Imaginar la Coruña de 2030 constituye un ejercicio de proyección a quince años vista, e intuyo una ciudad capaz de desarrollar su potencial durante ese tiempo. Son muchos los coruñeses y gallegos reconocidos por su trabajo, sus productos y su ingenio en los lugares más impensables, y serán muchos más los que apliquen ese legado para emprender aquí hasta donde el talento alcance.

A Coruña es heredera del conocimiento. Esa tradición resulta fundamental para construir la ciudad de 2030, sobre todo a la hora de aprovechar el gran potencial de los jóvenes que formamos, incluidos los que tomaron la decisión de marcharse y que ahora disponen de esa experiencia. Las nuevas generaciones cuentan con un gen tecnológico casi innato, ideal para el desarrollo de compañías de alto valor añadido que nos permita crear una red empresarial de calidad en un horizonte de pleno empleo. Vivimos

un tiempo en que la comunicación transoceánica es posible a cualquier hora y en cualquier parte desde un teléfono móvil.

La Universidad resulta clave

para dinamizar este proceso. Un ejemplo: tenemos la posibilidad, por razones obvias, de convertirnos en el principal referente académico en el ámbito de la moda, el diseño o el sector textil. Ese conocimiento reside en este territorio y depende de nosotros abanderarlo. Si en todo el mundo se estudia nuestro modelo, hagamos que vengan a nuestra ciudad a graduarse. Quiero decir: si somos un imperio textil, también podemos ser un Harvard textil.

Lo mismo puede decirse de otros muchos ámbitos que ya forman parte de nuestra identidad. El potencial gastronómico derivado de la reconocida calidad de nuestros productos cobra más fuerza todavía en un entorno natural de primer orden. De ahí que las Mariñas coruñesas, que cuentan con la declaración de Reserva de la Biosfera, constituyan un territorio abonado para la cada vez más demandada producción ecológica.

Necesitamos una propuesta que coordine nuestra planta sanitaria y la identifique como un referente mundial en materia de salud, lo que supondría un importante reclamo de cara al exterior y una mayor garantía de calidad de vida para nuestros mayores. De la misma manera, precisamos dinamizar nuestros espacios culturales en base a una oferta de primer orden bajo la premisa de la calidad, la diversidad y la colaboración público-privada. Pensemos también que además de consumidores, somos creadores de cultura.

El mapa de las comunicaciones de la futura Coruña está llamado a estructurar el Golfo Ártabro y configurar lo que realmente somos: una ciudad de 500.000 habitantes. Me refiero a una estación intermodal que unifique los transportes; a la conexión de la ciudad y su espacio de influencia a través de trenes de cercanías y metro ligero; a la apuesta combinada por una alta velocidad ferroviaria que nos comunique a través de los aeropuertos con el mundo, con una adecuada frecuencia de vuelos internacionales; o a la creación de carriles bicis y sendas peatonales que traspasen las ya desdibujadas fronteras municipales.

El puerto exterior de punta Langosteira refleja buena parte de esta visión a quince años. Geográficamente se halla en el municipio de Arteixo, está concebido como el gran puerto de A Coruña, y tenemos la oportunidad de convertirlo en el epicentro del transporte de mercancías del océano Atlántico. Contamos con el talento para ello.

A los coruñeses siempre nos ha cautivado la belleza de nuestra ciudad, una ciudad que sabe a mar, vive en el mar y hace deporte en el mar. Era cuestión de tiempo que el cine se enamorara también y la convirtiera en un plató para disfrute del mundo entero.