En un momento en el que las guerras se deciden por el potencial armamentístico y tecnológico de sus ejércitos, cuesta creer que en España hace 70 años las batallas se pudiesen dirimir por la elección de un enclave como base de operaciones. La Guerra Civil sembró el país de fortificaciones y trincheras desde las que los dos bandos planificaban sus estrategias militares. Hoy en día aquellos escenarios, en algún caso claves para el desenlace de la contienda, guardan todavía muchos secretos e historias enterrados bajo tierra. Para explorar estos rincones olvidados nació en 2008 Arqueología de la Guerra Civil Española, un proyecto impulsado por un grupo de profesionales y estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid que desde el año pasado coordina el CSIC de Galicia. Bajo su tutela, un equipo con especialistas también de Barcelona y León inició el pasado domingo la primera intervención arqueológica en el Frente Norte de la Guerra Civil. Y aunque de momento no hay ninguna excavación prevista en la comunidad, cuatro arqueólogos gallegos participan activamente en el proyecto.

Los trabajos sobre el terreno se centran por ahora en dos puntos: el frente de los puertos leoneses, en Puebla de Lillo, y Abánades (Guadalajara). Tras varios días de excavaciones, el equipo, coordinado por el arqueólogo del CSIC en el Instituto de Ciencias del Patrimonio de Santiago, Alfredo González, ya ha realizado hallazgos importantes entre los que destacan las casi 400 piezas recuperadas en la excavación del alto del Molino, en Guadalajara, una zona fortificada en la que se libró una batalla con casi 8.000 muertos.

La excavación de Abánades se centra en un corral de ovejas, una construcción que reutilizaron ambos ejércitos como refugios, puestos de mando, polvorines y enfermerías. El de Abánades se usaba un poco para todo: cartuchos, cajas de munición, latas, monedas, medicinas y el hallazgo más importante: una chapa de identificación de un zapador republicano que trabajó en la fortificación de la zona.

En la excavación leonesa, de la que informa a diario en el blog del proyecto el gallego Xurxo Ayán, no se han encontrado tantos vestigios pero el interés se centra en el propio emplazamiento. El cerro de Castiltejón, tal y como explica Ayán, es uno de los mejores ejemplos de las fortificaciones defensivas levantadas por los republicanos en el otoño de 1936. La buena conservación de la red de trincheras que comunica la base con la cumbre lo hacen único y el equipo se centra ahora en un refugio descubierto a pie de la ladera. Mañana habrá jornada de puertas abiertas en ambas excavaciones para mostrarle al público en general como era "el día a día en las trincheras".