Nadie diría que Tony Lomba -Germán Fandiño, en la vida civil- es un responsable padre de familia, preocupado por sus hijos, Estela, de cuatro años y medio, y Bruno, de dos. Ayer toda la familia estaba con fiebre. Menos él. "Y eso que yo suelo ser siempre el primero en caer. Me cojo unos trancazos tremendos", dice, temiendo que un contagio le impida acudir a su cita de hoy con el público coruñés.

-¿Un padre de familia ejemplar?

-Más que padre de familia soy un padre protector. Me vuelco con los niños, me flipan. Quiero disfrutar de ellos porque son el reflejo de los años que pasan.

-¿Usted no es ya un poco mayor para hacer lo que hace?

-En absoluto. ¡Hombre, recuperarse de un concierto cuesta, la resaca de la adrenalina se nota! En el escenario, no, pero las mañanas después de una actuación son duras. Yo soy folclórica y siempre voy a estar en el escenario haciendo el show. Para mí, es tan necesario o más que cantar. Aunque no queremos que se nos tome por un grupo de coña, pseudohumorístico; tenemos una base musical.

-¿El show es lo suyo, entonces?

-Me cuesta salir al escenario vestido como soy. Yo necesito travestirme y recurrir a la excentricidad. Lo mío son las tablas, improvisar, inventarme las letras. Yo no me aprendo las canciones porque si no pierdo el feeling. Sólo sé el estribillo. Me tuve que aprender dos canciones porque el público de se las sabía.

-¿De dónde sacó el nombre de Tony Lomba?

-Con doce o trece años, leí El Padrino, de Mario Puzo, y cuando hacía quinielas, las firmaba como Anthony Lombardo, con dirección en Las Vegas. Después, cuando formamos el grupo, Los Tres Sudamaricones, nos pusimos cada uno un nombre y yo elegí el de Tony Lomba. Eladio Santos se convirtió en Elio dos Santos y Rubén Suárez, en Rubén da Sousa.

-¿Toda su vida se dedicó al espectáculo?

-Empecé haciendo un grupo en el instituto y, más tarde, formé con cuatro amigos Unión Penosa y ganamos el concurso Vigo en vivo, lo que nos supuso grabar un disco. Dejé la música durante unos años para irme a Madrid a estudiar realización y posproducción de televisión y vídeo y volví en 1997 con Los Tres Sudamaricones. Lié a Elio y a Rubén para hacer algo con guitarras acústicas e hicimos un concierto y el bar se llenó. Hicimos otros dos y ocurrió lo mismo, hasta que nos llamaron para grabar un disco con cinco canciones que al final resultaron trece. Y así nacimos.

-¿Tiene problemas de identidad?

-No, no, ni mucho menos. Es la gente la que se cree que los tengo. Me ven muy serio por la calle y luego despendolao en el escenario pero soy el mismo. En el escenario no tengo ningún pudor en ponerme trapos y a la gente le choca.

-¿Dificultades con su pareja de hecho?

-Queremos dar la imagen de que nos llevamos muy mal y en el escenario hacemos todo lo posible por jodernos el uno al otro. Yo soy la majorette loca y el acelerado y él es el pausado, el budista, el tranquilo. Yo soy el artista y Elio es el músico; yo soy una moto y a él le va el sosiego, pero somos muy buenos amigos.

-¿No se han distanciado un poco últimamente?

-Elio tiene una carrera artística, él es un solista excelente, está entre los cinco artistas más potentes de este país; es un artista aún por descubrir. Su grupo, Elodio y los seres queridos, es muy, muy bueno. Esa fue una de las causas de nuestro distanciamiento. Él tenía que volar por su lado y yo sabía que debía liderar una banda.

-¿Y usted espera una oportunidad?

-Siempre; presentándome como me presenté el año pasado a Eurovisión...

-¿Cómo quedó, hizo un papel digno?

-En el puesto número 53, o 57, pero por encima de la Terremoto de Alcorcón y de Malena Gracia.

-Tocan todos los palos, desde flamenco a música ligera.

-Todos los estilos musicales. Me gustan muchas cosas; menos la zarzuela, todo y, como puedo variar la voz, soy una especie de cantante politono. Canto blues, flamenco, música ligera italiana... Actuar en el festival de San Remo sería el clímax, aunque nos conformamos con ir al de Benidorm. Soy ventrílocuo de la voz, por desgracia; siempre imité voces y el problema es que me cuesta encontrar la mía.

-¿Vive exclusivamente de la música o tiene además un trabajo alimenticio?

-Con esto no se come; nosotros, no, por lo menos. Y menos cuando sólamente hacemos un par de conciertos al año. Lo bueno es que trabajo dentro del mundo discográfico, en PAI Música, llevando el departamento de promoción, principalmente, aunque también promociono festivales y grupos por mi cuenta.

-¿En casa de herrero cuchillo de palo?

-A veces es un poco frustrante. Trabajando en esto conoces los tejemanejes. Trabajo empujando a otros músicos pero no para mí. Porque, al final, lo que a mí me gustaría sería vivir de la música como artista, pero tengo el sambenito de no ser músico.