Arsenio Iglesias Pardo, que cumplirá en unos días (el próximo 25 de diciembre) 86 años, sigue siendo una de las grandes referencias del deportivismo. Más de 500 partidos como blanquiazul (453 como entrenador y 125 como jugador) y más de veinte años de servicio discontinuo al club lo convirtieron en un mito viviente, algo de lo que él siempre rehuyó.

Sin embargo, es consciente de que su figura es el reflejo de lo que representa una entidad que celebra su 110 aniversario. "Yo lo que quiero es estar tranquilo, ya me conocéis todos. Encantado de atender a todas esas gentes y de hacer lo que el club necesite, pero yo ya no soy nadie", dice el exfutbolista y exentrenador nacido en Arteixo en 1930.

Fue el líder de un equipo que maravilló en España a principios de los noventa, con el que culminó su carrera con el título de la Copa del Rey en 1995, 44 años después de haber vestido por primera vez la camiseta blanquiazul como futbolista y solo cuatro más tarde de haber dejado al equipo coruñés en Primera, donde lo había cogido en su estreno como entrenador profesional en 1970-71. Tres cursos después de su debut Arsenio cogió las maletas, el Deportivo había vuelto a caer a Segunda División y tardaría en volver a la elite 18 años, con el de Arteixo de nuevo en el banquillo.

Fue en su tercera etapa, ya que a principios de los ochenta había decidido regresar a casa, A Coruña, harto de entrenar lejos de los suyos. Estuvo tres temporadas tratando de alcanzar un ascenso que se le negó. Se volvió a marchar y regresó en la temporada 1987-88, una de las más convulsas de la historia del club, para evitar el descenso a Segunda División B y la más que posible desaparición.

A partir de ahí empieza el momento dulce de Arsenio Iglesias como entrenador. "La derrota es más humana", llegó decir poco antes de conquistar la Copa del Rey frente al Valencia en aquel junio del 95 en un partido que se jugó en dos días. Era el primer título en la historia del Deportivo. Era también el primer gran triunfo deportivo para Arsenio Iglesias, profundo conocedor de los sinsabores del fútbol. "La derrota es más humana que la victoria".

Sus discrepancias con Augusto César Lendoiro, que ya había fichado a John Toshack antes de que finalizase la temporada, llevaron al de Arteixo a despedirse de forma prematura desde el césped de Riazor el día en el que el estadio se llenó para recibir a los nuevos campeones de Copa. "Esas son cosas que ya pasaron; hubo buenos y malos momentos, pero no vale la pena darle vueltas a las cosas", dice el veterano deportivista. Aquella promoción ganada en el campo del Betis y aquel abrazo con Martín Lasarte (exdefensa deportivista y hoy entrenador de Nacional de Montevideo) fue una de las experiencias que más le marcó: "¡Ay Martín cuánto sufrimos, cuánto sufrimos!", decía el entrenador sobre el césped al finalizar el partido. El Deportivo continuaba en Primera tras salvar la promoción ante el equipo de Lopera.

Ascenso, permanencia, clasificación para la Copa de la UEFA y, finalmente, un título de Copa, pero antes de esa celebración? uno de los días más duros en la vida deportiva de Arsenio Iglesias, aquella última jornada en la que Miroslav Djukic no fue capaz de batir de penalti a González, portero del Valencia, y conquistar el título de Liga. Llegó hundido a la sala de prensa de Riazor. No hubo preguntas, solo unas cuantas palabras para pedir "perdón" a los aficionados. "Mucho que decir, poco que contar", con esta frase inició su comparecencia de poco más de dos minutos. "Estaría escrito así", también dijo para explicar por qué su equipo no había podido ser campeón ni de penalti en el último minuto.

Un año después y ante el mismo adversario pudo resarcirse, aunque una Liga no es lo mismo que una Copa. "Ya pasó, como dije en aquel momento, estaría escrito para que sucediese así", recuerda hoy. Hombre de prodigiosa memoria e inteligencia, gran gestor de grupos todavía guarda en su retina y en su cabeza imágenes que nunca se le escaparán, aunque diga lo contrario. Simplemente no quiere volver atrás, su deseo es que el tiempo siga su curso. Un poco al estilo de otro mito del deportivismo, Rodrigo García Vizoso, con el que compartió numerosos años y vivencias.