Cómo me voy a olvidar que el Deportivo ganó la Liga! ¡Cómo me voy a olvidar de lo mejor que me pasó en la vida!´´. Esta estrofa cantada a coro en Riazor, soniquete recurrente que resuena en cada una de nuestras cabezas deportivistas, nos acompaña desde hace ya quince años. Los mismos que el periódico que hoy tiene entre sus manos. Toda una vida para la generación de mis hijos, un suspiro y un paso a la madurez para la mía. Esa que dentro de quince años estará cerca de la prejubilación, un momento en el que seguramente cambien mucho las perspectivas y los anhelos que uno persigue. No sé si mi forma de ser me permitirá en algún momento plantearme eso de disfrutar del tiempo de júbilo, pero sí tengo claro que espero pasar esos años en una ciudad líder y protagonista, que haya evolucionado, más si cabe, de lo que lo ha hecho desde el año 2000 hasta hoy.

Una ciudad que siempre, antes y después de aquel 1906 en el que aquí se alumbraron la Real Academia Galega, nuestra querida Estrella Galicia o el Real Club Deportivo, se ha mostrado al mundo moderna y cosmopolita, a la vanguardia social, económica, empresarial, política, cultural y, por supuesto, deportiva.

Lo que sí es evidente es que todas las generaciones de coruñeses que compartimos este momento histórico somos los auténticos actores principales de lo que queremos que sea la ciudad dentro de tres lustros. Ahora solo puedo escribir sobre sueños, deseos o expectativas, pero tengo muy claro que alcanzarlos, hacerlos realidad, cumplirlas, tiene una única receta: trabajo e ilusión por lo que se quiere conseguir. Y esto depende sobre todo de nosotros mismos.

Eso es lo que ha cimentado las bases de la empresa que dirijo desde hace dos décadas y que actualmente se encuentra firme dentro de su sector. Una estructura fuerte, creada durante años, que ahora me ha permitido robarle muchísimas horas al año para dedicárselas a una gran pasión personal, pasión colectiva que une a miles de coruñeses cada quince

días en Riazor.

Aquel Deportivo que ganó la Liga fue el cénit de un proyecto fraguado desde una situación muy difícil, al borde de la quiebra y la desaparición que con sustos, algún paso en falso, muchos firmes, y sobre todo con una gran dosis de trabajo, ilusión e intuición, acabó convirtiéndose en un referente de nuestro deporte. Hoy el fútbol ha cambiado bastante, tanto como lo ha hecho la ciudad en estos años, y el Dépor se ve obligado a empezar a escribir otra historia en una situación de nuevo muy comprometida. Pero otra vez la aplicación de esa receta del trabajo y la ilusión, unida al carácter ganador y optimista de los coruñeses y deportivistas, hace que estemos cimentando las bases de un Deportivo que, después de tiempos muy convulsos que todavía no hemos superado, puede y debe mirar al futuro con optimismo. Queremos ser un ejemplo a imitar en todos los ámbitos posibles dentro del llamado fútbol moderno que nos ha tocado vivir y en ello estamos poniendo todo nuestro empeño.

Hay pocas cosas de las realmente importantes en la vida de la ciudad en las que el Dépor puede influir, pero en la capacidad de generar unión y alegría colectiva entre los coruñeses, en protagonizar sus momentos de ocio y esparcimiento, en tratar de hacerlos sentirse un poco más orgullosos (si eso aún es posible) de su ciudad, de su identidad y de su historia, en todo eso, el Deportivo juega un papel trascendental.

Y en esa A Coruña por la que quiero pasear dentro de 15 años, seguro que seguirá jugando en Riazor un equipo de fútbol que seguirá siendo el principal nexo de unión de esta ciudad de la que presumimos cada día. ¿Sonará por aquel entonces otra canción en nuestro estadio y en nuestras cabezas que recuerde nuevos momentos inolvidables? Apuesto que sí y ahí estará LA OPINIÓN para contarlo. Y es que pocas cosas se nos resisten a los coruñeses, a los deportivistas, cuando tenemos un sueño y trabajamos juntos para conseguirlo. ¡Forza Dépor!