Las sospechas de corrupción y los pactos de gobierno se dieron la mano en el undécimo día de campaña hace cuatro años. De un lado, el Ejecutivo del PP, de otro, Ciudadanos, un partido sin apenas recorrido en la ciudad pero al que las encuestas daban escaños y la condición de comodín en la futura constitución de gobierno. Fue su candidato, Santiago Folla-Cisneros, el que lanzó una advertencia a los populares: si necesitaban apoyos para revalidar mandato, dos ediles imputadas en una denuncia por prevaricación, Rosa Gallego y Begoña Freire, debían ser apartadas. La juez retiró la imputación finalmente a ambas. El alcalde, Carlos Negreira, reaccionaba aplazando cualquier decisión al respecto al día después de las elecciones, cuando quizá el número de votos que recibía Ciudadanos no tenía incidencia en la configuración de la nueva Corporación.

Negreira acabaría perdiendo el bastón de mando y Ciudadanos no obtuvo apoyos suficientes para ser decisivos. El entonces alcalde centraba aquel día su discurso de campaña en el emprendimiento y rodeado de jóvenes empresarios prometía la creación de la Casa del Emprendedor en un espacio municipal en el Papagayo. Un plan de empleo juvenil y un sistema integral de calidad turística completaban su plan laboral hasta 2019.

Al empleo aludía la candidata socialista, Mar Barcón, en un discurso en O Ventorrillo alejada de los atriles y los mítines y en contacto con los vecinos, a pie de calle, como repetiría más tarde en el Campo de Marte. Proclamaba al PSOE como el partido "renovado" que lideraba el cambio que reclamaban los coruñeses, en pugna con la confluencia de Marea Atlántica, cuyo candidato, Xulio Ferreiro, se adjudicaba la portavocía de "la primera opción para quien desea el cambio real". El BNG recibía apoyos externos, ajenos a la militancia, por parte de más de 200 estudiantes, profesionales, jubilados y población migrante que reclamaban el apoyo a los nacionalistas en las urnas.