Un concierto del violinista ruso David Óistraj tuvo la culpa de que, con sólo cinco años, una niña llamada Anne-Sophie Mutter decidiese dedicar su vida a hacer lo mismo. Sólo ocho años más tarde, el mítico Herbert von Karajan descubría el talento musical de una mujer que este año cumple 35 años instalada en el Olimpo sinfónico. Una deslumbrante madurez para alguien que, con 48 años, ya lo ha sido todo en el exigente mundo de la música. Anne-Sophie Mutter (Rheinfelden, Alemania, 1963) reconoce que no mira atrás. Tampoco espera nada de la vida, "sólo las sorpresas que aparecen cuando estás haciendo otros planes". Mientras tanto, divide su tiempo entre su carrera, el cuidado de sus hijos -Richard y Arabella- y la Fundación que lleva su nombre, con la que organiza conciertos benéficos que sirven de catapulta a nuevas promesas.

-Es difícil imaginársela sin su Stradivarius entre las manos. ¿Podría decirse que son un dúo, más que intérprete e instrumento?

-Algo así. En los conciertos suelo utilizar el Lord Dünn-Raven, de 1710, porque creo que tiene una paleta de colores mayor. -Además de este instrumento Mutter tiene en propiedad un Stradivarius Emiliani de 1703-. Los violines tienen su propia personalidad, hablan a través de quien los toca. Éste tiene 301 años, y es muy sensible a los cambios de temperatura. Hace poco, durante un programa de televisión en Nueva York, el aire acondicionado en el estudio estaba tan frío que al violín no le gustó. Los instrumentos como éste son hipersensibles a cualquier tipo de cambio. Es difícil viajar con ellos, pero la relación musical es maravillosa, no puedes vivir sin él. El violín siempre está en perfectas condiciones, es el intérprete quien comete los errores (ríe).

-El público espera de usted veladas inolvidables. ¿La mejor violinista del mundo puede permitirse tener un mal día?

-A cierto nivel la música es muy similar al deporte de élite. Es cierto que algunas jornadas son duras, muy difíciles, sobre todo cuando el violín no responde de la manera que una espera; pero la vida es así. Tiene mucho que ver con la supervivencia, con sobreponerse a las crisis y a las dificultades, para sacar el concierto adelante.

-¿El directo engancha?

-La conexión es inmediata. Hay obras que requieren cierta tensión, por eso muchas de mis grabaciones son en directo. En cuanto empieza el recital, o el preludio de la orquesta, tardas diez segundos en darte cuenta de si el público está metido en el concierto. A veces tienes suerte, y el público conecta en seguida. Otras cuesta más apreciar lo que sucede encima del escenario. Depende de nosotros, los intérpretes, hacer de la música algo tan subyugante y atractivo de lo que no te puedas escapar aunque quieras.

-¿Qué pasa con los teléfonos móviles que suenan en plena función, o con el resto de ruidos habituales en las salas de conciertos?

-Resulta gracioso, porque cuando uno está sentado en el público parece olvidar que, en los auditorios, la acústica funciona en ambos sentidos. Ellos oyen lo que yo estoy haciendo sobre el escenario pero, por desgracia, yo también oigo lo que ellos hacen en las butacas. Piensan que nadie los oye ni los ve. No es verdad, claro (ríe).

-¿Hasta qué punto la técnica debe supeditarse a la pasión?

-La técnica es necesaria para tener el mayor número de herramientas posibles que te permitan transmitir la música y ser fiel a la partitura sin tener que pervertirla para adaptarla a tus limitaciones. Entonces es cuando debes olvidarla, para dejar que salga la pasión. Lo ideal es que la técnica y el sentimiento estén equilibrados. Por desgracia, como en la vida, no siempre se logra.

-Esta temporada celebra treinta y cinco años en los escenarios. Si echa la vista atrás, ¿se siente orgullosa de lo que ha logrado?

-Más que orgullosa, estoy muy agradecida por haber encontrado en mi camino a personas maravillosas.

-¿Qué les diría a quienes sueñan con hacer lo que usted hace?

-Deben entender que la música es mucho más que la satisfacción de alcanzar la perfección técnica. La música es un lenguaje, y los músicos debemos servir a la sociedad, mejorar la vida de la gente; nuestra vida no puede ser sólo glamour y fama. Se trata más de servir al compositor con humildad, y de cambiar el mundo aunque sólo sea durante el tiempo que dura un concierto.

-En España el sistema educativo peca de prestar poca atención a la enseñanza de la música.

-¿Ustedes también? Bienvenidos al club. Qué lástima.

-¿Por qué cree que la cultura, y especialmente la música, no suele estar presente en las agendas de los políticos?

-Supongo que si la cultura hiciese ganar votos, la enseñanza en nuestras escuelas sería mucho mejor. En Alemania, entre los 6 y los 10 años, la música ha desaparecido de las escuelas. Hace pocos días leí en un periódico alemán un artículo que explicaba cómo los niños que aprenden a tocar un instrumento a edades tempranas poseen unas habilidades lingüísticas superiores a las de sus compañeros.

-A través de su Fundación ayuda al desarrollo de nuevas carreras musicales y trata de atenuar las diferencias sociales. ¿Le quita el sueño el futuro que nos espera?

-Todos las generaciones, la de mis padres, la mía propia, se enfrentan a situaciones terribles. Por eso es importante fijar objetivos a largo plazo. Necesitamos dinero para vivir, es evidente, pero no es lo que va a hacernos felices. El amor y las artes, sí. Estaré muy orgullosa si mis hijos encuentran una profesión que los llene, a la que puedan dedicar su vida, como yo he tenido la suerte de hacer con la mía.

-¿La crisis aprieta demasiado?

-Por desgracia, sobre todo en Europa, cuando los gobiernos tienen que recortar, las artes son las primeras damnificadas. En Estados Unidos, desde hace mucho tiempo, es común que los particulares y las empresas donen dinero a orquestas o teatros de ópera para ayudar a su supervivencia. Europa debe acostumbrarse a ello. Por ejemplo, a través de desgravaciones fiscales para quienes, con su dinero, colaboren en la supervivencia de las artes.

-Además de con una gira de conciertos, celebra sus 35 años en la música recuperando casi toda su discografía, además de presentar nuevas grabaciones.

-Es como un regreso al futuro. También un homenaje al pasado, con grabaciones históricas para la casa Deutsche Grammophon junto a otras que, hasta ahora, nunca se habían editado, además de algunos conciertos de estos últimos meses. Mi repertorio se recicla y crece, y en él conviven obras que llevo décadas tocando con otras nuevas para mí. Es una lástima saber que no seré capaz de tocar en directo todo el repertorio que me gustaría. No importa cuánto estudie, ni lo rápido que aprenda. No lo conseguiré ni aunque me retire a los 100 años. Descuide, no ocurrirá