Presentador de ´El hormiguero´

Pablo Motos: "Sé lo que es ir por detrás de un restaurante a que te den las sobras"

"Un profesor o un presidente del Gobierno ha de ser alguien excepcional y en lo uno y en lo otro estamos en un perfil bajo"

Pablo Motos, en el plató de ´El hormiguero 2.0´

Pablo Motos, en el plató de ´El hormiguero 2.0´ / Pedro Menéndez

Alfons García | Valencia

Pablo Motos (Requena, 1965) hizo de casi todo en radios valencianas antes de buscar el triunfo en Madrid. Sube a toda máquina del plató donde ensayan montajes para El hormiguero 2.0, toma el teléfono y se lanza: "Todo tuyo".

–Que quede claro, no me interesa su tableta de chocolate...

–No sufra. Llevo dos años intentando que no me pregunten.

–¿Es un presumido, después de haberse exhibido tanto?

–No. Fue un momento de mi vida, pero es como cuando Antonio Ferrandis hizo Verano azul y se quedó con Chanquete. Hace dos años de eso. Ya no tengo tableta de chocolate, bebo cerveza y como paella.

–¿Más feliz ahora?

–Hago ejercicio cada día, pero sin la obsesión por tener una cosa que no es natural para una persona de mi edad.

–No lo tome a mal, pero lo imagino de pequeño bajito y no muy agradecido físicamente. ¿La tele ha sido una cura de autoestima?

–Para bien y para mal. Porque si eres bajito, en la tele te conviertes en el bajito de España y hasta los niños de 12 años te vacilan. Pero tiene también que vas por la calle y una chica guapísima te sonríe como si fueses Brad Pitt. Aunque es ficción, la alegría es parecida.

–¿Las neuronas no se agotan ideando gracias todos los días desde hace cinco años?

–Las neuronas crecen. El estrés y la presión te hacen tener ideas, porque sabes que por la noche has de salir con algo.

–¿Para usted, la cultura es entretenimiento?

–Sin duda. Los aburridos que se empeñan en decir que la cultura es para unos pocos privilegiados son un horror. La cultura y los raros son una farsa.

–Con bromas y burradas casi diarias, ¿no teme que un día la cosa se le escape de las manos?

–Claro, pero es que son las 21.30, una hora —no la elegí yo— de mucho consumo y hay que hacer el programa con una tensión que no tendría a las 12 de la noche, la que pedí yo. A las 21.30 horas hay cocodrilos por todas partes; Gran Hermano, Cuéntame, el fútbol... Hay que atacar más fuerte y entramos en zonas de peligro.

–¿Se arrepiente de alguna prueba?

–No, pero por norma. El día que metes la pata te vas amargado, pero al día siguiente hay que hacer otro programa.

–¿Llega a hartarse de fama?

–Lo llevo como parte del trabajo, pero es raro. Flo me decía el otro día que a los famosos no nos entiende nadie. Es todo muy extraño: que te conozca todo el mundo todo el rato.

–¿Qué hace nada más levantarse: mira las audiencias?

–No necesito despertador. A las 08.01 me despierto, porque la audiencia sale a las 08.02.

–¿Los espectadores somos unos seres que cuanta más porquería nos das más comemos?

–No lo creo. Si me habla de las grandes audiencias, éstas siempre irán a lo más bajo. Si pagásemos a una familia 300.000 euros por retransmitir los últimos 15 minutos de su ser amado moribundo, sería un programa criticadísimo, pero con picos de audiencia locos. Al ser humano le va mucho el bajo instinto, porque se siente mejor al ver lo malo enfrente y piensa que lo suyo no va tan mal.

–¿Sabe que hay un grupo en Facebook que se llama Odio a Pablo Motos?

–No tendrán otra cosa que hacer. Yo he intentado lo del Facebook y me quita mucho tiempo. No conozco mucho el fenómeno, pero veo que si hay una noticia de cualquiera, los foros de abajo son insultos a esa persona.

–¿Preocupa que le vean como un gracioso sin nada detrás?

–Ya no. Yo ya no me salvo. Entrar en el mundo de la televisión y pretender salir sin heridas ni cicatrices es una estupidez. Yo me considero gente normal.

–Es también un tipo hecho a sí mismo. ¿Le gusta recordar su infancia de niño pobre?

–Me gusta disfrutar de los pequeños lujos que tengo ahora, porque sé lo que es no tener dinero casi ni para comer; sé lo que es ver a mi padre trabajando por la mañana, por la tarde en otro sitio y los fines de semana de camarero. Sé lo que es ir por detrás de un restaurante a que te den las sobras de la cena y, cuando ahora voy a un restaurante caro y puedo pagar, me da mucho gusto. Lo último de lo que me sentiría mal es de acordarme de mi infancia superpobre. Mis padres son dos personas adorables, a los que lo único que quiero es compensarles por lo mal niño que yo era.

–¿La educación sirve o, por su experiencia, es mejor la autoformación?

–Claro que sirve. Yo no vi muchas oportunidades, pero un ser humano se hace desde que tiene un año hasta los siete, ahí graba el disco duro de su personalidad. La educación me parece lo más importante y en España es algo aún horrible. Creo que un profesor o un presidente del Gobierno ha de ser una persona excepcional, porque van a depender muchas vidas de él. Y tanto en lo uno como en lo otro estamos en un perfil bajo.

–¿Por ese perfil bajo no lleva políticos a su programa? ¿No dan juego?

–No traemos porque no puedo pactar una entrevista y los políticos tienen miedo de meter la pata.

–¿En su Valencia natal era imposible triunfar a gran escala?

–Seguro que hay gente que sí lo ha hecho, pero no es mi caso. Me iba bien en la radio, pero había cosas que no me gustaban. En Madrid fue más sencillo y la gente era más abierta. Pero no tiene que ver con una ciudad en concreto, sino con el número de habitantes. Si vas a hacer algo difícil es mejor irse a un sitio grande. Cuanto más grande, más oportunidades.

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