A Coruña, ciudad de la música. Resulta imposible aislar un fenómeno social, educativo y cultural como la Sinfónica de Galicia de su entorno más cercano, el de una ciudad donde la cultura y el saber está profundamente arraigado desde hace siglos, pero también el de una tierra donde la música no es un capricho sino una necesidad. Todo este caldo de cultivo junto con el apoyo constante y decisivo de las instituciones que la financian han permitido crear un institución pionera en el ámbito sinfónico a través de la creación de una marca que se sustenta fundamentalmente sobre dos pilares: la excelencia y la educación musical. La excelencia y exigencia para trabajar al más alto nivel nutre todos y cada uno de los proyectos educativos y sociales de la institución. Sin ambición para ser líderes a nivel artístico no se crea cantera a largo plazo, y sin cantera no hay futuro.

Quince años son muchos, y son pocos. La Sinfónica de Galicia en sus primeros quince años de existencia ya había construido con

solidez sus pilares. Los próximos quince años deben servir para consolidar el proyecto y situar a la ciudad y la primera institución musical de Galicia donde le corresponde dentro del circuito internacional de las grandes capitales de la música. Pero el crecimiento a nivel internacional debe seguir ligado a su crecimiento en las bases y a nivel social, ayudando y aportando conocimiento, enriqueciendo y mejorando la calidad de vida de los ciudadanos que la rodean a través de su Coro, los proyectos didácticos, sus orquestas jóvenes e infantiles y sus proyectos sociales. La música sinfónica no es culta, ni entiende de ideologías ni de nacionalidades. Es un lenguaje universal y debe servir como instrumento vertebrador para seguir creando bienestar sin barreras ni debates espurios.

Los próximos quince años también deberían servir para que el sistema educativo musical superior en España destruya definitivamente sus estructuras decimonónicas que solo frenan el desarrollo del talento y limitan la búsqueda de la excelencia y la meritocracia. Se deben tender puentes entre la comunidad educativa, los conservatorios, las universidades y las orquestas sinfónicas para sacar del gueto a todos los estudiantes y docentes que sufren un sistema de enseñanza reglada en el cual la burocracia en lugar de ser un medio, es un fin. Un sistema educativo que coloca a la enseñanza superior musical en un segundo plano en lugar de buscar la excelencia y la competitividad a nivel internacional. En definitiva, durante los próximos quince años se debería crear un sistema educativo que esté a la altura del talento de sus alumnos y docentes, homologable a otros países europeos y adaptado al siglo XXI.

Pero el mayor reto que existe durante los próximos quince años es la recuperación del empleo para que muchos jóvenes músicos que han quedado excluidos del sistema debido a la crisis económica puedan tener un horizonte profesional digno. La excelencia profesional en cualquier ámbito está íntimamente ligada a unas condiciones laborales óptimas, sin las cuales es y será inviable

ser competitivos. La crisis no puede servir de excusa para hipotecar a futuras generaciones, ni para echar por tierra toda la inversión, esfuerzo y apoyo institucional

que han hecho de Galicia una marca de excelencia musical a nivel internacional.