Velas vir

Antón Luaces

Los noruegos no son conscientes del daño que la caza de ballenas ocasiona a las poblaciones de estos grandes cetáceos. Mantienen que la suya es una caza experimental, que capturan animales cuya abundancia está más que acreditada y que no existe un objetivo en la pesquería, sino que esta -en su aspecto más comercial- es consecuencia de la pesca científica que practican los suyos.

Me lo dicen después de haber entrado en una pescadería de Grimstad donde se exhibían filetes de carne roja y prieta que, obviamente, estaban a la venta y que se cotizaban a unos 28 euros el kilo.

Esta es la caza científica que, al igual que Japón o Islandia, Noruega disfruta al cocinarla con una espesa salsa de color marrón en la que está muy presente la cebolla, patata cocida, mermelada de bayas del bosque y una especie de salsa mahonesa en la que no falta la col y que, en su conjunto, hacen una buena comida-cena para las cinco de la tarde hora local.

Afirman -y parece que los noruegos lo creen- que las ballenas que ellos capturan para sus investigaciones son ejemplares de alrededor de ocho metros de longitud que, en la medida de la actual cuota de capturas, nunca se extinguirán como especie.

Los ojos de los interlocutores -pescadores de Tromheim y proximidades- parecen sinceros en la explicación. Uno opta por dar a entender que asume la explicación y hasta hace uso de la ballena que le ofrecen para matar las ganas de comer a esa hora del día. Disfruto de la compañía y me encargo de hacer creer a mi circuito interno que la de ballena es una carne agradable y que por eso los noruegos la consideran un manjar.

Puede haber de todo un poco, pero no logro entender que, siendo tan pragmáticos como son, los noruegos recurran al autoengaño, al popular entre nosotros "velas vir", para justificar una caza de grandes mamíferos marinos que tiene menos justificación, a mi entender, que la matanza de toros en una lidia más o menos desigual.

La CBI mantiene cerrados sus ojos. Noruega, Japón e Islandia -con la aquiescencia de otros países del cono suramericano- continúan cazando ballenas y engañan al mundo y a sí mismos, cuando intentan explicar lo inexplicable. La verdad es que cazan ballenas porque les gusta su carne. Y punto (con el permiso de don Manuel).

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