"¡Conectad la espuma y seguidme!". Ésta fue la orden que dio Jorge Sánchez, jefe de dotación de los bomberos de Barajas. Sánchez acababa de escuchar la alarma del aeropuerto madrileño. Era la hora de comer y pronto se dio cuenta de que no era una alarma normal. "La torre de control activó la alerta tres veces, se notaba que algo raro había pasado", comenta este bombero que ha tenido que actuar en los dos atentados terroristas de ETA que se han producido en el recinto aeroportuario.

"Se me puso un nudo en el estómago y ordené que se conectase la espuma para apagar el incendio de queroseno que provocó la caída" del avión que tenía que haber llegado a Gran Canaria, relata Jorge Sánchez, uno de los pocos bomberos de Barajas que puede hablar de la tragedia. El resto no tiene fuerzas y a muchos aún les cuesta contener las lágrimas cuando recuerdan el fatídico 20 de agosto del año pasado.

Todos los bomberos delaeropuerto tuvieron asistencia psicológica tras el siniestro. Dos estuvieron de baja médica. Ninguno puede olvidar ese día que en principio era anodino y caluroso y que se convirtió después de las 14.30 horas en una pesadilla. El 20 de agosto de 2008 se recordará como el día en el que sucedió el mayor desastre aéreo de Barajas y que azotó especialmente a Canarias. 154 personas fallecieron, 79 eran residentes isleños.

Fernando García Betancort fue uno de los bomberos del aeropuerto que estaban de guardia ese día. Él estuvo de baja médica tras la tragedia. Es canario y viajaba al día siguiente del siniestro a las Islas. "Se implicó completamente con los familiares de las víctimas del accidente", explica Jorge Sánchez. Él no lo hizo. "No quise poner cara a los cadáveres", reconoce, "para que no me afectase en operaciones posteriores", explica este hombre que lleva en el Cuerpo de Bomberos de Barajas diez años.

"Ha sido el accidente más perturbador", admite, al tiempo que señala que lo más duro de su trabajo se produce cuando ve niños entre las víctimas.

En el vuelo JK5022 los había. Uno de ellos se salvó y fue rescatado por un compañero de Sánchez. "Preguntaba por su papá y pedía que se acabase esa película", relata Sánchez. El pequeño se quedó en la cabina de un camión de los bomberos. Su padre falleció.

Al llegar a la zona del accidente había pequeñas balsas de queroseno que ardían. Las llamas llegaron a un pinar cercano y el avión estaba en el riachuelo que pasa cerca de la pista. "En ese momento no te puedes permitir el lujo de pensar mucho porque tienes que actuar", comenta. La tensión y la aspereza se palpaban entre el equipo de Sánchez.

"Había personas caminando por su propio pie, creo que era una mujer y el niño que pensaba que era una película. Estaban en shock, desorientados", añade. Al final sacaron a 22 supervivientes de la zona. Algunos fallecieron en los días posteriores. No fue fácil el rescate. Algunos pedían ayuda entre el amasijo de hierros en el que se había convertido la aeronave. Hubo que excarcelarlos. "Estaban semiconscientes y pedían auxilio", reitera aún emocionado

A Jorge Sánchez se le han quedado grabadas muchas imágenes de ese día. "Traté de no fijarme en nada en concreto y pasar la vista por encima para buscar supervivientes", declara el bombero. El panorama era "impresionante" por desolador.

"Hicimos lo que pudimos", asegura Jorge Sánchez, al tiempo que reconoce que tras la explosión inicial del avión de Spanair se redujo el riesgo de peligro para su equipo. "Lo que primaba era la rapidez y la organización para salvar vidas", subraya Sánchez. Durante tres meses tuvieron asistencia psicológica.

"Nadie se puede imaginar la tensión y la adrenalina que generamos", comenta. Al llegar a su casa se dio cuenta de la magnitud de la tragedia. "Cuando vi a mi familia, a mis hijos, pensé en esas personas que ya no tienen a sus seres queridos y me hundí", reconoce Sánchez.

El filtro de seguridad del protocolo de emergencias del aeropuerto de Barajas falló el 20 de agosto del año pasado. Todos los trabajadores de Barajas estaban impresionados por el accidente del vuelo de la compañía Spanair que se dirigía a Gran Canaria y que se estrelló poco después de despegar. "Hubo una afluencia excesiva de vehículos de apoyo externos que querían ayudar", reconoce Jorge Sánchez, jefe de dotación del aeropuerto de Barajas. Las ambulancias se agolpaban en la zona templada de los perímetros de actuación.

A la zona caliente sólo accedían bomberos y médicos. "Era impresionante", subraya Sánchez, al tiempo que recuerda que los trabajos se alargaron durante toda la noche porque faltaban por aparecer dos cadáveres.

Eran los de un varón y un niño que fueron encontrados al día siguiente. La intervención fue muy tensa. El exceso de medios de ayuda que llegaron a Barajas también fue criticado por el jefe de los bomberos del Ayuntamiento de Madrid, Eugenio Amores. "Más que ayudar, acabaron molestando", comenta.