¿Por qué a un inversor le preocupa el futuro de un preso? :: ISR para Fundación Mapfre :: Prensa Ibérica

¿Por qué a un inversor le preocupa el futuro de un preso?

La rentabilidad no está reñida con la generación de impacto social y distintos ejemplos de inversiones ISR alrededor del mundo dan ejemplo de ello

por Cecilia Vega | BeContent

Es un hecho que a los ahorradores nos preocupa el impacto social y medioambiental de nuestras inversiones. No se trata solo de obtener rentabilidad. Ni siquiera de que nuestros ahorros vayan a parar a compañías que operan conforme a nuestros valores. Lo que se busca, cada vez más, es que estas inversiones generen un impacto positivo.

Hablamos de Inversión Socialmente Responsable (ISR), una tendencia que ha crecido un 26% anual desde 2010 y que ha calado especialmente entre la generación millennial. Cambio climático, pobreza, educación, integración social o igualdad de oportunidades son solo algunos aspectos a los que la comunidad inversora está prestando cada vez más atención, lo que entronca directamente con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

La única inversión en la que todos ganamos

Para la consecución de estos objetivos son necesarias políticas gubernamentales y acciones solidarias, pero también inversiones de impacto. "Las ISR son importantes porque pretenden transformar la sociedad, no son filantropía y no están solo enfocadas a las empresas sino a todo el mundo. Las ISR no son una donación, son una inversión y, por ello mismo, tienen un retorno", explica Mercedes Sanz Septién, Directora del área de Seguro y Previsión Social de Fundación MAPFRE. Así lo define también Sir Ronald Cohen, considerado el “padre de la inversión social”: “Son inversiones que tienen la intención específica de resolver objetivos sociales y ambientales generando retorno financiero y midiendo el resultado de ambos, retorno e impacto”.

thegym

Un ejemplo llamativo es The Gym Group, una inversión de impacto que crea gimnasios de muy bajo coste en zonas marginadas. The Gym salió a bolsa en el London Stock Exchange en Noviembre 2015 haciendo que sus inversionistas, como Bridges Ventures (fondo co-fundado por Sir Ronald Cohen) obtuvieran más de 5,8 veces la ganancia de su capital invertido. En cuestión de impacto un tercio de los más de 380.000 usuarios de The Gym nunca habían tenido acceso a un centro de ejercicio y el 40% de ellos reportaron mejoras significativas en indicadores de salud después de 6 meses de uso.

También son muy interesantes y dignos de análisis los bonos de impacto social (BIS). Los BIS funcionan -al igual que otros títulos de deuda- ofreciendo una tasa de retorno, pero esa ganancia está atada a un objetivo social o medioambiental.

Imaginemos un Estado que quiere resolver un problema de desempleo juvenil. Emite un bono que ofrece una tasa de retorno X a quien invierta en capacitar y emplear a estos jóvenes. El inversor y el Estado eligen a un proveedor, normalmente una ONG, que se dedicará a implementar este programa. También, a un evaluador que medirá el éxito en la consecución de los objetivos y, por consiguiente, la cuantía del retorno financiero del inversor.

¿Alguna vez pensaste lo rentable que sería invertir por el bien social?

Este ejemplo es extrapolable a muchos ámbitos y, por eso, estos bonos se pueden utilizar para atajar problemas de vivienda, protección del menor y la familia, educación o reincidencia carcelaria.

Invertir en seguridad, empleo y educación

Precisamente fue esta última área donde nacieron los primeros BIS en 2010. La consultora especializada británica Social Finance creo este tipo de bono junto con el Ministerio de Justicia británico para hacer frente al problema de la reincidencia carcelaria. Se eligió como prueba piloto a la cárcel de Peterborough, una ciudad al norte de Londres, y el objetivo era lograr que 2.000 prisioneros que cumplieron una condena de menos de un año no volvieran a caer en el delito tras su liberación. Los hombres recibieron asistencia durante 12 meses antes y después de su liberación y los resultados fueron un éxito fijándose en un 8,39% la reducción en la reincidencia. Por un lado, los inversores obtuvieron rentabilidad y, por otro, contribuyeron a la disminución de la criminalidad y la mejora de la seguridad.

En la actualidad, en países de América, Europa, África y otros como la India, Australia, se han reportado aproximadamente un centenar de Bonos de Impacto diseñados a nivel global en diversos temas. En Estados Unidos, la primera experiencia con los BIS también estuvo relacionada con la reincidencia carcelaria y en 2009, se constituyó el Social Innovation Fund (SIF). Este fondo fue constituido con recursos federales durante la administración Obama (2009) para financiar proyectos que pudieran entregar evidencias de impacto.

Empleando futuro "Empleando futuro", ejemplo de uno de los mejores fondos sociales en Colombia

Es de resaltar que en 2017 Colombia se convirtió en el primer país en vía de desarrollo en poner en marcha esta herramienta. El Objetivo de “Empleando futuro”, nombre que tomó el programa, era formar y garantizar la vinculación laboral durante un mínimo de tres meses a 766 personas desempleadas, víctimas de desplazamiento o en situación de extrema pobreza en Bogotá, Cali y Pereira. El resultado fue exitoso y, el pasado 4 de febrero, la Alcaldía de Santiago de Cali, en alianza con el laboratorio de innovación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID Lab), el programa de Cooperación Económica y Desarrollo (SECO) de la Embajada Suiza en Colombia, y la Corporación Inversor (en representación de los inversionistas de impacto), lanzó el segundo Bono de Impacto Social, “Cali Progresa con Empleo”, en Colombia, cuyo objetivo principal es beneficiar a 800 caleños a través de la inclusión y retención en el mercado laboral de la ciudad.

