Coqueto, omite su fecha de nacimiento: "Soy un hijo de la Guerra, ¿no es suficiente?". El coruñés Rogelio Amigo, director de El andamio (1958), está "sorprendido, y halagado", por la repercusión del filme, medio siglo después de rodarlo. Pocas horas antes de la entrevista llegaba desde Madrid para sumarse a las celebraciones por el feliz hallazgo y aún no se había recuperado de la impresión que le produjo el reencuentro con los otros participantes en la película.

-Es el director y el guionista, ¿la idea también fue suya?

-Yo era un teórico del cine, presentaba en radio Juventud Tertulias de cine y dirigía el cine club Asociación Coruñesa de Filmología, que tenía 500 socios. A los diez años ya había construido una cámara tomavistas. Se suponía que yo sabía mucho de cine y nos propusimos hacer una película de aficionados. Propuse a los hermanos Docampo un argumento sobre un cuento de Somerset Maugham y no les gustó y un día les conté el argumento de esta película, les gustó y decidimos hacerla.

-¿Qué particularidades tiene?

-En contra de lo que era el cine amateur de entonces, nosotros nos planteamos la película como profesionales. No teníamos los medios para hacerla pero nos los inventamos. Sólo teníamos la cámara y la película, pero hicimos travellings con un motocarro que tenían los Docampo, hicimos una grúa con una grúa de verdad e inventamos una forma de sonorizar la película, lo cual llamó mucho la atención porque todas las películas amateurs eran mudas o todo lo más con música y alguna con voz en off, pero sin diálogos. El cine amateur dijo que esta era una película profesional

-Y les criticaron por eso.

-Nos criticaron por eso. Todas las revistas de la época, incluso un libro, La historia del cine amateur español, dijeron que El andamio era un ensayo hecho por un señor que quería dedicarse al cine, una especie de prueba. Es una película hecha por unos amigos aficionados, aunque yo era consciente de que el argumento encerraba algunas ideas políticamente incorrectas entonces, pero nunca creímos que se iba a exhibir públicamente.

-Sin embargo, fue a certámenes y tuvo premios.

-Los hermanos Docampo, que eran los dueños de la película, decidieron enviarla al festival de San Sebastián por su cuenta, sin mi consentimiento,y le dieron el primer premio. Fue un premio estimable porque lo dio un jurado formado por profesionales, mientras que los demás premios eran de jurados tan profesionales como nosotros.

-¿Y estuvo 50 años perdida?

-No estuvo nunca perdida. Digamos que no era una cosa tan interesante y, si los verdaderamente aficionados en ese tipo de producciones no se hubiesen empeñado en rescatarla, permanecería guardada en un armario. Ninguno nos acordábamos de la película.

-¿Y qué pasó con el último plano de la película, se perdió?

-Hay una controversia entre nosotros. Unos aseguran que el laboratorio que puso la pista sonora a la película no devolvió ese plano, otros sostienen que no se rodó. Yo lo vi en proyección, con la palabra fin, pero en la película que se ha recuperado el plano no está, lo cual no afecta al mensaje de la película, que está bastante explícito, a pesar de que entonces no se podía serlo demasiado, era peligroso.

-¿La película sufrió censura?

-No. No era una película que se pudiera censurar. Algunas autoridades locales recomendaron que no se viese. No creo que pudieran confiscarla porque era particular.

-¿Le llamaron comunista?

-Antes de El armario, Serrano Castilla me llamó ´azquerozo comunista´. Cuando dirigía la Asociación Coruñesa de Filmología le pusimos ese nombre para evitar llamarlo cine club, estaba mal visto.

-También dijeron que la película exaltaba valores cristianos.

-Lo dijo el padre Félix de Landaburu, que fue uno de los miembros del jurado de San Sebastián. Me dejó de una pieza porque yo no había tenido esa intención.

-¿Militaba en algo?

-Era un joven antidictadura pero no milité nunca en el PCE, aunque casi todo el mundo creía que era cierto. Tan lo creían que desde la propia Unión Soviética me llegaban cosas, y desde Bélgica. Tenía amigos que sí militaban en el PCE y yo creo que ellos también lo creían. Me debían de ver cara de rojazo.

-¿Cómo era aquella Coruña?

-Era una capital de provincias un poco tristona y melancólica. El cine era la única diversión posible, se iba al cine porque era lo mejor que había.

-Después se fue a Madrid para hacer carrera profesional e hizo el meritoriaje con Bardem, pero usted era un teórico del cine y estaba interesado en los movimientos de renovación.

-Sí, y participé incluso en el Congreso de Escritores Jóvenes, en Madrid. Escribía en publicaciones, fui cofundador de revistas como Objetivo y estaba en contacto permanente con Muñoz Suay, Bardem, Berlanga... Y participé con Martín Patino en la preparación de las Conversaciones de Salamanca

-Es ayudante de dirección, ¿con quién trabajó?

-Desde veteranos como Antonio Román o Luis Marquina o Arturo Ruiz Castillo. Trabajé con 30 directores, el último, Francesco Rossi. Con Camus trabajé en 14 ocasiones. Con Mercero... E hice 106 programas de TV dramáticos.