Un pequeño dolmen que recuerda que la Serra do Barbanza puede presumir de numerosos yacimientos megalíticos corona la fuente de piedra que reina en el centro de Pomar de Río. Ese monumento existe gracias a los árboles que ahora han ardido. Porque los vecinos de esa localidad de Boiro lo construyeron con los ingresos procedentes del monte comunal. Con ese dinero también anchearon pistas o repararon el campo de fútbol. "Fue muchísima pérdida, la pérdida de un montón de dinero para ir arreglando la aldea", explica la dueña de la tienda del pueblo.

Ese es el principal argumento con el que los vecinos de Pomar de Río, en la parroquia de Cures, la principal perjudicada por los incendios que desde el sábado por la noche han calcinado 450 hectáreas en el Concello de Boiro, se defienden de las acusaciones que desde distintas instancias se vierten contra los habitantes de las áreas quemada. "¿Cómo no vamos a apreciar nosotros el monte? ¿Cómo vamos a quemarlo nosotros, si somos los principales perjudicados cuando arde?", se pregunta la misma vecina. "A la gente que prende fuego deberían castigarla, pero bien", añade.

El miedo

Porque los habitantes de la localidad en la que fue detenido Cándido L.L. como presunto incendiario -ayer puesto en libertad por falta de pruebas- sí que están convencidos -en contra de lo que sostienen algunos agentes policiales- de que quemar el monte es un "delito". "Y es que ya no es solo el dinero, sino que te puede arder la casa. Porque pasamos miedo, mucho miedo. Siempre tienes miedo de que llegue a tu casa", explica Noelia. Su padre, Manuel, añade: "Nosotros no podemos siquiera quemar unos rastrojos sin pedir un permiso".

Y otras veces ni siquiera se atreven a apagar el fuego por el riesgo de ser sospechosos. Su mujer, Pepa, recuerda que a Cándido lo detuvieron cuando estaba protegiendo el muro de su huerta de las llamas y luego cuenta: "Mi marido quiso ir a apagar el fuego, pero si lo ven allí, lo culpan a él. Yo le dije que no fuera, porque me acordaba de que otro año, cuando fuimos a intentar cortar otro fuego para que no alcanzara nuestra tierra, ya le acusaban solo por estar allí".

"Ningún vecino de aquí podría hacer algo así. No tiene sentido". Y es que el fuego, recuerdan, "corría como una bala" y las llamas llegaron a alcanzar diez dantescos metros. "Solo a un loco, a un loco perdido, se le ocurriría plantar fuego y además hacerlo tan cerca del pueblo", insisten los vecinos reunidos en el bar. Varias cabezas asienten.

Ley del silencio

Esta joven se defiende también de las insinuaciones sobre que los vecinos de las zonas quemadas se aplican la misma regla que los personajes de La ley del silencio y se callan para encubrir a los causantes de los fuegos. "Nosotros no encubrimos a nadie. Simplemente no sabemos nada", comenta la misma joven. ¿Quién planta el fuego? Esa es la pregunta más difícil de contestar. Las frentes de los habitantes de Pomar do Río, que en ningún momento quieren ser fotografiados y que solo en algunos casos consienten en dar su nombre de pila, se arrugan. "Esto ya ha pasado antes y seguirá pasando", contesta Manuel, "y esto se repite porque esto es política". Alguno insinúa: "El fuego viene del aire". La respuesta más repetida vuelve a lo único que tienen claro: "Del pueblo no es". Otro matiza la afirmación: "El 99% de la gente de aquí piensa lo mismo".

Valor del monte

¿Y cuáles serían las posibles soluciones? En Pomar de Río está descartada la opción que proponen los ingenieros, un colectivo que insiste en que los montes no arden si se saca provecho de ellos. Porque los vecinos sí sacaban rendimiento de los árboles quemados. A Manolo se le ocurre que la Xunta gasta "mucho dinero" en medios de extinción. "Los aviones deben de ser muy caros. Con esas cantidades que pagan seguramente se podría limpiar bien el monte y hacer cortafuegos y buenas pistas y no habría incendios. Aunque es cierto que el que quiera hacer daño siempre puede hacerlo", argumenta.

Además de la necesaria repoblación, para la que no descartan recurrir a alguna de la Xunta, si esta las habilita, a los habitantes de Pomar do Río lo que les preocupa ahora son, sobre todo, los animales. Por una parte porque las bestas -las que no han muerto ya en los fuegos- no tendrán nada que comer. Por otro, porque las llamas se llevaron la cerca construida por la Xunta que protegía las tierras de los ataques de los jabalíes. Porque, como señala irónicamente un vecino, "el jabalí no ha ardido".