivir en aquellos duros años 70 y 80. En esos años el compromiso social era fuerte y mi vinculación con los movimientos asociativos fueron intensos, así como en el Ateneo coruñés, donde las actividades culturales y políticas tenían un importante peso en la ciudad. Quizás esta trayectoria tuvo que ver con la llamada del Alcalde Paco Vázquez para formar parte de la lista, con otros compañeros que posteriormente hemos tenido, además de responsabilidades municipales, otros ámbitos de acción política.

Ser candidata es un reto inmenso y una responsabilidad que transciende a lo personal. La clave está en los principios y valores propios y en los de un programa electoral que motive para transformar tu ciudad. Tengo que reconocer que me ha tocado vivir cambios apasionantes: en cultura, infraestructuras, educación, medio ambiente, etc. Modernizamos totalmente la ciudad.

En 1996 di un salto importante como candidata, del ámbito local al estatal, formando parte de la lista al Congreso de los Diputados. En 2004 y 2008 tuve el honor de encabezar dicha lista. Son retos diferentes, pero complementarios: la vida local permite un enorme conocimiento de los problemas de las personas, es un gran bagaje a la hora de legislar, y la estatal da una visión global de la política, como la dimensión de la Unión Europea o el ámbito internacional.

Haber sido candidata en un momento de mi vida, ha sido apasionante y ha cambiado muchas cosas: dejas a un lado tu privacidad para ser una persona pública expuesta a la crítica, unas veces constructiva y otras no tanto. He cumplido un sueño de juventud, hablar para convencer y luchar contra la injusticia social. Es una gran responsabilidad que requiere mucho diálogo y grandes dosis de resistencia y sosiego. Los momentos de una campaña son intensos: preparación, conocimiento, proximidad, diálogo y el reto de una comunicación eficaz que permita traspasar ciertas barreras en ocasiones infranqueables.Y al final siempre quedan los nervios de la noche electoral, en la que se rebobina la campaña a una velocidad de vértigo, pero ya solo queda esperar que la decisión individual de cada persona nos acompañe con su voto. Es la grandeza de la democracia.