Los viejos huesos vencidos por la Guerra Civil siguen clamando memoria. En cunetas, montes o tapias de cementerios. Miles de familiares de fusilados durante el franquismo siguen a la espera de poder desenterrar a los suyos y darles el duelo que nunca tuvieron. Para la familia del lucense José Antonio Díaz Álvarez, paseado en septiembre de 1936 en Argomoso (Mondoñedo), ya se ha terminado la búsqueda. Un equipo de arqueólogos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), colectivo originario del Bierzo leonés y promotor de las primeras exhumaciones en España, inició ayer en Lugo la campaña prevista para este verano en Galicia.

"La fosa estaba muy localizada", comentó ayer el vicepresidente de la ARMH, Santiago Macías, poco después de encontrar los restos de José Antonio Díaz Álvarez, vecino de Ove (Ribadeo).

Tras una mañana de gestiones en el Concello de Mondoñedo para conseguir una máquina que les permitiese iniciar la excavación, el equipo de arqueólogos que colabora con la asociación localizó a primera hora de la tarde los primeros huesos. Más de 70 años después de ser ejecutado y enterrado en la parte exterior del cementerio de la parroquia lucense de Argomoso, los restos de José Antonio Díaz fueron exhumados. En cuestión de meses, les serán devueltos a su familia. Antes tendrán que ser identificados. De este proceso se encargará la antropóloga forense Roxana Ferlinni.

Casado y con cuatro hijos, José Antonio Díaz fue sacado a punta de pistola de su casa por los falangistas locales, que, según la investigación de historiadores de la ARMH, tenían intención también de detener en la aldea próxima de Vilavella a un vecino llamado Pedro Soto. Él corrió mejor suerte. Escapó con una herida de bala en una pierna y logró esconderse en el interior de una cueva marina en la ría de Ribadeo. José Antonio Díaz fue llevado al lugar de Miraveles. Él también logró huir después de haber recibido algunos disparos. Malherido estuvo escondido durante varios días en el barrio de Las Plazas, en Argomoso. Un chivatazo a los falangistas sobre el lugar donde estaba ocultó le hizo presagiar su final. Fue asesinado delante del edificio de la escuela rural de Argomoso tras varios disparos en la nuca. Eran las cinco de la tarde del 20 de septiembre de 1936. Su ejecutor, según los archivos históricos consultados por la ARMH, fue el cabo municipal de Mondoñedo.

El libro de defunciones describe a José Antonio Domínguez como un hombre de 43 años, pelo castaño oscuro, de 1,78 de estatura, corpulento, con barba de varios días y bigote recortado. Vestía camiseta blanca, sobre la que llevaba otra oscura, sucia y con cremallera, chaqueta de tela, pantalón viejo de pana clara con rodilleras cuadriculares, calcetines blancos de estopa y zuecas del país y boina negra.

La exhumación en Mondoñedo fue la primera de las que la ARMH tiene previstas para este verano en Galicia. Además de la de ayer, también prevén continuar en el Ayuntamiento coruñés de O Pino, una parroquia en la que ya lograron localizar varios cadáveres hace dos años; abrir otra en San Andrés (Pontevedra), con 9 cadáveres; y otra en Carnazo, en las proximidades de Vilagarcía de Arousa.