El fuego subterráneo es el mayor riesgo de que un incendio se reavive

Cuando un foco parece ya apagado, una capa de entre 20 y 40 centímetros bajo el suelo todavía sigue quemando materia vegetal

Daniel Domínguez | Santiago

El fuego no da tregua incluso cuando no se ve. El peligro de que el viento sea intenso, como estos días en que ha soplado el nordés, no solo radica en la facilidad con que extiende las llamas, sino en que multiplica el riesgo de que incendios que se dan por controlados se reproduzcan, salten a una zona de monte sin quemar y se reaviven las llamas. Pero ¿por qué se prolonga el peligro después de sofocar con agua el fuego y refrescar después un lugar donde no se aprecian llamas?.

El motivo se encuentra bajo los pies. Una vez que el fuego parece haber sido apagado, la tierra sigue ardiendo bajo la superficie. Una capa de entre 20 y 40 centímetros bajo el suelo continúa ardiendo. Se trata de materia combustible en descomposición, como ramas, hojas o troncos. Una ráfaga de viento puede levantar no solo un rescoldo incandescente, sino toda una masa de tierra bajo la cual continúe ese proceso.

De hecho, durante los fatales 12 días de agosto de 2006 en que ardieron alrededor de 77.000 hectáreas, un niño sufrió quemaduras mientras ayudaba a sus familiares a refrescar una zona cerca de Pontecaldelas.

El riesgo más común, sin embargo, es que el fuego que se produce bajo la tierra estalle al encontrar una bolsa de aire y una llamarada salga al exterior. Si esto tiene lugar cerca de un terreno seco o que todavía no ha ardido, el incendio puede reavivarse.

Este fuego subterráneo, como lo denomina Protección Civil, se alimenta del humus vegetal y obliga a refrescar zonas calcinadas durante varias horas después de haber sido extinguido el fuego. Por ello, muchas veces los bomberos resultan insuficientes, pues parte del personal debe realizar esta tarea aparentemente menos importante que acudir a apagar las llamas.

Por este motivo, en el año 1985 ardieron más de 300 hectáreas del subsuelo de las sierras de Buio y O Xistral, al norte de la provincia de Lugo, después de un verano negro en el que había ardido una cantidad similar a la del año 2006, en el que se registraron casi 90.000 hectáreas calcinadas.

Otros elementos que contribuyen a propagar el fuego son las piñas. Cuando arden los pinos, estas se vuelven incandescentes, estallan y aparecen incluso a cientos de metros de distancia.

A pesar del riesgo de las zonas ya quemadas, los expertos recomiendan siempre caminar hacia ella cuando una persona se ve acechada por las llamas, algo que no pudieron hacer los dos jóvenes brigadistas que el viernes por la noche fallecieron en Fornelos de Montes. Sin embargo, asegurar el perímetro de un incendios constituye uno de los trabajos fundamentales a la hora de controlar un fuego.

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