Director de cine

Vicente Aranda: "Soy realista, no veo razones para finales felices"

"Tuve relaciones con mujeres que aceptaron bien que el dinero que entraba en casa se dedicase a construir un director. Y sigo en obras"

El cineasta Vicente Aranda. / esteban mercer

El cineasta Vicente Aranda. / esteban mercer

Esteban Mercer | Palma De Mallorca

-Lleva desde 1959 pasando sus vacaciones en Mallorca, ¿le resulta cinematográfica?

-Si fuera una película no sé si tendría final feliz, porque me parece que la vida acaba mal siempre y yo soy realista, no veo razones para finales felices, ni en mi vida ni en la de los demás.

-Pero hay momentos felices?

-La Constitución americana dice que el hombre tiene derecho a buscar la felicidad, no a ser feliz.

-¿Lo más difícil de una película es acabarla?

-Un productor decía que no hay que tener prisa por empezarlas y tenía razón. Una película empieza con un guión que cambia incluso durante el doblaje, y como obra de arte no acaba nunca, uno se lo tiene que imponer y listo. Yo empecé tarde en el cine, pero mi vida es cine y lo acepto. He tenido relaciones con mujeres que han aceptado bien que el dinero que entraba en casa se dedicase a construir un director, y aún hoy sigue en obras, en construcción permanente.

-¿Valora ese apoyo femenino?

-He tenido ayudas increíbles. Uno puede ser individualista exacerbadamente y arreglárselas con un tratamiento egoísta, pero es más fructífero tener amigos y amigas, compartir.

-¿En qué está ahora mismo?

-Estoy a punto de comenzar a rodar Luna caliente, una adaptación de una novela del escritor argentino Giardinelli. Aún no firmamos con los protagonistas, pero mi deseo es que sean Leonardo Sbaraglia y Ana Celia de Armas.

-¿Qué es el cine?

-Una pantalla y el público. Sin espectadores no hay cine ni magia ni nada, pero hay que acertar sorprendiendo. Ahora se ve cine en casa, ya no hay concentración pública. Una película no es lo mismo vista a solas. En casa dispones de una moviola, vas adelante y atrás cuando te place, analizas, y eso para instruir a las nuevas generaciones es muy importante.

-¿Qué espera del cine?

-Espero el cine digital, que se digitalicen las salas para que puedan recibir las películas por satélite y así no manipularlas. Con frecuencia veo malas copias.

-¿Qué busca como cineasta?

-Hubo épocas en que no encontraba temas que me interesaran. Ahora tengo cuatro proyectos en marcha y estoy preparado para hacer lo que sea. Los buenos guionistas están en Hollywood haciendo huelgas que aquí no entendemos aunque también nos afectan. Están negociando el DVD, porque no está en los contratos antiguos, y como aquí no hay sindicatos fuertes que lo luchen, pues nos estamos quedando atrás, sin legislación.

-¿Y la Academia no sirve?

-Es evidente que sirve para hacer una fiesta todos los años, con vencedores y vencidos, y esto parece que gusta a la gente. Una imitación poco opulenta de los Oscar. El cine se sustenta en la capacidad de espectadores que tiene y aquí son pocos los compradores. Entre los países iberoamericanos el lenguaje nos separa por el acento; un idioma común se convierte en una dificultad, curioso pero cierra puertas, en vez de abrir mercados.

-¿Hay actores con fuerza?

-Pocos. Nuestros actores no tienen posibilidad de convertirse en mitos; los americanos, sí, y además aquí la gente no quiere a sus intelectuales ni a sus artistas. A algún partido político le interesa que sea así, porque no los tiene a su favor. Incluso grandes como Banderas y Penélope reciben críticas durísimas. En el resto de Europa no pasa y en cambio aquí son tratados como delincuentes.

-¿Le gusta Penélope en la última de Woody Allen?

-Me gusta mucho, está mejorando enormemente. Yo no confiaba en ella como actriz, pero va ganando. Le han dado un papel que le cuadra y eso es perspicacia del director. Allen me parece interesante, es como una revista anual. Cuenta una vida que se parece a la del resto, hace una crónica del mundo.

-¿Usted va a filme por año?

-Cada dos, pero es una casualidad, un milagro. Todas son producto de una dedicación intensiva, por eso no puedo arrepentirme de ninguna. Yo no soy amigo de los Oscar o los Goya pero los agarraría con las dos manos.

-¿No piensa en la gloria?

-Yo sólo pienso en mis hijas, en lo que piensen de la película que yo haga. Tuve un padre poco relevante que murió cuando tenía siete años y lo he buscado por todas partes. He de suponer que ellas harán lo mismo, pero tendrán la facilidad de que su padre dejó veintitantas películas. Que no se avergüencen de mí cuando las vean es fundamental. Lo que digo está en mis películas y no las puedo engañar, no me lo perdonarían. A la menor le dio por decir que era feliz y la mayor le dijo: 'Ya sabes lo que dice papá, no se puede caer más bajo'.

-¿Dirige la vida de sus hijas?

-En absoluto, tienen toda la libertad pero se quedan con lo que digo, les interesa lo que opino y se enfadan cuando no estamos de acuerdo en algo. La mayor me dijo el otro día que por qué no hacía películas que gusten al público y después las que me gusten a mí, pero si no lo he hecho de joven no lo haré de mayorcito. Con el tiempo lo comprenderán y lo valorarán.

-¿Por qué confía en un actor?

-Por su capacidad de transformación. En esta nueva película Leonardo Sbaraglia se va a transformar de un delicado poeta en un monstruo. Y Carmen perdió hasta el acento argentino. A Ana la quería en Lolitas, mi película anterior. Tiene veinte años y da idea de una escolar, tiene cierta perversión. Los dos personajes se transforman a través del sexo, ella es exigente. Me interesa la pasión, el amor apasionado mezclado con la carne y el espíritu.

-¿Qué pasa con su actriz fetiche, Victoria Abril?

-Que ha cumplido años y lo difícil es encontrar un personaje para su edad. Es terrible pero pasa, son épocas en las que se ocultan, desaparecen, se vuelven invisibles, hasta que vuelve a haber demanda. De los 45 a los 55 son terribles.

-¿Sigue confiando en Zapatero o ya ha dado todo lo que podía como un actor?

-No sé quién decía que tiene la virtud de hacer un mundo donde dos y dos son cinco. De su chistera pueden salir cosas sorprendentes, es como un mago, y en ese sentido sigo confiando en él. Además me gusta su faceta humana de padre cercano. Mis hijas estudian con las suyas y allí le veo muy cercano.

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