-Nunca es tarde, ¿aunque hayan pasado 35 años?

-Nunca es tarde si la dicha es buena. Bienvenida sea esta condecoración que indica un antes y un después. Teníamos el baldón de haber sido de la UMD y ahora se ha convertido en un mérito. La gente cree que fue una iniciativa de la ministra, pero no, fue del Parlamento, a propuesta de IU. Al fin se reconocen los méritos a los militares que arriesgamos la carrera y la libertad en la lucha por la democracia.

-¿Cree que hay una visión idílica de la Transición?

-Absolutamente idílica. Yo me santiguo cuando lo dicen porque recuerdo los días negros de la Transición, los muertos de Atocha... Fue muy difícil, con muchos equilibrios y muchas resistencias. No hay más que recordar los zarandeos a Gutiérrez Mellado y los gritos de 'ejército al poder'. El Ejército no aceptó disciplinadamente el cambio de régimen: hubo dimisiones de tenientes generales por la legalización de CCOO y del PCE; hubo manifestaciones contra nuestra amnistía, el 23-F...

-¿El Ejército culminó la Transición?

-Sí, incluso creo que se ha alegrado de nuestra condecoración. El jefe del Ejército aplaudía con una enorme sonrisa cuando nos entregaron la medalla. Salvo los nostálgicos, todos los compañeros me felicitaron y todos los mandos jóvenes de Galicia me hicieron llegar su enhorabuena. Yo creo que dio el salto y que las misiones internacionales ayudaron mucho.

-¿Por qué quiso ser militar?

-Es terrible, es como si preguntasen a alguien por qué se enamoró de su mujer o de su novia. Yo era huérfano de guerra y mi madre, con una pensión militar, no tenía un duro para pagarme la universidad, así que, al acabar el Bachillerato, decidí ir a la Academia Militar. Ser militar entonces, a parte de permitirte estudiar, daba prestigio y, en aquellos tiempos, yo no veía el mundo ni la profesión como lo vi después. Más tarde, en lugar de examinarme para Estado Mayor, decidí ingresar en la universidad para estudiar Filosofía y letras y especializarme en Historia.

-¿Los universitarios eran vistos como sospechosos?

-Cuando yo era cadete y desfilábamos mal, nos llamaban 'logaritos' y 'universitarios'. Nos veían blandos y sin empuje bélico.

-En 1978 ingresó en el PSOE pero se fue enseguida, ¿por qué?

-Me propusieron ir como cabeza de lista al Congreso por Pontevedra en las elecciones de 1979 pero en Madrid borraron mi nombre. Pedí explicaciones, nadie me las dio y solicité la baja.

-Luego fue concejal de Pontevedra por Unidade Galega.

-Una antigua profesora mía, Daría González, me animó y acepté.

-Y se dedicó a la enseñanza.

-Fueron los años más felices de mi vida. De pequeño decía que quería ser maestro, e hice Magisterio. Era la ilusión de un niño de aldea que venera a su maestro. Luego fui director de un instituto (A Xunqueira, en Pontevedra] y lo revolucionamos. Mi clase de Historia se retransmitía por radio cada semana y por allí pasó toda la cultura gallega. En mi vida lo pasé tan bien.

-Cuando salió de la cárcel se vio sin trabajo y con cinco hijos.

-Eso fue lo peor. Hasta eché de menos la prisión. Mi hija Susana tenía que ir a la universidad y le negaron la beca, a pesar de haber sacado sobresaliente en COU, con la pintoresca excusa de que yo no tenía suficientes ingresos.

-¿Cómo fue su detención?

-A las cinco de la mañana. Y no era el lechero. Registraron la casa, me detuvieron y me llevaron a Madrid en el coche del capitán general.

-¿Pensó que iba al cadalso?

-No. Pensaron en eliminarnos pero un asesor jurídico advirtió en una reunión del generalato que, además de una cafrada, estas cosas siempre acaban sabiéndose. Eso los dejó desconcertados y decidieron detenernos. Sabía, pues, que me procesarían pero que no me llevaban al cadalso.

-¿Les salvó Miláns del Bosch?

-Miláns fue el general que dijo que quería conocer el parecer del asesor jurídico. Era sorprendente que Miláns, que fue el que había denunciado la existencia de la UMD, nos salvara con su legalismo.

-¿El consejo de guerra?

-Heavy metal. El fiscal nos acusó de rebelión, cuando a nosotros ni se nos pasó por la imaginación una asonada y, al final, cuando uno de nosotros dijo: 'concibo el Estado como un marco de convivencia democrático en el que se respeten los derechos humanos' se nos echaron encima. y nos dijeron de todo Yo oí: 'que les peguen cuatro tiros'.

-Pasó por varias prisiones, la última La Palma, en Ferrol.

-Fue donde mejor estuve, el castillo de La Palma era una gloria, había unas vistas impresionantes y podía pescar desde la terraza.

-El director Cuerda lo vistió de general en Los girasoles ciegos.

-Cuerda me ascendió a general. Quería que hiciese de coronel en consejo de guerra a un capitán, pero le dije que se notaba que ni él ni Azcona habían hecho la mili, porque sólo podía presidir un general. En el montaje se suprimió la escena y se frustró mi carrera de actor.

-¿A qué se dedica ahora?

-A escribir. Espero que este año se publiquen mis memorias.