Hacia 2009, cuando empezaba a arreciar la crisis financiera desatada por la burbuja inmobiliaria, surge en Galicia, impulsada desde ámbitos del Banco de España y el poder autonómico, la iniciativa de fusionar a las dos grandes cajas de ahorros, Caixa Galicia y Caixanova. Es el primer capítulo de una huida hacia delante, forzadas por el agujero negro que ambas deberán afrontar con el hundimiento del ladrillo. En especial Caixa Galicia, por su dimensión y por su mayor exposición al sector inmobiliario, gestionada por José Luis Méndez en los años en los que se acumuló ese lastre que acabará llevando a la caja coruñesa al naufragio. La gravedad de su estado urgía un socio.

Las cajas gallegas, con una plantilla de 8.600 empleados „5.300

en Caixagalicia y 3.300 en Caixanova„ se fusionan en 2010 en un ente denominado Novacaixagalicia (NCG), en cierta manera forzadas desde la Xunta, que vetó otras posibles uniones con entidades financieras de fuera de Galicia. La nueva corporación, presentada como la quinta de España, lucía unas cifras irreales. Pronto se comprobó que la operación, pese a la inyección pública de 3.600 millones en dos fases por el FROB y a la desinversión de sus carteras industriales, era insuficiente para corregir la magnitud del descalabro económico que arrastraban.

La reestructuración bancaria puesta en marcha entonces por el Gobierno, presionado por Bruselas, obliga a dar otro paso. Bancarizarse. La Xunta estima en 1.700 millones el valor de NCG, pero el Banco de España rebaja esta valoración en casi un 90%, dejándola en 181 millones. Las cajas fusionadas se convertirán en 2011 en un banco, Novagalicia, con José María Castellano al frente. La conversión en banco se acompaña de un pacto de salida con indemnizaciones millonarias de ex directivos de las cajas que continuaron en NCG, como Julio Gayoso, principal referente durante años en Caixanova, que se encuentran ahora en los tribunales.

La viabilidad del nuevo banco, que debe devolver préstamos al FROB, dependerá de una captación de capital privado que no se consigue. A finales de 2013, una vez constatado el fracaso y la situación de emergencia de Novagalicia, el Banco de España da la espalda al proyecto de Castellano y adjudica Novagalicia en subasta por 1.003 millones a Banesco, la mayor entidad bancaria privada de Venezuela, que participa en la operación con el banco gallego Etchevarría.

Los datos finales facilitados por el Banco de España desvelan que el proceso de rescate de las cajas gallegas, hasta su venta a Banesco, costó 8.000 millones de las arcas públicas. Y miles de empleos. Paradójicamente, no se ha exigido ningún tipo de responsabilidad a la nefasta gestión que llevó a este colosal quebranto. Es más, uno de los mayores responsables, José Luis Méndez, fue premiado con un retiro millonario. Su único castigo fue moral, al serle retirado por el Ayuntamiento el título de Hijo predilecto de A Coruña. Ante las peticiones de apertura de diligencias judiciales, la Audiencia Nacional determinó que "la mala gestión no es delito".

Los nuevos gestores que heredan las cajas crean una marca gallega, Abanca, que en 2014 obtuvo un beneficio después de impuestos de 1.157 millones, sesenta veces superior al logrado por Novagalicia en 2013.

La reestructuración del sector bancario afectará también en

A Coruña al Banco Pastor, que se fusiona por absorción con el Popular por 1.362 millones y un canje amistoso de acciones. La operación será avalada por la asamblea de accionistas del banco coruñés. El Pastor conserva su marca en Galicia y tiene varios representantes en el consejo del Popular. Este proceso no tuvo ningún coste para las arcas públicas.