Después de tres días de trabajo, ayer a las 17.45 horas finalizaba la exhumación de los cuerpos de Castor Cordal, nacido en Corbillón (Cambados) y de 27 años; y Ramón Barreiro, de 19 y natural de Sisán, (Ribadumia); ambos asesinados por un grupo de falangistas el 15 de septiembre de 1936 en Curro, en el municipio pontevedrés de Barro.

El levantamiento de los dos cadáveres se produjo, 73 años después, una vez que la Policía Judicial de la Guardia Civil y el juzgado dieran el visto bueno a la operación. Lo hicieron después de recoger información, tomar fotografías y vídeos y determinar, por parte del forense de la Guardia Civil, que los restos no eran recientes.

Pese a que hay distintos rasgos físicos -como la altura o la estatura de los fallecidos- que permitieron a las familias casi identificar de inmediato a los cadáveres en cuanto fueron descubiertos, los arqueólogos de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) trasladaron los restos mortales al laboratorio que esta organización tiene en Ponferrada, para que puedan ser identificados con estudios forenses. Este proceso podría tardar un mes, aproximadamente, y una vez realizado los cuerpos serán entregados a las familias que les darán sepultura en los cementerios de Cambados y Sisán, en donde ya descansan otros seres queridos de los fallecidos.

Castor Cordal, era electricista y miembro de la CNT. Tras ser detenido permaneció recluido durante varios días en el Pazo de Fefináns hasta que lo ejecutaron. Antes de matarlo, le rompieron un brazo porque Castor lo levantó con el puño cerrado cuando lo iban a matar.

Ramón Barreiro era poeta y escritor, publicaba en un periódico, al parecer, de Pontevedra. Sus familiares recordaron ayer el nombre: La hora. Sus textos no eran del gusto de los falangistas y lo persiguieron. Él huyó pero acabó entregándose probablemente para evitar más torturas a sus padres. A su madre la violaron, la dejaron ciega y le cortaron el pelo al cero. A su padre le rompieron las piernas. Tras ejecutarlo junto a Cordal el 15 de septiembre de 1936, los asesinos le cortaron el dedo de una mano para quitarle un anillo.

Josefina Cordal tenía 9 años cuando en septiembre de 1936 vio cómo se llevaron preso a su hermano. Entonces él les dijo que se iba para no volver. Ayer, después de dudarlo durante todos estos días, quiso acercarse hasta la fosa común de Curro. Nada más llegar, muy emocionada, señaló a uno de los esqueletos y dijo: "Ese é o meu irmanciño".

Dice que lo sabe, por su complexión, porque sí, porque lo reconoce. Probablemente esté en lo cierto, porque la familia de Ramón Barreiro reconoce en el otro esqueleto a su pariente. Ante la cámara de un equipo de la BBC británica que graba un reportaje sobre las exhumaciones, Josefina explicaba: "Aquí tienen, esto es lo que hicieron en España en la Guerra Civil". "Ni a un perro se mata como mataron a estos dos muchachos, mi hermano no le había hecho daño a nadie", añadió ante las cámaras. Josefina recordó cómo los falangistas hicieron bailar al resto de las hermanas desnudas ante ellos y cómo "le robaron el hijo" a su madre, "que era lo que más quería" "Para mis padres entonces se acabó la vida fue hace 73 años, pero yo lo recuerdo como si hoy fuera 1936", dijo Josefina.

Cuando se le pregunta cómo se sentía ayer, Josefina respondió que "ahora feliz", porque ya estaba "al lado" de su hermano.

Durante años su familia ni siquiera pudo dejarle flores en Difuntos. Lo hicieron varias veces poco después de su muerte pero se enteraron en su pueblo y tuvieron que dejar de hacerlo por las amenazas. "Yo pasaba muchas veces por aquí, por delante de la iglesia de Curro y me preguntaba "Castoriño,¿ dónde estás?", decía ayer Josefina. "Ahora que descanse por fin en paz mi hermano porque hasta ahora no lo pudo hacer", finalizó entre lágrimas.