La jovenzuela Universidade da Coruña (UDC), que cumple un cuarto de siglo este año, será una cuarentona madura en 2030. Habrá alcanzado esa edad a la que ahora rebajan el rango y sitúan como la treintena de hace unas décadas, con experiencia acumulada para sacar partido al vigor que aún retendrá y el conocimiento que habrá adquirido. Una edad suficiente para encarar la celebración de sus cincuenta años, ya en 2040, después de haber formado a decenas de miles de estudiantes y de haber colaborado en la divulgación, la investigación y el conocimiento de la Gran Coruña y el resto de Galicia.

La Universidad enfila su futuro desde un presente complejo y lleno de avatares económicos, en plena disputa con la Xunta por un nuevo modelo de financiación y con discrepancias sobre el sistema actual cuya aplicación, según denuncia el Rectorado y niega la Xunta, recorta los fondos de la institución académica hasta el punto de haber tenido que restringir este verano el gasto corriente de los centros y facultades. Este "problema de liquidez" en una institución "sin deuda", en palabras del rector, Xosé Luís Armesto, supone el punto de partida de la Universidade da Coruña en su camino a la madurez.

La creación, en 1990, de la Universidade da Coruña en un acuerdo entre Xunta y Ayuntamiento del que tomar ejemplo de colaboración y lealtad institucional abrió las puertas de la enseñanza superior pública y de calidad a los estudiantes de la Gran Coruña, obligados hasta entonces a buscar su diplomatura o su licenciatura en otros campus. Poco a poco, la institución ha tejido una oferta académica amplia, única en algunos casos en Galicia, como en la rama de las arquitecturas, y ha diversificado su capacidad, con 1.129 investigadores en la actualidad que destacan en campos como las tecnologías de la comunicación y la información, las ciencias básicas y de la salud, y las ingenierías. De esos grupos de investigación, han comenzado a emanar empresas que convierten en empleo el conocimiento generado en el campus.

Desde esa base, la Universidad debe buscar la excelencia y la calidad que la diferencian de los demás campus, que la hagan atractiva no solo para retener el talento local sino para captarlo más allá de las difusas fronteras de la Gran Coruña, en continuo contacto y cooperación con la sociedad a la que debe servir para que el conocimiento, la investigación y el capital humano del que dispone y forma redunde en el área coruñesa y en Galicia. La tan manida colaboración entre la universidad y la empresa debe encontrar en A Coruña un espejo en el que se miren otros campus. Compañías coruñesas líderes en sus sectores deben apuntalar una formación universitaria pública en una transferencia continua que beneficie a ambas partes.

Un ejemplo de la positiva repercusión de esa interrelación se encuentra en la Cátedra Inditex de Responsabilidad Social. Desde hace cinco años, el acuerdo entre la multinacional textil y la Universidade da Coruña permite a la institución académica profundizar en un modelo de responsabilidad social. En ese vínculo entre campus, sociedad y sector privado, el Consejo Social de la Universidad, con el secretario general y del consejo de administración de Inditex, Antonio Abril, en su presidencia, debe reforzar su función de "puente de unión entre la sociedad civil gallega y la UDC", como se define.

La Universidade da Coruña afronta el futuro con el reto de convertirse en la pieza clave del tan cacareado cambio de modelo productivo que no llega pero que la economía gallega necesita con urgencia para romper con la dependencia de la construcción y los empleos precarizados del sector servicios. Y que no haya que esperar a 2030 para que el campus coruñés, por fin, se sacuda de encima el deshonroso título de ser el único de Galicia sin residencia universitaria pública.