"Él era así, le gustaba el riesgo"

La familia de Abraham Leoncio Bravo Picallo le recuerda como un joven enamorado de su trabajo que ya de pequeño "quería ser guardia civil"

Laura Picallo, ayer, con una foto de su primo, primero por la izda. / echave

Laura Picallo, ayer, con una foto de su primo, primero por la izda. / echave

Gemma Malvido | Corcubión

Se llamaba Leoncio por su abuelo, el padre de su madre; en Vimianzo son pocos los que se acuerdan de él porque con sólo tres años se fue de su pueblo natal para Aranda de Duero, en Burgos. Laura Picallo recuerda a su primo, Abraham Leoncio Bravo -el guardia civil gallego fallecido ayer en Afganistán-, como un joven al que le gustaban las "misiones de riesgo" y "su trabajo". No en vano, ya desde pequeño quería ser "guardia civil" aun cuando, según su tío, Jesús Picallo, no había "antecedentes" en la familia.

"Le dijimos que no fuese, que era peligroso, pero él era así", recuerda Laura la conversación que mantuvo con su primo cuando fue destinado al País Vasco para desempeñar labores de lucha contra el terrorismo.

Nació en Vimianzo y los primeros años de su vida se los pasó en el número 52 de la calle Blanco Rajoy, una casita que ahora está abandonada pero que, hasta hace unos años, ocupó una de las tías de Abraham Bravo. Algunos de los vecinos se acuerdan vagamente de él, de cuando era pequeño y corría y jugaba por las calles de Vimianzo, pero saben que acudía al pueblo cada verano para reencontrarse con los suyos y con los paisajes que le vieron dar sus primeros pasos.

Con el móvil en la mano que no deja de sonar y la idea de que su primo acaba de ser asesinado en Afganistán -donde ella no sabía que estaba- rondándole la cabeza aunque sin aposentarse, Laura se acuerda de una tarde en la que hablaron de viajes y de que su primo Abraham se reía de todas las cosas que pueden pasar a bordo de un avión.

"Lo llevaba en la sangre, desde pequeño siempre quiso ser guardia civil y, cuando lo consiguió, sólo pensaba en ascender, en seguir formándose", rescata de su memoria Laura Picallo, que sostiene también entre las manos la foto de la boda de Paula, la hermana mediana de Abraham. Hace tres años ya de aquella imagen. La tomaron en Aranda del Duero, el lugar en el que Picallo residió gran parte de su vida porque cuando era pequeño, su padre, Cándido, geólogo de profesión, fue destinado allí. Hace más de ocho años, Cándido falleció y, según cuenta Jesús Picallo, Abraham se convirtió en el sostén de la familia, sobre todo de Rosita, su madre, que ayer, tras recibir la noticia el fallecimiento de su hijo tuvo que ser atendida por los psicólogos de la Guardia Civil.

Así le recuerdan, como un joven discreto, enamorado de su trabajo y de enseñar a los demás cómo debían desempeñar sus labores de lucha contra el terrorismo. Lamentan su muerte, no se la quieren creer, porque ni Laura ni Jesús sabían que Abraham Bravo estaba en Afganistán, y, menos aún, que se había presentado voluntario para ir a este lugar de conflicto; aunque eso ya les extraña menos. "Él era así", afirman convencidos y con eso lo resumen todo.

Le hacían en Logroño, donde estuvo antes de irse a Afganistán, en el Centro de Adiestramientos Especiales de la Unidad de Acción Rural de la Guardia Civil, pero no estaba allí. Le separaban muchos kilómetros de la que había sido su casa; tantos, que su familia gallega -que ahora reside en Cee, aunque procede de Vimianzo- cuando se supo la noticia negaba la posibilidad de que fuese su Abraham el oficial fallecido, pero cada nueva información, cada llamada de teléfono les devolvía, poco a poco, a la realidad de tener que despedirse del chico que, cada verano, volvía a casa para sentarse en las playas de Camariñas, para comer el marisco que el interior le negaba.

Tenía 33 años, su familia no le conocía ninguna novia porque, a sus ojos, se dedicaba exclusivamente "al deporte y a su trabajo" y le definen como un chico "poco hablador" aunque "afable y discreto". Entró en la Guardia Civil en 1999, estuvo destinado en Negreira cuando era cadete, también en Tarragona y en el País Vasco, donde empezó a formarse en materia antiterrorista; ostentaba el rango de alférez.

"No sabíamos que estaba en Afganistán, se había presentado voluntario, pero no nos extraña, porque le encantaba aprender, pero también enseñar a los demás", comenta su tío Jesús.

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