Miran siempre por encima del hombro por si ven algo extraño. Su número de teléfono es secreto y para comunicarse siempre llaman ellos. Se mantienen alejados de sus familias, aunque han creado otras propias, y deben buscar trabajo por su cuenta para mantenerse. La vida del marinense Ricardo Portabales y del vilanovés Manuel Fernández Padín cambió hace veinte años al convertirse en los primeros narcoarrepentidos gallegos y hoy todavía viven con miedo.

El 12 de junio de 1990 el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón y el fiscal antidroga Javier Zaragoza asestaron el primer gran golpe contra las bandas del narcotráfico arousanas que operaban en las rías gallegas. Más de 350 policías desplazados desde Madrid apresaban de madrugada, en sus casas y en pijama, a los principales jefes del contrabando de tabaco, reconvertidos a narcotraficantes

Detrás de la histórica redada, bautizada como operación Nécora, estaban las declaraciones de Ricardo Portabales, muchas de cuyas fantasiosas confesiones resultaron imposibles de probar, y el vilanovés Manuel Fernández Padín, que participó en operaciones con Los Charlines, y cuya confesión permitiría llevar a prisión a buena parte del clan años después, porque de la Nécora salieron airosos.

Los dos arrepentidos siguen ocultos y con miedo a las represalias de los patrones de la fariña a los que delataron. Mientras los condenados -excepto Franky Sanmillán que permaneció huido hasta hace un año- ya cumplieron sus penas, aunque muchos han vuelto a la cárcel por nuevas imputaciones, los dos arrepentidos siguen viviendo en la clandestinidad. Hace años que perdieron la protección policial que les llevó a moverse siempre con escoltas y tienen que trabajar para mantenerse pues el Estado dejó de correr con sus gastos.

Ricardo Portabales, que hizo la mili como submarinista y quiso ser Policía Nacional antes de dedicarse a la contratación de barcos y al tráfico de drogas, emigró tras el juicio de la operación Nécora a Suramérica donde intentaba poner en marcha algún negocio con su nueva compañera sentimental. Manuel Fernández Padín se quedó en España. Tras varios años durmiendo en dependencias policiales, rehizo su vida y tiene al menos un hijo.

Ambos confiaban en obtener una salida digna tras una década de colaboración con la Justicia para reinsertarse con garantías. Mientras su colaboración fue necesaria, Interior se ocupó de su protección y les proporcionó dinero para vivir a cargo de los fondos reservados. Ambos tuvieron que testificar en el juicio de la Nécora, pero también en otros contra el clan Charlín que se celebraron años después.

Hace un par de años Portabales regresó a Galicia. Sus hijos ya son mayores y le han hecho abuelo. Fernández Padín también visita a su familia en Vilanova. De hecho, estuvo en la localidad arousana hace apenas una semana. No anuncia su presencia y se mueve con mucha prudencia. En una de sus visitas el coche que dejó aparcado en la calle apareció calcinado.

Una operación histórica

La operación Nécora fue el inicio de la lucha contra el tráfico de drogas a gran escala en las costas gallegas. El macroproceso concluyó en 2004 con la lectura pública de la sentencia. Las mayores penas fueron para lancheros y segundones que, en la actualidad, se han convertido en jefes de sus propios grupos. La mayoría han sido detenidos y están en prisión por grandes alijos.

Celso Barreiros y Carlos Goyanes, la jet set denunciada por Portabales, cuya credibilidad quedó en entredicho en la vista, fueron absueltos. El Supremo, en el recurso de casación, redujo a la mitad la pena de Laureano Oubiña y su mujer, la fallecida Esther Lago, y confirmó la absolución de Manuel Charlín Gama, Alfredo Cordero, Eulogio Romero Betanzos y Joaquín Montañés Porto.

Todos ellos, sin embargo, caerían en operaciones antidroga posteriores como responsables de las grandes organizaciones gallegas. De hecho, en la actualidad muchos de ellos siguen en prisión. Este es el caso de la familia Charlín, condenada a importantes penas gracias al testimonio de Fernández Padín por varios alijos de cocaína en los que el propio narcoarrepentido participó. En 2004 Padín prestó su última declaración como testigo contra Josefa Charlín, juzgada en solitario porque había logrado huir de la Justicia que ya había condenado a otros miembros de su familia por el alijo del buque Halcón II en 1994 en las costas de Muxía.

Los capos siguen en prisión

Los mayores capos en la historia del contrabando y del narcotráfico en las rías gallegas llevan en prisión varios años. Aunque se salvaron en la operación Nécora, cayeron después. Este es el caso de José Luis Charlín Gama, su hermano Manuel Charlín Gama, el Patriarca; y sus hijos Josefa y Manuel. El pasado verano consiguió la libertad la matriarca del clan, Josefa Pomares. También siguen en la cárcel José Manuel Prado Bugallo, Sito Miñanco; Laureano Oubiña, Alfredo Cordero y Francisco Javier Rodríguez Sanmillán. Todos están en segundo grado y los únicos que disfrutan de permisos son José Luis Charlín y Cordero.