Señal de peligro. El PP ha encendido las luces de emergencia después del domingo. Es cierto que resiste como la fuerza más votada en Galicia. Casi 9.000 votos de diferencia, pero hace cuatro años la distancia era de 140.000. Es cierto que es la fuerza más votada en las urbes de A Coruña, Lugo y Ferrol y sube en apoyos en Pontevedra, Lugo y Ferrol, pero a partir del 15 de junio el escenario más que probable es que en las siete ciudades haya seis regidores socialistas y uno del BNG (Pontevedra) y ninguno del PP, igual que al menos tres presidentes de Diputaciones del PSOE. Manejarán más de 1.000 millones de euros en presupuestos anuales. Entonces nadie se acordará de quién ganó en votos el 26-M. Lo importante no es quién suma más papeletas, sino quién va a detentar el poder. A un año de las elecciones autonómicas, no es el mejor punto de partida para el partido en el poder, que ve peligrar incluso un bastión histórico como la Diputación de Ourense. Podría salvarlo con el apoyo de Ciudadanos. El propio Feijóo lo admitió: "No estamos contentos, no son los mejores resultados".

Una posibilidad. Al PSdeG se le abre una oportunidad, pero no debe olvidar que en septiembre de 2016 el PP gallego logró la remontada, pasando del 35,75% de los votos en los comicios locales de 2015 al 47,53%, un porcentaje que dio a Alberto Núñez Feijóo su tercera mayoría absoluta. El domingo recogió el 33,35% de los votos.

Los socialistas, que el domingo sumaron casi 105.000 votos más que en 2015, deben lanzar a partir de ahora su proyecto para Galicia, vender a Gonzalo Caballero como presidenciable y jugar la baza del poder urbano. Tienen la oportunidad de exhibir otra forma de gobernar y gestionar ante la ciudadanía. El primer y principal escollo que deben salvar será que las grandes ciudades, donde no tienen mayoría suficiente, a excepción de Vigo, no sean foco de tensiones. Deben convencer a sus potenciales aliados (Mareas, BNG, ...) de que la alternativa al PP solo es posible si aparcan diferencias, olvidan agravios y juegan juntos la baza de desplazar a los populares de San Caetano. No será fácil. Las Mareas, ahora en la oposición, pueden tener la tentación de poner trabas, igual que les hicieron a ellos, a los nuevos regidores. Si los ciudades no funcionan como balsas de aceite de aquí a las autonómicas, el PP sacará la artillería, recordará el matrimonio mal avenido que ya formaron Emilio Pérez Touriño y Anxo Quintana.

Efecto arrastre. La alternativa de izquierda en Galicia pasa por el entendimiento entre las fuerzas progresistas, y por ello el PSdeG, satisfecho por haber logrado lo que perseguía el PP, arrebatar A Coruña, Santiago y Ferrol a las Mareas, también debe estar preocupado. Si sus potenciales socios se debilitan, la victoria en las autonómicas se aleja. Es una cuestión de efecto arraste. Lo hemos visto en estos comicios, Unidas Podemos no ha sido la única perjudicada de su fragmentación y tendencia a la baja. El PSOE también lo ha sufrido en la Comunidad de Madrid.

Sin votos de regreso. El BNG regresa a los Concellos de Vigo y Ourense y Miguel Anxo Fernández Lores afronta su sexto mandato como alcalde de Pontevedra, pero los votos fugados hace cuatro años a las Mareas no han vuelto al BNG.

71.000 votos menos. El domingo los populares lograron mantener la primera plaza en las elecciones municipales. Galicia fue una de las cinco autonomías, donde el PP sumó más votos a la hora de elegir alcaldes. Sin embargo, el PSOE fue la fuerza más votada en los comicios europeos. Hubo casi 71.000 gallegos que acudieron a su colegio electoral y al elegir a su representante en el concello escogieron la papeleta del PP, pero al decidir su delegado en Bruselas apostaron por otra formación o simplemente pasaron de votar en las elecciones europeas.