El concelho de Albufeira sorprende con sus playas y su diversidad, además de su amplia oferta cultural. En pleno corazón del Algarve luso, sus arenales coronados por rocas de color ocre y sus acantilados atraen todos los años a turistas de todos los puntos, que encuentran una animada vida de ocio cuando el sol se pone.

Cielo, mar y arena lisa y dorada. Y acantilados que destellan aún más por el blanco deslumbrante de las casas. Esta imagen de Albufeira se lleva para siempre en la memoria, lo mismo que sus paisajes de interior. Porque más allá de las playas se despliega una geografía verde en la que reinan almendros, naranjos y muchas otras variedades que invitan a conocer un universo cotidiano de naturaleza y tranquilidad. Para que las vacaciones tengan una dimensión total.

La animada vida nocturna ilumina la noche, pero la oferta cultural es igualmente amplia durante el día. Monumentos como la iglesia matriz dedicada a Nuestra Señora de la Concepción, con su alto campanario, destacan entre el entramado blanco de calles y plazas. La iglesia de San Sebastián con su fachada barroca, la de la Misericordia o la Torre del Reloj son hermosos ejemplos de la oferta patrimonial de esta ciudad algarvia a la que siempre se vuelve.

Cada una de las playas que han dado a Albufeira su merecido renombre internacional es diferente y encantadora. Y así aparecen, entre muchas otras, Galé, São Rafael, Arrifes o Falésia. 

Toda la costa de Albufeira invita a los deportes náuticos: de la vela al esquí acuático, del windsurf al buceo: sin olvidar que también se juega al golf, se monta a caballo o al tenis. Para reponer fuerzas después de todas estas actividades están los placeres de la buena mesa, en Albufeira protagonizada por pescados y mariscos recién traidos del mar. Es imposible resistirse a unas sardinas asadas, a una dorada o a un robalo a la parrilla. Y para los momentos especiales, nada mejor que una cataplana de –de peces o de marisco–, servida en los típicos cuencos de cobre.