El tiempo de pactos se abrió ayer para los partidos políticos con perspectivas muy diferentes. Podemos, con unos resultados que Pablo Iglesias reconoce como "malos" sin paliativos, ve alejarse su aspiración a entrar en un gobierno de coalición presidido por Pedro Sánchez. El refuerzo de su victoria en las generales de abril, con una ampliación de su poder territorial, es ahora para los socialistas el mejor aval de una Ejecutivo en solitario, con ministros independientes. Ciudadanos comienza a abrirse de forma tímida a lo que parecía una férrea disposición durante la campaña de no alcanzar acuerdo alguno con el PSOE. La posible corrección del rumbo quedará en manos de una comité, sin instrucciones de vetos, que se ocupará de negociar posibles pactos, algo a lo que no renuncian los socialistas para hacerse con comunidades y municipios en los que han quedado en puertas de gobernar. El PP gana tiempo para recomponerse y se prepara para reconstruir su espacio políticos, en el que Casado pretende unificar el votos de la derecha con vistas a las elecciones de dentro de cuatro años.

Después de callar durante la triste noche del recuento electoral, Pablo Iglesias fue ayer el primero en trazar el panorama de lo que queda por delante. "Somos conscientes de la fuerza que tenemos y a la hora de negociar el gobierno no vamos a poder pedir muchos elementos que nos gustaría", afirmó, en un reconocimiento explícito de su debilidad ante las inminentes conversaciones para trabar el apoyo de su formación a la investidura de Pedro Sánchez. Iglesias achaca a la "mala implantación territorial" de Podemos sus "malos" resultados, a lo que añade los efectos de las pugnas internas, una "adolescencia" a superar.

Inés Arrimadas, desde ayer la nueva portavoz del grupo parlamentario de Ciudadanos en el Congreso, en sustitución de Juan Carlos Girauta, dibujó un panorama difuso de los posibles pactos en los que la formación de Rivera está dispuesto a entrar. Tan difusos que incluyen tanto al PSOE, denostado por Rivera en las semanas precedentes, como a Vox. La preferencia es llegar a acuerdos con el PP y resulta "muy difícil, muy complicado" pactar con los socialistas. Todo queda en manos de un comité, que se reunirá hoy por primera vez bajo la dirección del secretario general, José María Villegas, y coordinado por el secretario de Acción Institucional, José María Espejo, que estudiará cada caso concreto.

Pese al grito de la militancia, en plena celebración ante la sede de Ferraz del triunfo del 28-A, de "¡Con Rivera, no!", el PSOE se muestra dispuesto a disputar aquellos gobierno locales o autonómicos cuya consecución dependería de la formación naranja. "El PSOE no da por perdido nada. Lo va a pelear todo y va a intentar que prevalezca la voluntad mayoritaria de los ciudadanos", anticipaba ayer el secretario de Organización, José Luis Ábalos. Los socialistas invitan a que todos los partidos empiecen a "reconsiderar sus estrategias" una vez terminado el ciclo electoral. "Sería terrible que Ciudadanos fuera la bisagra que diera entrada a los ultras en las instituciones; no lo podrían entender los liberales europeos", advertía ayer Ábalos, haciéndose eco del aviso de Manuel Valls de que romperá con Rivera si se apoya en Abascal. El mensaje es muy explícito porque en comunidades como Murcia o Aragón el PSOE podría quedar en puertas de gobernar si Ciudadanos se inclina por un pacto a la andaluza, con PP y Vox.

Pablo Casado hablaba ayer en términos de cambio de época. Para el líder del PP, se cierra "un ciclo político". Para lo que ahora comienza es necesaria una "refundación" del partido con el objetivo de reunificar el voto de la derecha, una invitación dirigida a C's y a los de Santiago Abascal, cuyo apoyo al PP reclama allí donde los populares están en condiciones de gobernar. Frente a los barones de su partido, que atribuyen el freno a la caída del PP a la recuperación de su antigua posición, Casado insistía ayer en que nunca se movió del centroderecha.