A Coruña presume de buques insignia de su política cultural, como la Sinfónica de Galicia y los museos científicos, y de su gran tradición de asistencia a espectáculos de teatro, música y danza. La ciudad suma también múltiples contenedores y escenarios, tanto públicos como privados; centros de formación de relevancia, y un buen número de creadores y asociaciones que dinamizan la cultura coruñesa. La sensación es, sin embargo, de estancamiento, de escasa innovación y, sobre todo, de falta de relación y de trabajo conjunto entre todo ese maremágnum de espacios, personas y administraciones.

El impulso a dicho trabajo en red es uno de los retos que tiene por delante A Coruña para darle aires de nuevo milenio a su vida cultural, respetando señas de identidad, pero dando cabida a toda la nueva creación local y fomentando su inclusión en las estrategias prioritarias de actuación de entidades públicas y privadas. Vínculo también importante que se debe impulsar con los centros de aprendizaje musical, escénico y cinematográfico, a veces guetos educativos que la ciudad no sabe ni aprovechar ni alimentar.

El Centro Coreográfico Galego es uno de los ejemplos, ya que, a pesar de estar en el campus de Elviña, no tiene relación ni con la ciudad ni con sus vecinos, cuando, junto al Conservatorio provincial y a los bailarines que exporta por todo el mundo, podrían dar un impulso a la ciudad como capital de la danza. En los próximos quince años la Sinfónica se enfrenta también al reto de abrir sus puertas, ya iniciado con proyectos para formar a niños como Resuena.

En cuanto a la oferta, la especialización es un camino a seguir. El ejemplo claro es Viñetas desde o Atlántico, una propuesta consolidada, inamovible pese a los vaivenes políticos, que convierte a

A Coruña en una referencia internacional. O Mundos Digitales, otra veterana cita estival, esta

de iniciativa privada, por la que han pasado miles de profesionales del sector. En este sentido, A Coruña es una ciudad de cine y tiene público y lugares para una nueva cita audiovisual anual importante que refuerce y visibilice la programación alternativa del CGAI

y otras salas como el Fórum

Metropolitano.

En cuanto a los espacios, hay un inmueble que reclama a gritos incorporarse a la red social y cultural de A Coruña, la cárcel de la Torre. Pendiente de su recuperación en los juzgados, debería ser ya objeto de un debate vecinal sobre su rehabilitación y uso del que nazca un plan integral previo, evitando el horror de un nuevo contenedor sin contenido. Como sin contenido no puede quedar la casa museo Picasso, después de la inversión y esfuerzos de los últimos años para recuperar la relevancia del paso del genio universal por la ciudad en una etapa clave de su aprendizaje.

Uno de los aciertos de las políticas culturales coruñesas es la descentralización de espacios y programación, riqueza para los barrios en la que se debe insistir y profundizar, como también se ha de hacer en dinamizar y renovar la trama de bibliotecas y museos. A Coruña pide asimismo un nuevo modelo de fiestas, un cambio paulatino para remozar una propuesta que se ha mantenido prácticamente intacta durante décadas. Tanto en las celebraciones de verano, como en el resto del año, la apuesta por la cultura gallega ha de dejar de ser residual y recobrar protagonismo en una ciudad en la que, tan solo un siglo atrás, se creó la primera de las Irmandades da Fala.