Los coruñeses somos gente de mar, lo respiramos y lo sentimos cerca. Los momentos de mayor bonanza y los más amargos de nuestra historia están vinculados al mar. El Atlántico nos trajo el desarrollo militar, comercial e industrial, con el que floreció esta ciudad hasta convertirse en lo que hoy es, pero también fue el camino de la diáspora en los tiempos de la emigración y el negro escenario de desastres ecológicos. La suma de todo ello ha forjado nuestro carácter emprendedor. Hemos sabido aprovechar lo que el mar nos da y nos quita gracias a un compromiso colectivo mantenido durante siglos y con un eje vertebrador y protagonista: el puerto de A Coruña.

El peso de la historia nos ha legado la responsabilidad de seguir avanzando en ese compromiso colectivo. El puerto es nuestro, es patrimonio de todos, y nuestro deber es mantener activo ese esfuerzo, aprovechando al máximo el privilegio de contar con un nodo logístico en permanente desarrollo.

El puerto y su evolución trascienden cualquier ciclo económico, político o social. Siempre ha estado presente, sorteando escollos y afrontando retos. Y lo seguirá estando, al servicio del interés público, del progreso de A Coruña, ya que es imposible plantearse la ciudad del futuro sin su puerto. En este contexto, hablar de la evolución de A Coruña en los próximos quince años es hablar de multiplicar el peso industrial y logístico de una ciudad con una ubicación estratégica para el transporte intermodal. Se dice que vivimos en la periferia terrestre de la Península, pero si retornamos a nuestra esencia, al mar, estamos en el centro del mundo. Esa es la premisa en nuestro trabajo y en ella se han basado proyectos de desarrollo como el puerto exterior.

Garantizar la seguridad marítima y la sostenibilidad ambiental eran no una opción, sino una obligación, y con punta Langosteira hemos logrado esos objetivos. Ahora nos toca avanzar en el tercer compromiso: convertir A Coruña en un nodo logístico de primer orden y un motor económico para la ciudad y su área metropolitana. Ese es nuestro reto en el horizonte 2030, que pasa también por afrontar con responsabilidad y visión de futuro la reorganización urbanística que va a suponer el traslado de la actividad. La liberación de la nueva fachada marítima no es una mera fórmula de liberación de los compromisos financieros adquiridos con el proyecto de punta Langosteira; es una oportunidad para desarrollar un nuevo espacio urbano de calidad, que enriquezca nuestro patrimonio y contribuya al desarrollo armónico, sólido e inteligente. Porque afrontar y resolver los compromisos adquiridos es incuestionable, es necesario para que la Autoridad Portuaria pueda continuar con normalidad su trabajo al servicio de las empresas y los trabajadores de nuestro entorno. Pero esto puede ser compatible con la creación de un nuevo frente marítimo de calidad, que sea positivo para A Coruña y los coruñeses.

Y mientras, trabajemos en común para obtener el máximo rendimiento de una infraestructura a la vanguardia de la ingeniería portuaria europea. Un puerto exterior ya en funcionamiento, con un tráfico regular consolidado, con más de un millón de toneladas de mercancías en 130 operaciones, y unas perspectivas de crecimiento exponencial avaladas por el traslado ya efectivo de los principales operadores y por la apuesta decidida de nuestro principal cliente, a través de una inversión de 125 millones de euros.

Si seguimos avanzando en este camino, en los próximos quince años tendremos un puerto exterior en plena operatividad, con todos sus accesos en servicio, propiciando el desarrollo de la enorme bolsa de suelo industrial de su entorno y la implantación de inversores internacionales. Tendremos un puerto a la vanguardia no sólo en cuanto a infraestructura, sino también en eficacia en la gestión, a través del ya iniciado proyecto Smartport. En definitiva, dispondremos de un activo de vital importancia para liderar el desarrollo del tejido industrial y comercial de nuestra ciudad, con lo que ello comportará en la generación de miles de puestos de trabajo.

Por tanto, debemos poner en valor esa oportunidad de desarrollo industrial y urbano, porque algún día formarán parte de nuestra historia y de nuestro carácter. Seremos la ciudad del gran puerto exterior del noroeste, al igual que hoy somos la ciudad de Picasso, de la Torre de Hércules, de los museos científicos o de las galerías de cristal. Acogedores, cosmopolitas y orgullosos de nuestro pasado.