A Coruña, 2030. Personas de diferentes lugares y acentos caminan tranquilamente por un paseo. Al lado del mar. En una plaza. Algunos van con prisa a la que seguro será una cita importante para su trabajo, otros vuelven de la compra y otros llevan a sus hijos e hijas al médico o al colegio. La situación del empleo ha mejorado para algunos, pero las personas con menos cualificación lo siguen teniendo complicado. Son muchos los abuelos que echan una mano en casa; en otros casos, es a ellos a quienes acompañan al parque. Los que vinieron buscando un futuro mejor, huyendo de la guerra o de la hambruna, siguen añorando su tierra pero construyen una nueva vida en el entorno que les acoge. No hay mucho tráfico y en la ciudad se respira aire limpio. Los jóvenes, solidarios y comprometidos, siguen llenando de risas y jolgorio el aire, recordándonos que el futuro siempre está en sus manos.

Esta imagen constituye, a mi entender, uno de los supuestos en los que podemos encontrarnos un día como hoy dentro de quince años, y no podemos engañarnos: llegar hasta allí, hasta ese futuro incierto, requerirá un arduo esfuerzo por parte de todos y todas. ¿Cómo podemos crear esa imagen de futuro?

Hoy sabemos muy bien que no todos los trabajos protegen de la pobreza. Si bien se ha notado movimiento en el mercado laboral, algunos trabajos siguen siendo precarios, con contratos temporales por horas o medias jornadas, sueldos bajos? Nada parecido a la estabilidad. En los últimos años, son numerosos los colectivos que se han visto afectados por el desempleo o el empleo precario: mujeres, personas inmigrantes, sin formación o mayores de 45 años. Pero si hay un colectivo con el que la situación ha sido especialmente dramática son los jóvenes, por dos motivos: el primero, porque el sistema les expulsa antes de que pudieran entrar, frustrando sus naturales deseos de crecimiento personal y profesional, y el segundo, porque su ausencia acabará pasando factura al conjunto de la sociedad.

Si bien es cierto que las decisiones más importantes sobre esta cuestión corresponden a organismos nacionales y autonómicos, se puede hacer mucho desde la esfera local y desde las entidades sociales. En Cruz Roja trabajamos día a día con empresas coruñesas, grandes y pequeñas, que tienen un gran sentido de su responsabilidad social: les apoyamos en sus acciones de inclusión social, les orientamos, seleccionamos personal para incorporarse a sus plantillas o formamos a sus futuros empleados y empleadas. Estamos convencidos de que son estas empresas las que marcarán el camino a seguir por el resto del tejido empresarial de la comarca. Lo cierto es que no hace falta esperar al futuro porque hoy en día su apuesta ya se está viendo recompensada, en su entorno, en su productividad y en sus propias cuentas.

Será vital, pues, que pongamos el foco en el empleo de calidad, con mejores condiciones de trabajo, en crear planes que incluyan a las personas que lo tienen más difícil, especialmente jóvenes y personas sin formación, para mantener la reactivación del consumo y conseguir un círculo virtuoso donde la mejor situación de los colectivos más vulnerables impulsa el bienestar del conjunto de la población.

En el área de personas mayores, la prevención jugará un papel determinante pero también ofrecer contenidos y actividades realmente útiles en las instalaciones de las que ya se dispone y reforzar los servicios que ayudan a las personas a permanecer en su hogar, como la teleasistencia o la ayuda a domicilio, entre otros proyectos. La atención a las enfermedades mentales y el deterioro cognitivo, así como la atención psicológica y las acciones encaminadas a reforzar la autoestima de las personas cobrarán especial importancia y se convertirán en un desafío permanente.

En Cruz Roja, el foco que guía nuestro trabajo son los derechos que toda persona tiene, y hay una cosa que tenemos clara: los derechos son universales, son de todos, aquí o donde sea. Solo desarrollando políticas y proyectos inclusivos, que atiendan a las necesidades de las personas, solo entonces conseguiremos avanzar hacia la sociedad que queremos ver, una sociedad justa, igualitaria y en la que todos vivamos con dignidad.

A Coruña, 2030. Las necesidades han ido cambiando. La colaboración de las administraciones públicas, las organizaciones y el compromiso de la ciudadanía consiguieron paliar ciertas carencias. Pero otras nuevas han aparecido. Y, una vez más, Cruz Roja como institución ha tenido que adaptarse y dar respuesta a las nuevas situaciones de vulnerabilidad que se le plantean. Con la fuerza del voluntariado. Siempre cerca de las personas.

La construcción de ese futuro mejor para el conjunto de la población comienza hoy.