Albert Rivera dimitió ayer de la presidencia de Ciudadanos, el partido que gobernó de manera personalista durante 13 años, haciéndolo crecer en Cataluña y, después, en todo el Estado, y renunció además al escaño, asumiendo en primera persona el desastre cosechado en las urnas el domingo. La marcha de Rivera deja a Cs en una situación muy precaria en lo político y en lo financiero, con solo 10 diputados y pérdidas de miles de euros en subvenciones. Una etapa de supervivencia para la que se perfila como nueva líder la cabeza de lista por Barcelona, Inés Arrimadas, considerada la heredera "natural" del fundador.

En una declaración en la sede del partido en Madrid, tras reunir a la ejecutiva, y arropado por sus más fieles colaboradores, Rivera explicó que renuncia "por responsabilidad y coherencia", y porque los éxitos de un partido "son de todos", pero los malos resultados "son del líder".

No obstante, agregó que su renuncia busca que el proyecto de Ciudadanos continúe, porque "el centro político existe" y hay "muchos españoles que necesitan votar liberal y centro". Y para justificar su renuncia al asiento en el Congreso, proclamó: "Nunca estuve en política atornillado a un escaño". Presentó su salida del Congreso como un rasgo de "coherencia", porque no se puede ser diputado "por una nómina", cuando ser parlamentario es "un honor".

"La vida es mucho más que la política, y quiero ser mejor padre, pareja, hijo y amigo", dijo en clave más personal.

La ejecutiva de Ciudadanos se disolvió automáticamente tras la dimisión de Rivera y será el Consejo General del partido el órgano que tomará provisionalmente el control hasta el nombramiento de una gestora. Ésta regirá los destinos de la formación hasta la celebración del congreso extraordinario anunciado la noche del domingo por el entonces aún líder, del que saldrá el nuevo presidente o presidenta, cargo que está llamada a ocupar Arrimadas, si bien el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, no descarta presentar candidatura.

Como tampoco se descarta que Toni Roldán, uno de los dirigentes que dimitió por la tajante negativa de Rivera a acordar con el PSOE, pudiera volver al partido con un equipo en el que estuvieran Arrimadas y el jefe de la delegación europea, Luis Garicano.

Según explicaron fuentes de Cs, el consejo general convocará en quince días una reunión de este cónclave, que, con todo, no podrá celebrarse hasta al menos cuatro meses desde las elecciones del domingo, como marcan los estatutos.

El día después del naufragio, el núcleo duro de Rivera (el secretario general, José Manuel Villegas, y los secretarios de Organización y Comunicación, Fran Hervías y Fernando de Páramo) optaron por guardar silencio, pero algunos barones regionales se arrimaron al micrófono para apremiar a pasar página y poner en marcha la recuperación del partido.

Juan Marín, vicepresidente andaluz, incidió en que ahora lo urgente es "rehacerse", opinión similar a la de Garicano, para quien el proyecto de Cs, "de centro reformista y que une a los españoles, es más necesario que nunca".

Solo otro de los barones, el vicepresidente de Castilla y León, Francisco Igea, se atrevió a criticar abiertamente la estrategia de Ciudadanos al afirmar que el principal error ha sido no haber sido "útil" a los españoles.