La cara más europea de la Xunta

La Fundación Galicia Europa actúa de nexo entre el Gobierno autonómico, las instituciones europeas y las más de 300 oficinas que representan en Bruselas a regiones y municipios comunitarios

Tres de los funcionarios de la Fundación Galicia Europa en las oficinas de la sede en Brseulas.

Tres de los funcionarios de la Fundación Galicia Europa en las oficinas de la sede en Brseulas. / la opinión

M. Vázquez | Santiago

A pesar de que la primera delegación de la Xunta en suramérica acaba de cumplir un año de funcionamiento, la Administración gallega cuenta con representación en el exterior desde hace 20 años. Se trata de la Fundación Galicia Europa (FGE), un organismo dependiente de la Consellería de Presidencia y cuyo cometido es actuar como nexo de unión entre las políticas europeas y los intereses de la comunidad. Un órgano que nació tímidamente pero cuyo papel con el paso del tiempo se ha ido intensificando y diversificando a medida que crecía también el peso de las regiones en las instituciones europeas.

Alba Mariño es uno de los tres técnicos que se encargan en la Fundación de "bucear" entre los cientos de programas, proyectos y líneas de ayudas y subvenciones que se ofrecen desde Bruselas a toda la UE. Es un trabajo fundamentalmente de seguimiento, por lo que los tres técnicos contratados en la capital europea se reparten las principales áreas de interés para Galicia. En el caso de Alba, su tarea consiste en estar al tanto de todos los asuntos relacionados con temas institucionales y de competencia, salud y consumo, mercado interior y Justicia. Un trabajo para el que el dominio de idiomas resulta casi tan imprescindible como el bagaje formativo y la experiencia en relaciones exteriores que se le exigen a cualquier funcionario europeo. "Para trabajar en Bruselas siempre se dice que necesitas la lengua materna más dos, así que nosotros jugamos con ventaja", comenta Alba, habituada a trabajar en una oficina donde suelen escucharse conversaciones cruzadas en inglés, francés, gallego y castellano.

La cara más europea de la Xunta

La cara más europea de la Xunta

Una Torre de Babel

"Los idiomas son esenciales para el trabajo y la vida social. Aquí hablamos gallego habitualmente y los informes los hacemos también en gallego, aunque luego todo se traduce. Y las negociaciones con compañeros del Comité de las Regiones son en inglés o francés", explica la técnico gallega, que lleva casi cinco años viviendo en Bruselas y la mitad de ellos, trabajando para la Fundación Galicia Europa.

Su trabajo, con todo, no deja mucho espacio para la morriña. Tanto Alba Mariño como Ana Ramos, directora de la Fundación en Bruselas, coinciden en que su gran ventaja respecto a otros emigrantes es que trabajan para la "tierra". No sólo comparten oficina con otra docena de gallegos sino que, ya sea a través del teléfono, por mail o en reuniones personales, mantienen contacto directo y diario con la comunidad. "Eso es un plus", comenta Alba Mariño, que coincide con la directora en que lo que más se echa de menos es la familia. Y es que en el caso de los gallegos, de hecho, la mayoría reduce sus "escapadas" a España a tres o cuatro al año ya que, como explica la técnico de la Fundación Galicia Europa, "en materia de comunicaciones estamos mucho peor que los compañeros de otras comunidades". "No es la primera vez que me quedo colgada en Madrid", apunta.

La vida en Bruselas, con todo, resulta "muy fácil". La ciudad ofrece una intensa actividad cultural todos los días, una vida social frenética que, como apunta Ramos, también multiplica los compromisos profesionales ya que en Bruselas están asentadas más de 300 oficinas que representan a regiones y municipios de toda la UE. "Cada mes recibimos una docena de invitaciones para distintos cócteles. El primer año todo te parece excitante, pero después de un tiempo acabas cansada", explica Ana Ramos, cuya experiencia europea empezó en 1989 y que ha formado en Bruselas su propio hogar. La ciudad, con todo, también tiene una cara tranquila, con decenas de parques para disfrutar y muchos kilómetros de carril bici. "En la oficina casi nadie usa el coche", apunta Mariño.

Aunque el personal de la FGE en Bruselas son 10 personas, en la oficina trabajan codo con codo con otros cuatro técnicos dependientes de las consellerías de Medio Rural, Industria, Pesca y Cultura. Son expertos destacados en Bruselas por estos departamentos para prestar una especial atención a las decisiones y políticas europeas que tienen una repercusión directa sobre sus principales áreas de actuación. Con todo, todavía hay materias estratégicas para Galicia en las que falta esa especialización, una asignatura pendiente en opinión del secretario xeral de Relacións Exteriores y director apoderado de la FGE, Julio Fernández Mato. "Todavía hay temas tan importantes como el medio ambiente o el transporte en las que la Xunta no ha destacado a ningún funcionario en Bruselas y que suplen los propios técnicos de la Fundación", explica.

No es la única apuesta de futuro del Gobierno gallego, que también pretenden conseguir una implicación mayor de las instituciones municipales y provinciales en la UE. En este sentido, Fernández Mato asegura que ha iniciado contactos con alcaldes gallegos y el presidente de la Federación Galega de Municipios e Provincias (Fegamp) con la idea de "convencerles" de la importancia de establecer una línea directa con Europa. "Nuestro objetivo es que los propios concellos destaquen allí a sus técnicos para que ese flujo de información sea constante y de primera mano", argumenta el secretario xeral, quien recuerda que municipios y diputaciones ya están presentes ahora en el patronato de la Fundación.

Esta ampliación del personal destacado en Bruselas por las instituciones públicas gallegas es una de las líneas prioritarias para la Fundación, que en los últimos meses se ha volcado en la puesta en marcha de un centro de negocios destinado a potenciar la proyección exterior de las empresas gallegas. "Las Pymes en Galicia todavía no han cogido el tren de las exportaciones", justifica Fernández Mato, quien recuerda que pese a la "timidez" con la que nació la FGE en 1988 -cuando "nada se sabía de la capacidad de maniobra de las comunidades en el exterior"- continúa ganando peso y buscando potenciar las oportunidades de negocio de Galicia en Europa.

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