Se diría que, a la hora de la verdad, los españoles acudieron este domingo a las urnas en número mayor del esperado. Desde que en septiembre se anunció que el electorado sería sometido a una nueva repetición de comicios, el fantasma de la abstención, sobre todo entre el electorado de izquierda, se abrió paso en todos los discursos. Sin embargo, al final, acudió a las urnas instaladas en territorio español el 69,87% de los votantes, sólo un 1,89% menos que el pasado 28 de abril.

El rechazo a las urnas se habría movido, pues, en la horquilla de la normalidad. En las elecciones de junio de 2016, las de la repetición a la que se vio abocado Rajoy, votó el 66,5% del electorado, o sea, un 3,2% menos que en los comicios anteriores, los de diciembre de 2015, que habían atraído a los colegios a un 69,7% de los electores.

Podría sostenerse, pues, que las elecciones del domingo, las cuartas en menos de cuatro años, generaron menos rechazo que sus gemelas de dos años atrás. ¿Por qué? Las explicaciones más extendidas apuntan a dos fenómenos que se retroalimentan: los disturbios independentistas catalanes de octubre y la vertiginosa escalada en las encuestas de Vox, formación a la que hasta finales de septiembre se le venían augurando unos veinte escaños, alguno menos de los 24 que había cosechado el 28A. Al final fueron 52. Los disturbios engordaron a Vox „y a su contrafigura de las CUP catalanas„, mientras que el miedo a la ultraderecha fue más fuerte en el electorado de izquierdas que la frustración por la incapacidad de Sánchez e Iglesias para armar una mayoría de Gobierno.

En este escenario, la salida a escena de Íñigo Errejón, con su improvisado Más País, brindó además a medio millón de votantes de izquierda la posibilidad de acercarse a las urnas sin tener que refrendar a los artífices del fiasco de julio.

Hasta aquí las explicaciones sociológicas. Pero hay una precisión técnica que puede invalidar la premisa mayor. Ese 1,89% de bajada de la participación entre el 28-A y el 10-N se ha calculado sin tener en cuenta que los datos de participación del domingo todavía no incorporan los votos de los residentes en el exterior de España. De acuerdo con las series históricas, la inclusión del voto exterior en el cómputo global engorda la abstención.

Así pues, de momento, es obligado establecer las comparaciones con resultados difundidos en noches electorales, lo que apunta a una mayor caída de la participación. En primer lugar, el dato conocido la noche del 28-A fue del 75,75%, o sea un 5,88% (no un 1,89%) superior al 69,87% del 10-N. En segundo lugar, en las elecciones de 2016, las de la repetición de Rajoy, se difundió un 69,84%, segundo dato más bajo de la democracia en una noche electoral y casi idéntico al de este domingo. Y en tercer lugar, el 69,84% de 2016 quedó convertido en un 66,5% al incorporarse el voto exterior. Y ese registro „como podría volver a ocurrir ahora, lo sabremos esta semana„, es el suelo histórico de participación desde el año 1977.