Dejando el continente americano, también se pueden encontrar ejemplos de BIS en Asia y, más concretamente, en La India. Aquí, el programa “Educate Girls”, en Rayastán, pretendía mejorar la cobertura escolar de niñas en las zonas rurales, así como sus aprendizajes medidos por una prueba de lectura y aritmética básica. La meta era inscribir al 79% de las niñas pero, en solo tres años, inscribieron al 92% y superaron la meta de aprendizaje en un 160%.

El caso de Grameen Bank es otro buen ejemplo a seguir por su impacto positivo en la sociedad. Partiendo de la creencia de que las personas tienen un potencial sin límites, y liberar su creatividad e iniciativas ayuda a terminar con la pobreza, este banco fue creado en Bangladesh por Muhammad Yunus para conceder micropréstamos a las personas sin recursos. La iniciativa —que consagró a Yunus con el premio Nobel de la Paz en 2006— ha beneficiado a más de 8 millones de personas, especialmente mujeres pobres sin educación ni empleo, con una inversión total de 11.350 millones de dólares.

Pensar en verde

No podemos hablar de inversiones sociales sin mencionar los llamados “bonos verdes”, cuyo fin es invertir en proyectos de impacto ambiental. Starbucks fue la primera empresa privada que emitió bonos de sostenibilidad. A mediados del 2017 colocó dos emisiones por un total de 750 millones de dólares para financiar actividades en tres grandes áreas: compra de café sostenible, producido de acuerdo a los estándares del Coffee and Farmer Equity; Gastos relacionados con los centros de apoyo a los cafetaleros (tecnología de producción sostenible, productividad, educación, etc.) y al centro de investigación y desarrollo agronómico; y, préstamos a los cafetaleros. Hace tan solo unos días el gigante del café volvía a vender 2.000 millones de dólares de bonos para, por un lado, respaldar el café conseguido de manera ética desde fuentes sostenibles y, por otro, apoyar una iniciativa que hará que sus establecimientos sean más amigables con el medio ambiente.

En el sector público destaca Australia, donde casi la mitad de los activos bajo su administración, se invierten a través de algún tipo de estrategia de inversión responsable. El país ha tomado la determinación de integrar los valores ASG en sus decisiones de inversión, de excluir sectores como el alcohol, el tabaco, las armas o los combustibles fósiles, así como la selección selectiva de empresas con un desempeño sostenible o la inversión basada en la sostenibilidad, como inversiones en activos relacionados con la agricultura sostenible, silvicultura, energía limpia, tecnología hidráulica y patrimonio ecológico.

¿Y qué pasa con España?

Calcula Eurosif (Asociación Europea para la Promoción y desarrollo de la Inversión Sostenible y Responsable en Europa), que las inversiones de impacto crecieron en Europa un 132% entre los años 2011-2013, y un 385% entre 2013-2015. En España la inversión de impacto social todavía es incipiente, si bien en los últimos años ha registrado un crecimiento exponencial hasta alcanzar, en total de activos, los 311 millones de euros, según los datos de la Asociación Española de Inversión Sostenible (Spainsif)

A mediados de septiembre se conoció que el número de firmas españolas en el índice de sostenibilidad mundial Dow Jones Sustainability World Index 2018 había subido a 15. Mapfre, BBVA y Bankinter se sumaron a Amadeus, Santander, CaixaBank, Enagás, Endesa, Ferrovial, Siemens Gamesa, Naturgy, Iberdrola, Inditex, Indra y Red Eléctrica.

Existen además, vehículos especializados en inversión de impacto, como Gawa Capital, firma que apoya el crecimiento de empresas sociales en países en vías de desarrollo como la India o Perú, y Microwd, que conecta inversores en España con mujeres emprendedoras en países de América Latina que se encuentran al margen del sistema financiero normal de en sus países pero necesitan capital para sus negocios.

Destaca también Creas, firma de inversión pionera en España que invierte en valor social y acompaña a sus participadas (Impact Hub Madrid, Koiki, Disjob…) ofreciendo mucho más que capital, y la Bolsa Social, plataforma de “crowdimpacting” en la que los inversores “buscan apoyar proyectos con los que no solo se gane dinero sino que también ayuden a mejor la sociedad y el planeta en el que vivimos”, concreta su CEO, José Moncada.

Nuestro país cuenta ya con iniciativas pioneras en la Administración Pública. El Ayuntamiento de Madrid ha anunciado que asignará 30 millones de euros para invertir en fondos de impacto social. Por su parte el Instituto de Crédito Oficial (ICO) ha lanzado una iniciativa por importe de 50 millones de euros para invertir en Fondos de Sostenibilidad e Impacto Social, y la Diputación Foral de Bizkaia ha lanzado un Fondo de Emprendimiento e Innovación Social.

Se calcula que actualmente se mueven en el mundo más de 60.000 millones de dólares en el ámbito de la inversión de impacto, según un reciente informe de JP Morgan y Global Impact Investing Network (GIIN). Estas vías de financiación no solo mejoran la reputación del emisor y atraen a inversionistas que buscan tener en cartera activos responsables, sino que está comprobado que resultan tanto o más rentables que las inversiones tradicionales. Por ello, el número de inversores que apuestan por empresas y proyectos innovadores que contribuyen a mejorar la sociedad aumentan año tras año.

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