Que veinte años no es nada

Antón Luaces

López Veiga, en sus tiempos primeros de conselleiro tuvo una corazonada -como antes la había tenido Martin Luther King- y, al igual que Obama posteriormente, entonó un poderoso Yes, we can con acento de las Rías Baixas y un no sé qué namibio. Y pudo, sí señor. Hace de ello la friolera de 20 años, tiempo que si para el tango no es nada, para los mortales es un mundo.

Veinte años transcurridos desde que don Enrique -conselleiro de Pesca con Manuel Fraga- situó en los cielos de Galicia, vaya por Dios, dos aeronaves que abrieron las mentes del Gobierno de turno y sentaron las bases del actual Servicio de Salvamento Marítimo español. Veinte años transcurridos con alarmas más falsas que las falsas monedas, con servicios prestados de manera irreprochable (al lado de otros que han dejado mucho que desear), con utilización más policial que civil en alguna oportunidad y coincidiendo con la lucha por el establecimiento de los fundamentos del marisqueo profesional...

De todo ha habido en estos dos primeros decenios transcurridos, en los que no han faltado protestas y críticas al Ejecutivo emanadas tanto desde las embarcaciones como de las aeronaves por el personal de las mismas. Pero, al mismo tiempo, se hace necesario reconocer que el actual Servizo de Gardacostas ha proporcionado muchas más satisfacciones que desengaños y que ha servido de ejemplo a su hermano menor, el Salvamento Marítimo que depende del Ministerio de Fomento.

Veinte años pueden no ser nada, pero han servido para reconocer que López Veiga hizo un buen trabajo cuando creó el servicio y puso al frente del mismo a personas capaces que, no obstante, también cometieron fallos (¿quién no?).

Una de cal y alguna de arena y esfuerzo, mucho esfuerzo, por estar entre los mejores. Galicia puede no alcanzar en circunstancias especiales el nivel que nos gustaría a todos -los primeros, el personal del servicio- pero ha abierto caminos y sus mares son más seguros que hace 20 años. Sólo por esto habría que agradecer a López Veiga, don Enrique, el esfuerzo en la creación de un departamento que rinde frutos y, sobre todo, salva vidas.

Brindemos por ello y apoyemos con fuerza un servicio muy nuestro del que, hoy por hoy, podemos sentirnos orgullosos.

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